Nepal día dos: no importan las réplicas... (por Emma Pedley, enfermera de MSF)

MSF
02/05/2015

Salí del Reino Unido en la noche del domingo 26 con destino a Katmandú.

Debido al pequeño tamaño del aeropuerto de Katmandú, a las interrupciones frecuentes debidas a las réplicas del terremoto, al volumen de turistas que abandonaban el país y al volumen aún mayor de ayuda que entraba, la programación de los vuelos se volvió aleatoria y cambiante.

Tanto a mí y como al equipo de búsqueda y rescate del Servicio de bomberos británico junto al que viajaba nos superaba la impaciencia de llegar y trabajar; muy pronto nuestro lema fue "date prisa y espera".

No obstante, me considero afortunado. Tras solo 24 horas de retraso en Delhi pude unirme al equipo de MSF en Katmandú.

Al llegar de noche, era difícil ver a través de las ventanillas del taxi el estado exacto de la ciudad, pero me alivió ver todavía la silueta de muchos edificios altos contra el cielo nocturno. Pasamos junto a varios muros derruidos y edificios desplomados, pero en general las carreteras (por lo menos las que tomamos) eran practicables.

Algunas rutas de las que tomamos me resultaron vagamente familiares, pero una gran rotonda en concreto estaba extrañamente cambiada. La estupa budista del centro parecía extrañamente deformada y llena de bultos alrededor de la parte inferior. Pasamos de largo antes de que pudiera verla con más detalle.

Al día siguiente, conduciendo de nuevo por la ciudad, algunos detalles desgarradores se hicieron más patentes. Solo una de cada 10 tiendas estaba abierta, las otras estaban cerradas a cal y canto, y sus propietarios, ¿quién sabe dónde? Heridos, buscando parientes en el campo, es imposible estar seguro.

En general, la ciudad ha aguantado sorprendentemente bien, al menos las partes más modernas y de mayor poder adquisitivo. Como siempre ocurre en cualquier desastre, son los pobres quienes sufren la peor parte. Cuando pasamos de nuevo por la rotonda, la razón de su apariencia distorsionada se hizo evidente. Un pequeño asentamiento de tiendas y refugios de lona había surgido en su base; familias enteras sin hogar o demasiado traumatizadas y temerosas de los temblores para regresar a los hogares que habían dejado.

El mismo patrón de desplazados se repite en todos los espacios abiertos de la ciudad. Las casas de ladrillo más antiguas muestran grietas, techos caídos y paredes derrumbadas. Pasamos junto a un edificio al lado de la carretera al que parecía como si una mano gigante hubiera arrancado la pared externa dejando las habitaciones crudamente expuestas, como si fuera una casa de muñecas en ruinas.

Hay algo profundamente discordante acerca de poder ver tan íntima e intrusivamente la casa de alguien así, con todas las señas de la vida cotidiana bruscamente interrumpidas plasmadas en los objetos abandonados: una cama doble colgando tristemente de una tercera planta abierta, un escritorio y una silla en la habitación de al lado, abandonados. Tantas cosas personales, y la gente aún tiene demasiado miedo de volver a su casa para recuperarlas.

Más tarde ese día, ya de regreso, vimos a una pequeña multitud reunida junto a una pared derrumbada en la base de ese mismo edificio. El montón de ladrillos era ahora un poco más alto, y en su base se veía la figura inmóvil de un hombre totalmente cubierto de polvo. Ese es el precio que la gente está pagando por arriesgarse a entrar en sus propios hogares.

Los equipos de MSF que se han reunido en Katmandú son una extraña mezcla de personal expatriado que estaba en Nepal de vacaciones (sobrevivieron al terremoto) y que se quedaron para ayudar. A esto se suman dos veteranos de MSF con grandísima experiencia que estaban aquí para preparar una formación internacional, y el resto de nosotros, que lo dejamos todo y nos metimos en aviones en nuestros países de origen para arrimar el hombro. 

Imagen eliminada.La última misión activa de MSF en Nepal se cerró en 2011, y afortunadamente todavía tenemos una sólida red de ciudadanos nepalíes tanto en la capital como en las zonas más remotas, muchos de los cuales han regresado para trabajar con nosotros. Esto es muy valioso y nos ha permitido prepararnos mucho más rápido de lo que hubiéramos podido de no contar con ellos. La atmósfera del equipo es amable y muy enérgica. En esta etapa, tras solo unos pocos días de nuestra respuesta, ya se han realizado viajes y evaluaciones en los principales hospitales de la ciudad y también en algunos de los campos de desplazados más grandes.

El sentimiento imperante entre el equipo es de alivio. Muchos de los colaboradores de MSF que hay aquí también trabajaron en Haití después del terremoto, y aunque hay muchos paralelismos, los daños y la cantidad de fallecidos parecen ser más limitados.

Aquí entran en juego muchos factores, el mayor de los cuales es el momento en que se produjo este terremoto en particular. Fue durante el día, un día seco, y era sábado. Había mucha gente en espacios abiertos, los niños no estaban en las escuelas que se derrumbaron y, por tanto, la pérdida de vidas ha sido mucho más reducida. Imagínese si el mismo temblor se hubiera producido tan solo 24 horas antes, en un día laborable lluvioso.

Ha habido algunos temblores más desde entonces. Las réplicas son totalmente normales y de una escala reducida comparadas con el sismo inicial de 7,8. Sin embargo, dejan en vilo a la población local, para la que cada temblor trae recuerdos y temores de otro más grande. No obstante, para alguien nuevo aquí son un rumor leve, tal vez como un camión que pasa por la calle, del que apenas te das cuenta. Incluso seguí dormido durante una de las réplicas más grandes hace un par de noches.

Nuestro plan inmediato es crear clínicas y evaluar las necesidades en las áreas remotas, en las que nos solemos concentrar, para llegar adonde nadie más puede o desea. Este tipo de trabajo en este tipo de terreno está lleno de desafíos. La geografía extrema y los caminos intransitables hacen imposibles casi todos los medios de transporte salvo el helicóptero para salir del valle de la ciudad. El clima extremo, la posibilidad de nuevos corrimientos de tierra y el mal de altura hacen que trabajar una vez hemos alcanzado el lugar sea muy arriesgado. Y la dispersión de los pequeños asentamientos significa que se necesitan varios viajes y evaluaciones en un solo día.

Imagen eliminada.Las HeliClinics de los últimos dos días (compuestas por un médico, una enfermera, una enfermera para apoyo psicológico y un experto en agua y saneamiento) lograron visitar un total de 18 lugares distintos, hicieron evaluaciones rápidas de las necesidades más acuciantes de las aldeas y trataron a un total de 80 personas por heridas e infecciones. Conforme escribo estas líneas, se están distribuyendo también equipos de refugio y mantas, y mañana (domingo) es probable que sea mi turno en las HeliClinics, ya que los equipos rotan para evitar el cansancio.

Hasta el momento, obstaculizado por la falta de helicópteros disponibles, no he podido "meter mano" mientras viajaba hasta aquí y he estado haciendo lo que ha hecho falta: salir con compradores locales para adquirir artículos de logística, ayudar con la ingente tarea de recibir y preparar para su distribución las 15 toneladas de suministros médicos que ya han llegado... ¡Y hay más por venir!

Lo curioso es que primero pensé que la falta de contacto con los pacientes sería frustrante, y en cierto modo lo es, pero simplemente estar aquí tiene su lado bueno, ayudo en lo que hace falta para apoyar a los médicos que hemos podido movilizar.

Y es suficiente para ver cómo el país que todavía amo se va rehaciendo. La gente en la calle compra, vende, vive e incluso ríe; los equipos de limpieza hacen cadenas humanas para despejar los escombros y reabrir carreteras. Las maravillosas personas de este increíble país siguen siendo hermosas.

Magullados y maltratados tal vez, pero firmes.