Jason y otras personas que impresionan (por Yan Libessart, Unidad de Emergencias de MSF desde Taclobán, Filipinas)

MSF
17/11/2013

 

No conseguimos llegar a Tacloban hasta el pasado jueves. Los tres días que estuvimos esperando en Cebú fueron muy frustrantes. Todos los días amanecíamos con la esperanza de llegar a las zonas más afectadas por el tifón, y cada tarde, esta se evaporaba en el último momento. El lunes, porque el aeropuerto aún estaba lleno de escombros. El martes, por las horribles condiciones meteorológicas. El miércoles, la prioridad la tenía el ejército filipino ya que era urgente restablecer el orden.
Por fin, el jueves, un helicóptero trasladó a Audrey (coordinadora de emergencias), Damien y Adrien (logistas), Morpheus y Joey (médicos filipinos). Aterrizaron en Palo, una pequeña ciudad situada a unos pocos kilómetros de Tacloban. Y al reanudarse los vuelos comerciales regulares desde Cebú a Tacloban, yo mismo me uní a ellos: Damien vino a buscarme al aeropuerto, donde estuve seis horas esperándole, entre una enorme multitud de supervivientes que aguardaban entre toneladas de escombros a ser evacuados.
Como ya se estaba haciendo de noche, nos apresuramos a llegar al centro de la ciudad para buscar un sitio donde dormir. El personal humanitario y los periodistas se han instalado en un polideportivo requisado por el ejército. Un reportero australiano nos avisó de que había un hotel donde podíamos quedarnos: el edifico había sufrido daños, pero el propietario había conseguido retirar bastantes escombros y hacer sitio. Estábamos exhaustos y terriblemente hambrientos: la sopa de ‘noodles’ de Damien nos supo a gloria. Cada uno de nosotros se buscó un rincón, un sillón, algún afortunado incluso una cama, y caímos rendidos.

 

No conseguimos llegar a Tacloban hasta el pasado jueves. Los tres días que estuvimos esperando en Cebú fueron muy frustrantes. Todos los días amanecíamos con la esperanza de llegar a las zonas más afectadas por el tifón, y cada tarde, esta se evaporaba en el último momento. El lunes, porque el aeropuerto aún estaba lleno de escombros. El martes, por las horribles condiciones meteorológicas. El miércoles, la prioridad la tenía el ejército filipino ya que era urgente restablecer el orden.

Por fin, el jueves, un helicóptero trasladó a Audrey (coordinadora de emergencias), Damien y Adrien (logistas), Morpheus y Joey (médicos filipinos). Aterrizaron en Palo, una pequeña ciudad situada a unos pocos kilómetros de Tacloban. Y al reanudarse los vuelos comerciales regulares desde Cebú a Tacloban, yo mismo me uní a ellos: Damien vino a buscarme al aeropuerto, donde estuve seis horas esperándole, entre una enorme multitud de supervivientes que aguardaban entre toneladas de escombros a ser evacuados.

Como ya se estaba haciendo de noche, nos apresuramos a llegar al centro de la ciudad para buscar un sitio donde dormir. El personal humanitario y los periodistas se han instalado en un polideportivo requisado por el ejército. Un reportero australiano nos avisó de que había un hotel donde podíamos quedarnos: el edifico había sufrido daños, pero el propietario había conseguido retirar bastantes escombros y hacer sitio. Estábamos exhaustos y terriblemente hambrientos: la sopa de ‘noodles’ de Damien nos supo a gloria. Cada uno de nosotros se buscó un rincón, un sillón, algún afortunado incluso una cama, y caímos rendidos.

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