Un año entre Hebrón y Jerusalén Este

Concha Fernández regresa de poco más de un año trabajando como coordinadora de terreno de MSF en Palestina. Fernández ha tenido pues la oportunidad de tener una visión global tanto del conflicto israelí-palestino como de las consecuencias generales que éste tiene en su población. “Es una repetición constante de las mismas noticias, detenciones por las mismas causas, incursiones nocturnas en tal o tal sitio, manifestaciones y huelgas, es un ciclo que parece que no cambie, que cada día se repita, estancado” resume Concha.

MSF
19/03/2014

"Una de las cosas que más sorprende al llegar y a la que no te acostumbras nunca es el muro, la separación, la restricción de movimientos que supone para la población, que la gente de Palestina no pueda, por ejemplo, trasladarse a Jerusalén para visitar a la familia, para ir al médico sin haber obtenido un permiso previamente", explica Concha tras trece meses de estancia en el país, donde ha coordinado un equipo de 25 personas, en Hebrón y en Jerusalén Este, en un programa de salud mental dispuesto por MSF para víctimas del conflicto, "las restricciones de movimientos, burocráticas, y la erección del muro, supone que hay familias separadas, maridos que trabajan en Jerusalén y mujeres y niños que viven en Cisjordania y que apenas se ven o se ven una vez al mes. Hay que pedir permiso para ello y te lo pueden dar o no o tardar meses en dártelo. La existencia del muro supone asimismo gente herida, hombres que han tratado de sortearlo para buscar trabajo en Jerusalén y que resultan no sólo heridos, sino necesitados de atención psicológica". El trabajo en Jerusalén ha sido tradicionalmente una salida para los padres de familia de Cisjordania, el lugar donde buscar ingresos, ahora vetado por la construcción del muro.

El volumen de pacientes tratados habla por sí solo del trabajo de los equipos de MSF en las dos localidades: alrededor de 800 personas que han recibido el apoyo bien de los trabajadores sociales, bien de los psicólogos de MSF (o de los dos). "Son dos lugares que, pese a que están cerca (Palestina es muy pequeña en extensión), son muy diferentes, el uno más urbano, con más trabajo con menores, por ejemplo en detención domiciliaria o con demoliciones de casas, mientras que el otro es más rural, con una presencia más obvia y más antigua de colonos", explica la coordinadora de terreno.

Concha Fernández aporta la historia de un pequeño como la que más le ha emocionado en su estancia en Palestina: "es el de un niño de seis años. Desde que ha nacido no conoce más que violencia, incursiones nocturnas. Apenas duerme, tiene ansiedad, está siempre en alerta. Ese caso me rompió, con sólo seis años. Y las incursiones de soldados en las escuelas, militares que entran y se llevan alumnos durante días. Te preguntas cuál es su objetivo, ¿destrozar la juventud de los niños y las niñas palestinos?".

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