“Algunos llegaron demasiado tarde para salvarse”

Kelly Dilworth, una anestesista que ha colaborado con MSF durante nueve años, regresa después de un mes de trabajo en Siria. Recuerda el dolor de aquellos que ha tratado y la gravedad de sus heridas en un contexto en el que es difícil obtener cuidado médico a tiempo.

MSF
21/08/2012

Llegué poco tiempo después de que MSF comenzara a atender pacientes. Participé en cerca de cien operaciones. El noventa por ciento de las operaciones quirúrgicas obedecían a heridas producto de la violencia, predominantemente por explosiones y bombardeos. También vimos un número elevado de heridas por armas de fuego. Los más impactantes eran las víctimas de fuego de artillería pesada, por la magnitud de sus heridas, las enormes heridas de fragmentación causadas y por el hecho de que fueran civiles los afectados indiscriminadamente.

Dada la capacidad del hospital, la llegada de un número incluso pequeño de heridos de gravedad podía amenazar con colapsarnos, con sobrepasarnos. En estas situaciones teníamos que anular nuestros límites, multiplicar nuestros esfuerzos y literalmente multiplicarnos .... Con otros miembros del equipo he trabajado en la sala de urgencias, en el quirófano y en las salas de post-operatorio. El reanimar a alguien y operarlo no supone acabar el trabajo: teníamos que asegurar que dábamos a los pacientes el mejor cuidado post-operatorio posible, buena analgesia, cuidado intensivo para los pacientes más graves, profilaxis para prevenir trombosis venosa profunda, nutrición, etc.

A la llegada, los heridos padecían a menudo un dolor tremendo, con todos los riesgos que ello conlleva: veíamos pacientes con caderas y articulaciones paralizadas, con problemas de movilidad y con complicaciones respiratorias muy graves. Algunos llegaban de muy lejos, habían recorrido 150 kilómetros para poder llegar a nosotros. Un buen número de ellos llegaron mucho después de que la herida inicial se hubiera producido y no en la fase aguda o semiaguda. Algunos, simplemente, llegaban demasiado tarde para poder ser salvados. Entre ellos, pacientes que no habían visto ningún tratamiento post-operatorio tras la cirugía, pacientes que habían recibido cuidados inadecuados y otros que no habían recibido ningún tipo de cuidado.

Un chico de 14 años fue ingresado con fallo respiratorio y fluido excesivo. Le habían practicado una laparotomía y esplenectomía y estaba en condiciones nefastas, no había recibido tratamiento adecuado. Llegó prácticamente congelado en una camilla. Unos pocos días después salía sonriendo del centro.

También recuerdo a otro herido en un estado terrible en su admisión. Había sido intervenido unos días antes, pero tuvo que huir justo tras su operación, por amenazas de bombardeos en la zona. Tardó dos o tres días en llegar a nuestro hospital. Consiguió también salir adelante.

Estos retrasos agravan los problemas de infecciones. Cuando estás tratando heridas de bala o de artillería, hay que prescribir antibióticos y no cerrar la herida inmediatamente. Un cierre secundario se practica a los dos, tres o cinco días dependiendo de la herida. Muchos de aquellos que atendimos no pudieron recibir tratamiento adecuado por falta de recursos en o cerca de la zona donde se producían enfrentamientos. Esto resulta en complicaciones graves. Un adolescente de quince años llegó en choque séptico debido a una perforación intestinal traumática. Había resultado herido dos días antes en una ofensiva con tanques y no había recibido tratamiento alguno. En estos casos, la cascada de complicaciones que el cuerpo acumula puede acabar con la vida del paciente. El chico murió dos días después de su primera operación, a pesar del tratamiento quirúrgico intensivo que pudimos ofrecerle.