"Estamos en el pico de la ola, con solo 386.000 vacunas en un país de 40 millones de habitantes"

Tras un 'pico' de coronavirus en la primera ola que se prolongó durante más de cinco meses, Irak entra de lleno en la segunda ola. Las primeras dosis llegan, pero no son suficientes.

MSF
31/03/2021

Por Omar Ebeid, nuestro coordinador en Bagdad:

"Estos días he visto algo nuevo en Bagdad. En uno de los muchos controles de carretera de la ciudad, varios hombres en batas blancas y mascarillas N95 junto a los soldados, comprobando si los pasajeros de los minibuses llevaban sus mascarillas. Los vendedores de cigarrillos, que pasean sus mercancías entre las filas de coches esperando, han añadido una nueva línea de negocio vendiendo mascarillas quirúrgicas.

Aparte de esto, sin embargo, es difícil ver el efecto de la pandemia de covid-19 en la ciudad. El dolor del que soy testigo cada día en el hospital que gestionamos es desconocido para la mayoría de la gente en las atiborradas calles. Pero ese sufrimiento ahora se ha redoblado mientras los iraquíes están al borde de una salvaje segunda ola, con Bagdad de nuevo el epicentro de la pandemia, la peor en la región de Oriente Medio.

Desde finales de septiembre hemos admitido en el hospital a cerca de 350 pacientes críticos, pero de estos, 120 solo en el último mes. Para hacer frente al brusco aumento de pacientes hemos expandido de 36 camas a 51, pero la tasa de mortalidad sigue siendo terrorífica. En un solo día, a pesar de los mayores esfuerzos del equipo, murieron siete pacientes.

Estamos todos cansados ahora, tanto el personal médico como los demás. El pico de la primera ola en Bagdad fue largo, cinco meses, de julio a noviembre, agotando el suministro de oxígeno en la ciudad y dejando al sistema de salud al borde del colapso. El número de casos solo disminuyó brevemente en diciembre y enero antes de aumentar vertiginosamente a partir de febrero. Había 714 casos el 31 de enero y 3.428 el 28 de febrero. El virus no nos dejó mucho tiempo para respirar antes de ser sumergidos por esta segunda ola.

"La muerte me ha afectado mentalmente", dice el doctor Yassin Hassan, que trabaja con nosotros en cuidados intensivos: "pero intento superarlo, por el bien de los pacientes". La falsa esperanza del final de la primera ola le ha pasado factura especialmente. "El toque de queda se levantó, y la ciudad volvió a la vida, y entonces las cifras volvieron a subir como la espuma. Es triste ahora, no tenemos camas para todo el mundo".

Llevo en el hospital de Bagdad ya un año, trabajando para ayudar a las autoridades iraquíes con su respuesta al virus. Al principio empezamos a trabajar en la unidad de cuidados respiratorios en el hospital al Kindi, pero pronto vimos que el hospital no era capaz de hacer frente a la cantidad de pacientes. Muchos de los doctores sénior solo estaban presentes en el hospital durante un breve periodo en la mañana, y sus compañeros más jóvenes en muchas ocasiones no querían o no podían tomar decisiones sin sus superiores, dejándonos a todos en una posición insostenible mientras avanzaba el brote.
Pero nunca pensamos que seguiríamos aquí un año después de lo que creíamos que sería un apoyo temporal al sistema de salud iraquí.

Sin vacunación, el final del covid-19 es difícil de ver. Aun así, el país solo ha recibido hasta ahora apenas 386.000 dosis de vacunas, un número totalmente insuficiente para un país de 40 millones de habitantes. Según el Ministerio de Salud, en Irak hay unos 216.000 doctores, enfermeros y personal sanitario en el país. Las dosis recién recibidas quizá podrán servir para vacunar a esos trabajadores sanitarios, pero muchos de los doctores con los que trabajamos no saben cuándo será su turno de vacunarse, y mientras tanto nuestros colegas continúan cayendo enfermos.

Aunque se supone que llegarán en los próximos meses más dosis, es necesario hacer mucho más para ayudar a Irak a poner esas vacunas a los brazos. El país debe ser una de las prioridades a nivel mundial para los esfuerzos de vacunación y una prioridad en el Oriente Medio, donde ha sido una de las naciones más afectadas. Con un sistema de salud debilitado por años de conflicto y sus males asociados, y una economía que lucha a raíz de la caída del precio del petróleo, el Gobierno no será capaz de vacunar a los que lo necesiten sin importante ayuda de otros países y otras organizaciones internacionales.

Hasta que eso pase continuaremos trabajando para salvar vidas en nuestro hospital. Sabemos, sin embargo, que incluso cuando esta ola retroceda no será el final hasta que se obtengan las vacunas que se necesitan desesperadamente".

Artículo originalmente publicado en El Confidencial.