En Liberia, la COVID-19 ha dejado a muchos pacientes de salud mental sin su tratamiento

La pandemia de coronavirus añade aún más desafíos para los pacientes con epilepsia y afecciones mentales. Muchos no pudieron seguir con su tratamiento o recoger sus medicamentos a causa de las restricciones.

MSF
13/10/2020

La pandemia de COVID-19 ha generado muchos desafíos para los pacientes con epilepsia y afecciones mentales en Liberia. La epidemia ha ahondado su aislamiento social y causado la interrupción del tratamiento en algunos casos.

Médicos Sin Fronteras (MSF) apoyamos en el tratamiento de más de 1.400 personas con epilepsia o enfermedades mentales en colaboración con cinco centros de salud en la capital, Monrovia y sus alrededores. El programa clínico se refuerza con equipos de trabajadores psicosociales y voluntarios en las comunidades, promoviendo los servicios de salud mental y apoyando a las familias en el cuidado de los pacientes. Muchas actividades se vieron interrumpidas tras la identificación de los primeros casos de COVID-19 en Liberia en marzo.

"Tuvimos que trabajar de manera diferente para proteger al personal y a los pacientes debido a los riesgos de la COVID-19", recuerda Justine Hallard, coordinadora de nuestro proyecto de salud mental. "En lugar de atender a los pacientes en hogares y centros de salud, comenzamos a brindar consultas telefónicas y a distribuir, cada mes, los medicamentos en el exterior de las instalaciones".

Los casos confirmados de COVID-19 alcanzaron su cota máxima en junio, aunque las pruebas siguen siendo limitadas. Después de confinamiento nacional, el Gobierno levantó parte de las restricciones y los centros de salud que respaldamos reanudaron la atención en persona para la mayoría de los pacientes de salud mental en julio y agosto. Otros 140 pacientes se inscribieron en el régimen de tratamiento y nuestro equipo comenzó a realizar visitas domiciliarias a más de una treintena de pacientes con afecciones graves que no podían acudir a los centros de salud.

"Estamos encontrando demasiados casos en los que los pacientes abandonaron el tratamiento y recayeron mientras no podíamos verlos", explica Emmanuel Ballah, nuestro supervisor de salud mental. "Las personas que salieron de la ciudad a causa del COVID-19 en un primer momento no pudieron regresar a causa de las restricciones de movimiento, mientras que otras no tenían móviles para que pudiéramos localizarlas, por lo que no pudieron recoger sus medicamentos cuando organizamos las distribuciones mensuales".

Las personas con trastornos tan variados como la epilepsia, la depresión o la esquizofrenia tienen un mayor riesgo de sufrir daños cuando no se dispone de tratamiento. Incluso antes del COVID-19, la Organización Mundial de la Salud reveló que tres de cada cuatro personas con un trastorno mental o neurológico no recibían tratamiento médico en países de bajos ingresos como Liberia, lo que a menudo conduce a síntomas incontrolados y a la exclusión de las escuelas y lugares de trabajo.

Es habitual que en Liberia no están disponibles los fármacos adecuados, ni siquiera en el único hospital psiquiátrico con el que cuenta el país. Esta escasez es especialmente profunda este año, ya que la COVID-19 ha afectado a la economía del país en general, así como a los suministros y servicios médicos en particular.

En Liberia, una de las principales causas de muerte entre los pacientes con epilepsia es el ahogamiento provocado por convulsiones. Otros pueden sufrir una atención inadecuada por parte de sus familiares en momentos de mayor dificultad, aislamiento y síntomas incontrolados.

"La crisis de COVID-19 puso a los pacientes en una situación extremadamente vulnerable", explica Hallard. "Las familias han estado luchando aún más para cuidar a los pacientes en el hogar. Desafortunadamente, hemos visto 22 muertes en los primeros nueve meses de este año entre nuestra cohorte de pacientes, después de que vimos 17 muertes durante todo el año pasado. Esto puede deberse a su condiciones médicas o por negligencia de sus cuidadores".

Las experiencias de este año solo han subrayado la importancia de apoyar a las familias y comunidades en el cuidado de las personas con trastornos de salud mental y neurológicos. El seguimiento de los pacientes que interrumpieron el tratamiento prematuramente es una prioridad urgente para nosotros.

"Recientemente vimos a un niño de 11 años que sufría ataques epilépticos incontrolados", dijo Marieke van Nuenen, gerente de nuestras actividades de salud mental. “El niño había dejado de venir a la clínica en junio. Su familia es muy pobre y viven en una fábrica abandonada en una zona rural. Mientras hablábamos con su familia, tuvo varias convulsiones y parecía muy angustiado. No podía caminar, sufría de desnutrición y necesitaba ser hospitalizado".

Su condición mejoró con el tratamiento en nuestras instalaciones pediátricas en el Bardnesville Junction Hospital de Monrovia, pero sus convulsiones continuaron. Mediante visitas domiciliarias, todavía estamos ajustando su medicación para reducir aún más sus convulsiones.

"A menudo necesitamos varias semanas o, a veces, un mes o más, para ajustar el tratamiento y prevenir las convulsiones", dice van Nuenen. "Hemos estado aumentando el tratamiento con el consejo de nuestro pediatra del hospital, y el niño está mejor, tiene menos convulsiones. Su familia está muy feliz ahora que ven que el medicamento está funcionando".