'kilo bravo, kilo bravo... this is mobile...'

MSF
12/03/2008

Así es como empieza cualquier movimiento de nuestros equipos en Kaabong, pueblo de la región de Karamoja al noreste del país, donde he estado trabajando esta semana.

La región está habitada por varias tribus seminómadas (dodoth, gie, ik,..), que viven de la ganadería y que llevan tiempo en disputa continua. A esta delicada situación se le suman ahora las (violentas) operaciones de desarme del Gobierno, que convierten la zona en altamente inestable. Por ello, todos los movimientos del equipo deben ser comunicados por radio y es necesario extremar al máximo las medidas de seguridad. No tanto porque las oenegés se hayan convertido en objetivo de ataque, sino para evitar estar en el lugar equivocado en el momento equivocado, ya que los ataques de una tribu a otra para robar el ganado (máximo símbolo de riqueza para la región) son violentos, con armas y sin testigos.

El proyecto de MSF tiene como objetivo atender a niños afectados por desnutrición y se abrió a mediados del 2007,  tras identificar en la zona tasas cercanas al 20% en menores de 5 años. Es decir, uno de cada cinco niños sufría desnutrición.

Nuestro trabajo tiene dos grandes áreas de intervención: el programa ambulatorio y el centro de estabilización.

En el programa ambulatorio se visitan de forma semanal ocho localidades y el equipo está pensando en ampliar su intervención a nuevas zonas. Cada día salen de la base en dirección a una de las poblaciones dos equipos de 20 personas, liderados por nuestras incansables enfermeras Clara y Akiko. Allí se dará seguimiento a los niños del programa, se identificará a nuevos pacientes y se derivarán al centro de estabilización los niños que no respondan al tratamiento o que sufran alguna enfermedad añadida como tuberculosis, malaria,...

Por otra parte, el centro de estabilización se encarga de dar tratamiento a los niños que no pueden seguir el programa desde sus casas y que son ingresados hasta que se recuperan. El centro está situado dentro del hospital de Kaabong y en él trabaja María, una pediatra argentina.

Sin duda, el miércoles fue el mejor día de la semana... "kilo bravo, kilo bravo... this is mobile 4, mobile 10 and mobile 12 leaving for Alfa3 and Alfa 4... with 30 people on board... over."

Hoy es miércoles y, puntualmente, a las 9 de la mañana, salimos con tres vehículos para la visita semanal a Kalapata y Kamion. En el trayecto no dejo de sorprenderme de la belleza de la zona, ahora seca y teñida del marrón de la tierra hasta que empiece la época de lluvias, con montañas rocosas en todo el recorrido y cactus del tamaño de árboles que jalonan nuestro camino hasta las aldeas.

Tras una hora de coche, llegamos a Kamion. Debajo de una estructura de madera semipermanente nos están esperando ya una cincuentena de madres con sus hijos. En pocos minutos estamos pasando revisión a todos los niños del programa.

"Me temo que tendrás que trabajar... hoy andamos un poco cortos de personal", me comenta Clara entre risas. "Por mi encantado, pero ya te digo que yo mucho más allá de números...". Así que allí estoy, ayudando a Emanuel a pesar y tallar a cada uno de los pequeños que se acercan al centro y luego en el registro, entregando la pulsera que identifica la situación de cada niño (azul para los desnutridos moderados y roja para los severos).

Todo está perfectamente organizado.  Primero, se entrega la ficha de seguimiento del niño a cada madre. Segundo, se le pesa y talla para ver cómo está respondiendo al tratamiento. Tercero, el médico o el enfermero pasan consulta, Cuarto, en el área de la farmacia se les da una pastilla para desparasitar sus panzas hinchadas, una dosis de vitamina A y la vacuna contra el sarampión. Quinto, se les entregan las raciones de comida terapéutica (pumply nut) para la semana. Y sexto, se sensibiliza a la madres sobre temas varios de higiene básica y alimentación.

Como seguimiento del programa, en cada una de las aldeas tenemos a nuestro equipo de "home visitors", que visitarán durante la semana a los niños del programa para ver su evolución y asegurar que reciben las raciones de comida. La población cuenta con tan pocos recursos que muchas veces las madres acaban por repartir la ración entre el resto de sus hijos, dificultando así la recuperación del enfermo. Para evitarlo, hemos empezado a dar a las familias raciones suplementarias de comida para asegurar que el niño afectado puede completar la dosis de ‘pumply nut'.

Al final del (largo) día, hemos visitado a más de 200 niños. El equipo está cansado pero contento por el trabajo realizado. Decidimos llevarnos a tres de los chiquillos que no están respondiendo al tratamiento para que puedan ingresar en el centro de estabilización y conseguir que mejoren. Como agradecimiento, las madres del programa nos han traído productos que cultivan en las aldeas, tomates ‘cherry', calabazas y pipas de melón  tostadas. Cargamos de nuevo todo en los coches. Justo antes de partir me invitan a subir a la montaña que queda detrás del centro y puedo disfrutar de la fresca brisa y la inmensidad del Rift Valley (Kenia) a nuestros pies.

De vuelta en Kaabong, me voy con María al hospital, dónde nos han dejado un espacio para ubicar el centro de estabilización. Al llegar, me llama la atención el buen estado en el que se encuentra el hospital, un edificio grande y bien conservado. 

Todo cambia al entrar dentro... la situación es bastante deprimente. Un fuerte hedor llega nada más entrar y los pacientes se encuentran en estancias sucias, tumbados en camas viejas y sin parecer obtener demasiada atención por parte del personal... la falta de recursos se hace muy evidente.

Visitamos el área donde se encuentra nuestro centro y me sorprende ver un columpio de madera en el patio interior.  Me explican que fue una idea de la anterior doctora del proyecto, Sahar, y que Miquel --nuestro experto en logística mallorquín-- puso en pie hace apenas unos días. Al principio, los niños no se atrevían a balancearse en ese extraño objeto, pero ahora ya se mecen con total destreza.

María me cuenta su trabajo en el centro, me explica la historia de cada uno de los pequeños y veo un brillo en sus ojos al hablarme del niño que apenas hace un par de días llegó al centro en un estado muy delicado y que hoy, ya en los brazos de su madre, vemos como toma un poco de leche. Me emociona ver su pasión por el trabajo y cómo siente suyo a cada uno de los pequeños. Me habla también de su primera misión, en Somalia, y de su frustración al ver como sus pacientes morían sin poder hacer más por ellos. De cómo su coordinador médico le hacía pensar en todos los que no habían fallecido ese día gracias a su trabajo, y de su lucha interior por nunca convertir en normal la muerte de un paciente...

Sin duda, ha sido una semana intensa. Tengo la sensación de haber aprendido, de haberme acercado a una realidad totalmente diferente. De haberme enriquecido con imágenes, sensaciones, olores y charlas que nunca podría tener en mi querida Barcelona. Estoy contento de estar aquí.

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