Darfur: MSF vuelve a dar asistencia en los campos de desplazados de Zalingei

Numerosas ONG están presentes a Zalingei, al oeste Darfur, una ciudad donde viven decenas de miles de desplazados. Cada organización lleva a cabo sus actividades según criterios bien definidos. Sobre el papel, todo está bien organizado. Sin embargo, tras dos años de ausencia, MSF tiene que volver a la región

MSF
04/03/2008

Actualmente, MSF se está preparando para abrir una clínica de atención materno-infantil en un campo de desplazados de Zalingei. Han pasado más de dos años desde que la organización traspasó sus actividades médicas en los campos a otros organismos, con el objetivo de centrarse en los casos críticos en entornos hospitalarios. Ya en 2007, MSF abrió dos centros de nutrición ambulatorios, uno en septiembre en el campo de Hamedia y el otro en diciembre en el campo de Hassa Hissa, con unos 40.000 desplazados en cada emplazamiento.

La decisión de volver a trabajar en una estructura situada en un campo se tomó tras el repentino aumento de los casos de desnutrición aguda severa admitidos en el hospital a partir de mayo. En 2007, la gravedad de la situación nutricional era comparable a la de 2004, cuando se prestó por primera vez asistencia humanitaria. De todas formas, el reparto de actividades parece estar bien definido, entre distribuciones de alimentos y programas nutricionales que se llevaban a cabo en varias estructuras en los campos.

Aún quedan muchas necesidades sin cubrir...

Sobre el papel, el sistema parece funcionar bien: cada organización trabaja en su área de competencia, en su propia zona y cada semana todas las partes implicadas intercambian informaciones bajo el paraguas de OCHA, la Oficina de las Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios.

“El reparto de tareas y la estrategia de cada organización están claramente definidas y aparentemente todo está bajo control; no obstante, aún quedan muchas necesidades sin cubrir”, explica Saif Ebrahim, coordinador de los programas de MSF en Zalingei. “Los principales obstáculos a los que se enfrenta la asistencia aquí son dos. El primero es la concentración de todas las actividades en los campos, lo que deja sin cubrir grandes zonas, particularmente a las poblaciones en las zonas rurales, dada la inseguridad en las carreteras. El segundo es que cuando las organizaciones humanitarias no se enfrentan a grandes problemas de acceso, como en los campos, los niveles de asistencia descienden en relación a las necesidades. El problema –probablemente común a todas las organizaciones humanitarias que trabajan en Zalingei– ha sido la falta de reactividad frente a la cambiante situación en los campos de desplazados: lo que solía funcionar al principio ya no vale hoy”.

Seguridad y recién llegados

Durante las reuniones semanales a las que asisten todos los actores humanitarios en Zalingei, sistemáticamente se plantean los mismos temas: “la seguridad” y “los recién llegados”. “Nuevas familias llegan regularmente desde hace mucho tiempo”, explica Saïf. “Ya no se trata de una cuestión de afluencia masiva como veíamos al principio del conflicto, sino niveles continuos y menos visibles de llegadas, un torrente continuo de intensidad variable. Desde diciembre, ha habido otro aumento importante: entre 1.000 y 2.000 personas nuevas cada mes. Lo que estamos viendo son grupos de familias que llegan unos tras otros, procedentes de las pocas aldeas que hasta ahora se habían salvado de agresiones y abusos durante los pasados cuatro años de enfrentamientos. Estos grupos explican que cada vez son más vulnerables porque las fuerzas de seguridad gubernamentales se han ido de la zona y han aumentado los robos y la violencia no sólo en los caminos sino también dentro y fuera de las aldeas. Estas personas huyen a refugiarse en los campos en busca de seguridad y asistencia”.

No obstante, a su llegada, estas familias ya no reciben nada de las organizaciones humanitarias, y durante varios meses, son los propios miembros de la población desplazada quienes comparten su comida y abrigo con ellos. Además, a algunos ni siquiera se les reconoce como desplazados porque ya no se ajustan al mismo perfil que las poblaciones desplazadas en 2004, es decir, esencialmente agricultores cuyas aldeas habían sido atacadas y completamente destruidas. Por este motivo, los nuevos desplazados se topan con más dificultades a la hora de acceder a la ayuda bien alimenticia o de otro tipo.

Igualmente invisibles son los miles de niños nacidos en los campos. Desde 2004, ningún bebé ha sido incluido en los planes de distribución de alimentos. A pesar de que la población del campo no deja de crecer, los servicios correspondientes –ya se trate de puntos de agua o de servicios de salud– no se han incrementado en absoluto.

Calidad: un tema tabú

“Nos encontramos en una situación intermedia”, declara Fabrice Weissman, “estos días no se producen grandes emergencias como en 2004, con movimientos masivos de población o epidemias. Algunas organizaciones puede que tengan problemas a la hora de movilizar el mismo nivel de recursos y mantener la calidad de los servicios prestados. Pero en campos que albergan a decenas de miles de personas, si bajamos la guardia, la desnutrición puede aumentar con gran rapidez, tal como ya hemos visto, o en cualquier momento puede desencadenarse un epidemia de cólera o sarampión”.

“El deterioro de las condiciones de vida se atribuye no sólo a la presión de los recién llegados, sino también a problemas de calidad de la asistencia dispensada. Por ejemplo, las raciones alimenticias distribuidas por el Programa Mundial de Alimentos se definen de forma precisa, casi gramo por gramo. En realidad, en los últimos meses, se ha reducido la cantidad y el contenido de las raciones alimenticias distribuidas a los desplazados. La situación, atribuible a problemas de aprovisionamiento o de transporte, persiste. Otros ejemplos se refieren a los horarios de apertura de las clínicas en los campos: existe la amenaza de un cierre semanal adicional… Las familias desplazadas a veces sólo reciben una receta médica y se les dice que compren medicamentos en el mercado. Además ya no se distribuye jabón. No obstante, como las necesidades anteriores en teoría están cubiertas, resulta difícil, cuando no imposible, que otra organización entre en escena e intervenga”.

“Estos problemas, más la densidad de población en los campos, y otras deficiencias tanto en materia de calidad como cantidad de la ayuda dispensada, agravado por un rígido reparto de tareas entre organizaciones, resultan preocupantes y no parecen tener visos de mejora”.