Personas MSF: 10 millones de minas en Angola

“Nunca he podido olvidar la cara cuando vio su pierna ortopédica arreglada: lloraba, reía, nos abrazaba. ‘Muchas gracias’, repetía entre lágrimas, que a mí me costaba contener”. Estos son los recuerdos de Caconda de nuestra compañera, Mª Asunción.

MSF
04/03/2021
Caconda, Angola.

Caconda, Angola.
Por Mª Asunción Garcia (Susi)
, asociada de MSF España.

 

Caconda. Pocas personas conocen este nombre. Para mí es mucho más que un nombre. Las ciudades, las personas, pasan a ser parte de nuestra vida cuando las hacemos nuestras.

Mi llegada a Caconda es algo que no he olvidado nunca. El aterrizaje de la avioneta de Médicos Sin Fronteras produjo gran expectación: estaba todo el pueblo. Pude entrever en el camino hacia nuestra casa, entre escombros y ruinas, que Caconda fue un día una bonita y próspera ciudad, que las personas que hoy veía cubiertas de harapos de ese color entre verde y marrón que va tomando la ropa con el paso del tiempo lo habían perdido todo después de años de guerra.

Caconda era un proyecto nuevo; hubo que adaptarlo debido a la inseguridad y las minas. Decidimos abrir las consultas y formar promotores de salud. Aquí aparece Manuel Muteca. Él era uno de los promotores que formamos para el programa de vacunación.

Era listo, alegre y con gran capacidad de liderazgo. Le faltaba una pierna, que había perdido hacía años a causa de una mina. Una ONG que pasó por allí le proporcionó una ortopédica, sencilla, con la que se manejaba bien; hacía un tiempo que se le había roto, y ahora necesitaba dos muletas para desplazarse.

Manuel nos pidió si MSF podíamos arreglarle la pierna. Lo consultamos y se nos dijo que no era posible. Él no dejó de insistir; volvimos a plantearlo, ya que su movilidad mejoraría y era muy válido como promotor. MSF nos dijo que enviáramos la pierna, pero que no prometía nada, así se lo transmitimos a Manuel. Él cada poco nos preguntaba, pero no teníamos noticias, hasta que un día llegó la pierna arreglada.

Citamos a Manuel en nuestra casa, sin decirle el motivo. Nunca he podido olvidar su cara cuando la vio arreglada: lloraba, reía, nos abrazaba. “Muito obrigado” (muchas gracias, en portugués), repetía entre lágrimas, que a mí me costaba contener.

Angola, en la época en que yo estuve, tenía 10 millones de habitantes y 10 millones de minas: un paso en falso y todos sabíamos que podía ser el último.

Desminar es muy costoso, pero es la manera de que las ciudades, los pueblos, recuperen su vida, los mercados, la agricultura, las relaciones, la educación, la salud. Angola tiene uno de los índices más altos de víctimas por minas antipersona. El Gobierno tiene como objetivo el desminado para el 2026. Esperemos que así sea.