El abrazo que nunca se dieron (Aislamientos preventivos (por Fernando G. Calero, Comunicación MSF)

MSF
07/11/2014

Antes del ébola, Douglas Lyon había estado dos veces en Sierra Leona con Médicos sin Fronteras (MSF). La primera, durante la guerra; la segunda, justo después de que el conflicto terminara. Hacía 12 años que no trabajaba con la organización porque "a veces uno también quiere tener una vida normal”. Pero un día, mientras leía el periódico en su casa en Oregón, y viendo la magnitud que estaba adquiriendo la epidemia, sintió que había llegado el momento de regresar. “Como epidemiólogo, sabía que podía aportar muchas cosas útiles al trabajo de MSF. También soy consciente de que la experiencia que he adquirido a lo largo de esta última década, en la que he alternado proyectos con la Organización Mundial de la Salud (OMS) y los CDC (Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos), me iba a ayudar. Así que llamé a Nueva York y me puse a disposición de mis antiguos compañeros”.

Nada más llegar al que sería el primero de sus dos destinos en Sierra Leona, el centro de tratamiento de pacientes de Ébola en Kailahun, el doctor Lyon se encontró con una agradable sorpresa: tres trabajadores nacionales de MSF con los que había coincidido allá por 2002, en su última visita al país, estaban también allí.

“Sería un momento muy especial”, le digo. “Sí, fue muy emotivo", reconoce. "La verdad es que resultó emocionante. Tenía tantas ganas de abrazarles… pero allí, con el ébola, no podemos ni tocarnos. Después de tanto tiempo, te encuentras con alguien con quien viviste aquella época tan dura, con quien pasaste por momentos tan complicados, y tienes que limitarte a decirle: ‘Hey, Mohamed, ¿qué has hecho durante estos años, cómo te ha tratado la vida?’, guardando siempre la distancia reglamentaria entre nosotros”.

 

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