Corriendo contra el tiempo

MSF
15/09/2009
Llegamos un poco tarde... Regresaba de unas estupendas vacaciones, lástima que mi vuelta al trabajo fuera con una noticia no muy alentadora. En el terreno muchas veces nos topamos con historias muy tristes de pacientes con Chagas, pero la historia de Ana* es realmente conmovedora.

Lo lógico es que los niños representen juego, alegría y vida, pero en el caso de Ana no es exactamente así. Ella tiene 10 años y vive en un barrio muy pobre de Cochabamba con sus 5 hermanitos en una habitación que hace de dormitorio y cocina a la vez. Su madre los abandonó hace 7 años, y su padre trabaja todo el día de chofer de taxi, por lo que no tiene mucho tiempo para atenderlos: si no trabaja sus hijos no comen. Por eso la hermana mayor, Daniela, de 15 años, es quien se ocupa de cuidarlos.

Un día Ana se sintió mal, su corazón latía demasiado rápido y le faltaba aire para respirar. La llevaron a un hospital, pero por falta de un especialista en cardiología pediátrica la tuvieron que enviar a otro. En el segundo hospital le hicieron una serie de análisis y se dieron cuenta de que su corazón no estaba bien. Sospecharon que era Chagas porque la familia indicó que en la casa había vinchucas, el insecto que lo transmite. Por esta razón contactaron con MSF, ya que nosotros estamos trabajando en esas zonas de Cochabamba, en Bolivia, diagnosticando (en la foto, una prueba) y tratando a personas que tienen Chagas.

Lamentablemente las sospechas se confirmaron. Ana tiene Chagas en su forma aguda, lo que dañó rápidamente su corazón. En este momento su corazón funciona con un tercio de su capacidad, la niña necesita tomar medicación de por vida y va estar limitada en toda actividad que requiera esfuerzo, como correr, saltar o hacer algún deporte. Pero esto no es lo peor, necesita de manera urgente un trasplante de corazón.

Una niña de 10 años normalmente tendría que disfrutar de la escuela y de los juegos, pero Ana ha estado hospitalizada en cuatro ocasiones durante los últimos meses. Ha sido muy duro para ella. Ante esta situación, MSF se ha encargado de hacer el seguimiento del cuadro clínico de la niña, así como de los gastos de hospitalización y medicamentos, cuyo coste es insostenible para la familia en estos momentos.

A su corta edad, Ana no entiende lo que está pasando, pero mantiene su sonrisa. Ahora sólo me pregunto: ¿Qué hubiera pasado con ella si no estuviéramos trabajando en su zona? y ¿qué pasa con todas esas personas que tienen Chagas y quedan en el silencio?

Ana no llegó a tiempo y si ahora no empezamos a romper el silencio existirán muchas historias iguales. Evitar que se repita esta historia es el pensamiento que el equipo de MSF tiene cada vez que estamos en el terreno capacitando al personal de salud de los centros públicos para garantizar que la población tenga acceso al diagnóstico y al tratamiento.

*Ana es un nombre ficticio de la paciente.

 

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