Mirar a los ojos

“Era la primera vez que yo trabajaba en una crisis nutricional. Había visto fotografías, había leído sobre la situación que vivía Etiopía en aquel momento, pero nada me había preparado para ver y fotografiar lo que significaba una crisis de aquella magnitud”, escribe nuestra compañera y fotógrafa documental, Aida Surinyach.

MSF
03/10/2022

Por Anna Surinyach, fotógrafa documental

«Ser un niño huérfano desnutrido en Biafra es encontrarse en una situación miserable, pero ser un niño huérfano desnutrido y albino en Biafra es una situación que no tiene descripción». Con estas palabras, el fotógrafo británico Don McCullin explicaba una de las imágenes que puso rostro a la hambruna que sufrió el país durante la guerra provocada por el intento de secesión de las provincias del sureste de Nigeria, bajo el nombre de República de Biafra, entre 1967 y 1970.

En la fotografía, quizá algunos lo recuerden, se ve a un niño albino de 9 años en estado de desnutrición severa, apoyado en una pared, sosteniendo una lata de comida sin abrir. Es una imagen que se convierte, como decía el pintor y escritor John Berger, en una prueba de la condición humana: no acusa a nadie, pero nos acusa a todos. Las imágenes que Don McCullin y otros fotógrafos hicieron en Biafra movilizaron a miles de personas de ciudades occidentales e impulsaron, entre otros factores, la creación de Médicos Sin Fronteras. La organización nació de la unión entre médicos y periodistas, no solo por la necesidad de atender a quienes lo necesitaban, sino también con la intención de romper el silencio y contar qué sucedía allí donde trabajaban. La fotografía se convirtió en una herramienta clave para lograrlo. Pero ¿cómo se consigue crear conciencia, interpelar, emocionar a través de las fotografías durante tantos años trabajando en crisis humanitarias?

En 2008, 40 años después de aquella imagen de Don McCullin, viajé con Juan Carlos Tomasi a Etiopía. MSF estaba atendiendo a miles de niños con desnutrición en la región de Oromía. Era la primera vez que yo trabajaba en una crisis nutricional. Había visto fotografías, había leído sobre la situación que vivía Etiopía en aquel momento, pero nada me había preparado para ver y fotografiar lo que significaba una crisis de aquella magnitud. Los equipos de MSF habían desplegado un enorme hospital de campaña, donde atendían a centenares de niños cada día; trabajaban día y noche, contra reloj, pero veían cómo muchas veces, demasiadas veces, algunos pequeños no podían sobrevivir. Para Tomasi aquella situación no era nueva. Había vivido otras similares en Níger, Somalia, India... Pero se le veía profundamente dolido e indignado por lo que estaba viendo allí, en Etiopía. Se paseaba por el hospital con su cámara colgada del cuello. Se agachaba, sonreía a los críos, les hablaba, a veces les cantaba, intentando fotografiar no solo las consecuencias directas de la hambruna en aquellos diminutos cuerpos, sino las miradas, los sentimientos. Intentaba captar aquello que solo ve quien mira desde el corazón.

 

Intervención de desnutrición en Sembete, región de Oromiya, Etiopía, septiembre de 2008.

 

Yo estaba en shock al ver cómo se apagaban las miradas de algunos pequeños. No me atrevía apenas a levantar la cámara, aunque sabía que debía hacerlo, debía captar lo que veía: para eso estaba yo también allí. Finalmente, más preocupada por mis sentimientos de impotencia que por lo que estaba pasando en aquel hospital en Etiopía, decidí empezar a fotografiar, pero, justo en el momento en que iba a disparar, Tomasi me frenó, me agarró la cámara y me dijo: «No te olvides nunca de que quien está frente a ti merece respeto, mira a la gente a los ojos antes de fotografiar». Aquella frase me ha perseguido desde entonces.

En aquel viaje, Tomasi tomó una imagen que debería ser una referencia a la hora de fotografiar emergencias humanitarias. En ella se ve a un padre con su hijo desnutrido en brazos, en busca de atención médica. La mirada, el gesto y la dignidad de aquel hombre, que se llamaba Abebaye, huían de las imágenes estereotipadas del hambre. En los años sesenta, imágenes como las de McCullin movilizaron a las sociedades occidentales, ¿pero lo harían ahora? No estoy segura. Estamos saturados de imágenes de desnutrición como las de McCullin, necesitamos nuevos modos de mirar, y Tomasi nos muestra y demuestra con imágenes como las de Abebaye y su hijo que eso es posible.

Mirar a la gente a los ojos, algo tan simple y tan complicado, es lo que ha hecho Juan Carlos Tomasi en cada una de las innumerables crisis humanitarias en las que ha trabajado. Muchas veces su mirada, siempre horizontal, ha sido la única que nos ha enseñado lo que sucedía en regiones remotas del planeta. Ahora tenemos el privilegio de poder ver el trabajo que ha realizado durante más de 25 años de la mano de MSF, organización que siempre ha creído en el poder de la imagen para denunciar y contar historias. No lo podría haber hecho sin la mirada de Tomasi.



Este texto forma parte del libro ‘La memoria del olvido. Una historia gráfica de Médicos Sin Fronteras con fotografías de Juan Carlos Tomasi’ (editorial Blume)

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