Kala azar en sur Sudán – Tres testimonios desde el terreno

El kala azar o leishmaniasis visceral es una enfermedad tropical que es endémica en el sur de Sudán. Causada por un parasito que transmite la mosca de arena, los síntomas incluyen agrandamiento del bazo, fiebre, anemia, perdida de peso y debilitamiento general. La enfermedad prolifera en zonas inestables, remotas y pobres donde la atención sanitaria es extremadamente limitada.

MSF
05/01/2011

Si no se trata, el kala azar es mortal en casi el 100% de los casos, entre uno y cuatro meses después de haberlo contraído, pero con el debido tratamiento la tasa de curación es del 95%. Hasta finales de noviembre de 2010, MSF había tratado a 2.355 enfermos de kala azar en los estados del Alto Nilo, Unity y Jonglei, ocho veces más que durante el mismo periodo el año anterior.

 

1) “De cara al referéndum, muchos sudaneses del sur están regresando a zonas con kala azar”

Desde el estado de Lakes, en el sur de Sudán, Moses Chol Mapeo, coordinador de emergencia de MSF, nos relata cómo está siendo la respuesta al mayor brote de kala azar que ha azotado esta zona en ocho años.

“En 2010, nada más empezar el año recibimos noticias de que se había producido un brote de kala azar. El kala azar es una enfermedad parasitaria causada por la picadura de la mosca de arena. Los síntomas incluyen fiebres prolongadas, pérdida de peso y agrandamiento de los ganglios linfáticos.

Nos desplazamos a los estados del Alto Nilo y de Jonglei para verificar las informaciones recibidas y descubrimos dos factores irregulares ese año: el hecho inusual de que se reportasen casos en el mes de julio, siete semana antes que el año anterior, y el gran número de casos. En 2010 se multiplicaron casi por ocho los casos tratados por los equipos de MSF en comparación con el año anterior, pasando de 231 casos en 2009 a 2.049 en 2010.

Mirando atrás, siempre ha habido factores que han contribuido a la aparición de grandes brotes. En la década de los 80 y en la de los 90 durante la guerra, se produjo un gran brote de kala azar que afectó a decenas de miles de personas. La gente abandonó sus hogares por la inseguridad y tuvo que esconderse en el monte, a menudo en bosques de acacias. Las moscas de arena no toleran el calor o la luz del día por lo que se esconden en las grietas de la tierra o de la corteza de las acacias, picando durante la noche. Los desplazados, obligados a dormir al raso bajo estos árboles, sin la protección de mosquiteras y sin una alimentación adecuada, eran muy susceptibles a contraer el kala azar.

La desnutrición también contribuye a aumentar el número de enfermos de kala azar. En primer lugar, el kala azar causa desnutrición; los episodios de fiebre alta provocan que los pacientes pierdan el apetito y empiezan a perder peso. Como no comen, no almacenan las proteínas que componen el sistema inmunológico, agravando todavía más la enfermedad. En segundo lugar, las personas ya desnutridas son más propensas a contraer el kala azar porque su sistema inmunológico no es lo bastante fuerte para combatir al parásito y corren el riesgo de que la enfermedad empeore todavía más la desnutrición que ya padecen. Además del tratamiento del kala azar es muy importante controlar la ingesta de alimentos de estos pacientes.

Desde que estalló la guerra en el sur de Sudán ha sido un desafío poder acceder a la atención sanitaria. Con el acuerdo de paz de 2005, se pensaba que la situación mejoraría pero no fue así. El acceso a la atención primaria de salud es todavía muy pobre en gran parte del sur de Sudán, simplemente debido a la dificultad física de llegar a las clínicas. En la estación de lluvias, resulta prácticamente imposible viajar por tierra. La gente debe desplazarse en avión o en barca pero la mayoría no puede permitirse el pasaje y ni siquiera un desplazamiento en coche en época seca. Mucha gente se ve obligada a caminar hasta llegar a un centro de salud –el trayecto puede durar desde unas horas hasta cuatro días– lo que resulta especialmente difícil para las personas enfermas. Las que están tan débiles que no pueden tenerse en pie deben ser trasladados de su casa hasta un centro de salud en hamaca o camilla por alguien de su familia.

Mi mayor preocupación ahora es que, de cara al referéndum, muchos sudaneses del sur están regresando a zonas con kala azar. No tienen inmunidad contra el parásito que causa la enfermedad y llegan en la estación de mayor transmisión. Como los síntomas tardan algunos meses en aparecer, mi preocupación es que la próxima estación en 2011 porque habrá muchas personas afectadas y en peor estado que las que estamos viendo ahora en 2010”.

 

2) “En 2010 el brote de kala azar ha sido especialmente virulento”

Jane Boggini, enferma estadounidense, ha realizado más de 20 misiones con MSF desde 1999. Jane es la responsable sanitaria del equipo de emergencias de MSF que responde al brote de kala azar en Malakal, en estado del Alto Nilo en el sur de Sudán. Desde allí, nos explica su experiencia:

“Me enviaron al sur de Sudán en noviembre para coordinar al equipo sanitario de respuesta al brote de kala azar, una enfermedad olvidada causada por un parasito que transmite la mosca de arena. El kala azar puede afectar a cualquier persona: niños, adultos, mujeres embarazadas y ancianos. Los síntomas generalmente incluyen fiebre alta durante más de dos semanas, pérdida de peso y debilidad.

En 2010 el brote ha sido especialmente virulento, los casos tratados por MSF se han multiplicado casi por ocho en comparación con el año anterior: 2.049 en 2010 frente a 231 en 2009. La enfermedad es prevalente en algunas regiones del sur de Sudán dentro del denominado cinturón del kala azar. Si miramos un mapa del sur de Sudán, veremos que se trata de una región concreta a lo largo del río Nilo donde abundan los bosques de acacias. El insecto se esconde en la corteza de estos árboles y en las grietas de la tierra y es especialmente activo durante la noche puesto que no puede soportar el calor o la exposición a luz.

Llegamos a Malakal y lanzamos la intervención de emergencia abriendo algunos centros de tratamiento en la periferia y apoyando a la unidad de kala azar en el hospital de Malakal. El mayor desafío aquí son los desplazamientos. La única forma de llegar a Malakal es por aire. Tenemos que transportar en avión todos los medicamentos, materiales, mantas, etc. Una vez en tierra, resulta increíblemente difícil desplazarse y llegar a las zonas de la periferia.

Prácticamente a todos los centros de la periferia, en zonas rurales a orillas del Nilo, tenemos que ir en barca. Ahora, tras la época de lluvias, el terreno está empezando a secarse y estas dos últimas semanas hemos podido por fin llegar en coche a dos clínicas. En realizad no hay carreteras asfaltadas, sólo caminos de tierra. Además, siempre tenemos problemas con el agua. Ayer mi equipo móvil condujo más de cinco horas para recorrer solo 85 kilómetros y cuando se encontraban a un kilómetro de la clínica se dieron cuenta de que no podían llegar allí en coche. Tuvieron que andar el último kilómetro por un barrizal con el agua hasta las rodillas hasta llegar a la clínica ¡transportando el material sobre sus cabezas! Siempre te encuentras con estas pequeñas “sorpresas” cuando viajas.

En nuestros centros, los hombres son las personas más afectadas por la enfermedad. Pensamos que se debe a que los hombres suelen reunirse a charlar bajo los árboles por la noche. Muchos jóvenes también se ven afectados porque durante la noche están fuera cuidando de las cabras y del ganado. Sin embargo, los insectos también pican a las mujeres y a los niños porque sus casas no tienen ventanas y dentro está oscuro.

Ahora estamos todos muy preocupados por los retornados que están regresando a sus aldeas del sur de Sudán para votar en el referéndum de enero. Algunas de estas personas han permanecido fuera de la región durante mucho tiempo, algunos hasta 20 años, y ahora regresan a zonas afectadas por el kala azar cuando ya han perdido la inmunidad a la enfermedad que en su día habían adquirido. Además de desconocer cómo protegerse, sus hijos nunca han estado expuestos al kala azar así que prevemos un aumento de casos a medida que estas personas vayan regresando y empiecen a asentarse en las aldeas donde proliferan los insectos portadores del parásito. Este aumento no será inmediato porque el periodo de incubación puede ser de cuatro meses antes de empezar a desarrollar síntomas, pero en el transcurso de los meses venideros seguramente observaremos un incremento significativo del número de pacientes.

Sueles recordar a los pacientes que has perdido tras haber establecido una estrecha relación con ellos durante su lucha contra la enfermedad. A veces la gente acude a nosotros cuando ya es demasiado tarde y podemos hacer muy poco por ayudarles. Sin tratamiento, el kala azar es mortal en casi el 100% de los casos. Pero hay más motivos para el optimismo que para el pesimismo, con el debido tratamiento la tasa de curación es del 94%.

He sido testigo de momentos enternecedores en el hospital. Por ejemplo, el caso de una mujer encantadora cuyos hijos están recibiendo tratamiento, y de Peter, un muchacho de 16 años sin familia y sin nadie que pueda cuidar de él. Esta madre ha acogido a Peter como a uno más de su familia, cocinando para él y ayudándole a comer. La otra noche vi al padre de la pequeña que ocupa la cama al lado de Peter, como con una cuchara daba de comer a su hija y con la otra a Peter. Una de las enfermeras les miraba con asombro mientras me comentaba que eran de grupos tribales diferentes. Es como si esta clase de enfermedad pudiera acercar a todo tipo de personas en tiempo de necesidad”.

 

3) “Hace un mes no hubiéramos creído que hoy estaría rebosante de salud”

Thinjin Wal ha podido tratar a tres de sus hijos enfermos de kala azar en el centro de MSF en el hospital de Malakal, sur de Sudán. Antes lo intentó en el centro de salud de Baliet, más cerca de su aldea, pero no disponían de los medios necesarios. MSF ha abierto hace poco un centro de kala azar en esta población.

“Me llamo Thinjin Wal y tengo cuatro hijos. Tres de mis chicos están aquí, en el hospital de Malakal, recibiendo tratamiento para el kala azar.

Mi hijo menor, Deng, tiene 2 años. Enfermó en septiembre. Durante semanas tuvo una fiebre muy alta, vómitos y diarrea, y perdió mucho peso. Le traje al centro de salud de Baliet, la clínica más cerca de Abong, mi aldea. Allí me dijeron que tenía malaria y le dieron tratamiento, pero no mejoró. Luego le trataron contra el tifus pero tampoco funcionó.

Como en esta clínica no conseguían ver qué le pasaba a mi hijo, lo trasladamos al hospital de Malakal desde Baliet hace 45 días. En Baliet no tienen pruebas para diagnosticar el kala azar. En Malakal, MSF había abierto un centro de tratamiento de esta enfermedad. El médico de MSF nos dijo que Deng la tenía e iniciaron el tratamiento.

El tratamiento del kala azar es muy duro. Durante el mismo, Deng contrajo ictericia y tuvieron que hacerle una transfusión de sangre de su tío, gracias a lo cual mejoró. Pero entonces Deng cogió una neumonía. Estaba tan enfermo que pensamos que no iba a sobrevivir. El médico de MSF hizo lo imposible para salvarle la vida y mejoró. Ahora está curado tanto del kala azar como de la neumonía y hoy le han dado el alta. ¡El mes pasado nunca hubiésemos creído que hoy estaría rebosante de salud!

Mientras estábamos en Malakal durante el tratamiento de Deng, dos más de mis hijos, Makong, de 7 años, y Garang, de 5, también cayeron enfermos. Makong tenía fiebre muy alta cada noche, tos seca y perdió el apetito. Garang empezó a vomitar, tenía diarrea, también tos y pérdida de apetito. Ambos perdieron mucho peso.

Les hicieron la prueba del kala azar en el centro de tratamiento de MSF en Malakal y los dos dieron positivo. Ahora están ambos en tratamiento. Garang no deja de llorar cuando le ponen las inyecciones porque son muy dolorosas. Cada día tenemos que suplicar a los niños que se las dejen poner. Dicen “¡no, duele mucho, no la quiero!” Tengo que engañarles cada día y sujetarlos cuando lloran al ponérselas. Su estado es crítico, pero sufriremos lo que tengamos que sufrir para que los niños mejoren.

Mi marido vino a Malakal la semana pasada diciendo que teníamos que regresar a nuestra aldea porque la cosecha de trigo está a punto y hay que proteger las tierras de los insectos que se comen el trigo. Esta semana se ha quedado conmigo en Malakal ayudándome con los niños. Mañana es la última tanda de inyecciones de Makong y después de esto mi marido se lo llevará a casa para que le ayude con la cosecha. Yo me quedaré aquí con Deng, que es todavía muy pequeño, ocupándome de Garang mientras termina el tratamiento.

Nos enfrentamos a muchas dificultades, pero estamos muy agradecidos porque nuestros hijos pronto estarán sanos y podremos estar todos juntos en nuestra aldea”.