La despedida de la doctora Sally y una niña llamada Malik

MSF
01/03/2013

Desde que llegamos a Bulawayo, la segunda ciudad más grande de Zimbabue, nos acompañan nuestros compañeros de cámara y sonido: Pamhidzai y Moffat son dos gentlemen de Tsholotsho,  el distrito rural en el que MSF trabaja junto con el ministerio de salud en un proyecto de VIH/sida. Aquí tratamos a más de 600 adolescentes y 1.000 niños de VIH/sida. Es mucho, pero son solo la mitad de los que lo necesitan. Es una de las regiones más olvidadas a lo que la pandemia se refiere.

Zimbabue es en uno de los países del mundo más afectados por el VIH. En él cerca de 1,1 millones de personas viven con el virus. De ellas, 600.000 necesitan ser diagnosticadas y puestas bajo tratamiento con antirretrovirales. Estas personas tienen que empezar y mantener su tratamiento, porque les va en ello la vida. Resulta increíble que todavía, a día de hoy, mueran personas de sida sin que ni siquiera hayan sido diagnosticadas. Es una situación indignante porque, tal como hemos podido comprobar, existen los medios para mantenerlas con vida.

El mes que viene se celebran elecciones generales aquí, así  que en nuestras conversaciones con el personal local intentamos sacar el tema. Pero,  tal y como nos habían advertido, los zimbabueses no suelen hablar abiertamente de política. Sin embargo, las organizaciones que trabajan aquí en temas de VIH/sida deben estar muy pendientes del resultado de las eleccione: esperan poder confirmar que sigue la tendencia positiva en cuanto a estrategia de prevención y de acceso a tratamiento.

La doctora Sally

Ayer vivimos una gran experiencia con el equipo del proyecto: la doctora Sally finalizaba su misión tras un año de trabajo en Zimbabue. Para la ocasión se organizó una fiesta de despedida. Sophie y yo nos llevamos una gran sorpresa cuando, de repente, se apaga la música y cada uno de los compañeros de la doctora, uno detrás de otro, dan un pequeño discurso (¡o cantan una canción!) acerca de lo profesional y lo sweety (adorable) que es Sally y lo mucho que la van a echar de menos. A pesar de que apenas la conocemos, se nos saltan las lágrimas por la emoción. Nos hacemos una idea de lo duro que debe ser dejar un equipo así después de un intenso año de trabajo codo con codo. Pero así es la vida del expatriado.

Las mujeres del equipo son las que están más emocionadas. Sally es yemení y, por su cultura, mantiene cierta distancia con los hombres. Vemos que, a pesar de las diferencias culturales, los trabajadores de MSF tienen muy clara su misión. No importa de dónde vengas, cuáles sean tus creencias, cómo te vistas o qué comas: lo realmente importante es el porqué estás en MSF, trabajando a miles de kilómetros de los tuyos.

Una pequeña Malik

Hemos dejado lo mejor para el final: hoy hemos viajado hasta  Makasa, una provincia a 20 km del hospital, y no os vais a creer lo que nos ha pasado. ¡Hemos conocido a Malik! ¡sí, sí, de verdad! La madre de la niña participó hace cinco meses en la creación de la campaña “Amigos de Malik”. Y cuando dio a luz, llamó Malik a su bebé. ¡Qué ilusión!  Y un dato importante: Malik ha nacido sin el VIH, aunque tanto su madre como su padre son seropositivos.

Sophie y yo vemos en los bracitos regordetes de esta niña el resultado del trabajo de MSF en el terreno.  Además,  al mismo tiempo, vemos el resultado del trabajo de comunicación sobre la realidad de miles de personas en todo el mundo. Comunicar sobre MSF no es solo hablar de tragedias y catástrofes; es también hablar de niños como Malik, que gracias al esfuerzo de muchos (médicos, enfermeros, logistas, administadores, conductores y por supuesto socios y colaboradores de MSF) tendrá la posibilidad de empezar su vida sin la condena del sida.