Níger: “Ya nos estamos preparando para el siguiente pico”

Côme Niyomgabo, burundés de 40 años, ha coordinado durante nueve meses el proyecto de MSF para reducir la mortalidad infantil en Bouza, un distrito rural en la región de Tahoua, Níger. Ahora, al finalizar su misión, repasa su experiencia.

MSF
22/01/2014

¿Cómo está ahora mismo la situación en Bouza?

Venimos del momento más difícil del año: el periodo de escasez de alimentos, cuando se dan más casos de desnutrición, que coincide con el aumento de los casos de malaria porque es plena estación de lluvias. Entre junio y octubre es un periodo crítico para los niños más pequeños. Desde principios del mes de noviembre hemos visto una disminución del número de niños enfermos en el hospital, así que el periodo más difícil está llegando a su fin. Sin embargo, esta es una crisis crónica que se repite cada año y por eso ya nos estamos preparando para el siguiente pico. Gracias a nuestra experiencia, sabemos que es muy importante anticiparse, y que necesitamos un equipo formado y listo para responder. Precisamente, en Bouza, un distrito muy rural, la falta de recursos humanos cualificados es una gran dificultad, como también lo es el acceso a las estructuras de salud. Los pueblos suelen estar alejados y durante la temporada de lluvias, las carreteras son muchas veces impracticables.


¿Cuáles han sido las principales actividades del proyecto en los últimos meses?

Dos de las principales causas de mortalidad infantil en Níger son la malaria y la desnutrición. Durante los meses más críticos hemos hecho un gran esfuerzo para que los niños enfermos reciban un tratamiento efectivo lo antes posible. El sistema de salud en Bouza está compuesto por pequeños puestos de salud donde hay un agente de salud, que es una persona con una mínima formación sanitaria; luego están los centros de salud integrados donde debería haber personal de enfermería, aunque por desgracia no es siempre así; y finalmente está el hospital del distrito en el pueblo de Bouza. En 2013, MSF ha puesto en marcha en varias áreas de Bouza un programa conocido como PECADOM, que consiste en acercar lo más posible al enfermo medios simplificados para diagnosticar y tratar la malaria y otras patologías. Para eso se han formado “agentes de malaria” que trabajan mano a mano con los agentes de los puestos de salud y que deben detectar de forma temprana los casos de malaria, tratarlos si es posible y si no referirlos.

También hemos puesto en marcha la quimioprevención de la malaria estacional, que consiste en dar a los niños entre 6 meses y 5 años un tratamiento para evitar contraer la enfermedad; se realiza una vez al mes durante los cuatro meses de mayor transmisión de la malaria, entre julio y octubre. Los niños que siguen esta estrategia tienen muchas menos posibilidades de tener malaria y si la tienen, seguramente no será la forma grave. La estrategia ha tenido una gran aceptación por parte de la población. En cada nueva ronda, nos llegaban más niños porque se corría la voz a aldeas cada vez más lejanas. Ahora mismo si hablas con la población de la zona donde hemos hecho esta estrategia, te dice que nunca han visto menos casos y que se ha notado que ha habido menos niños ingresados por causa de la malaria.


La implicación de la comunidad es esencial en los proyectos de MSF, ¿nos puedes explicar cómo trabaja MSF en este sentido?


Hacemos muchas actividades de sensibilización para la comunidad. Nuestros equipos trabajan con unos 140 voluntarios en las aldeas, pasando mensajes básicos de medidas de higiene, como prevenir la desnutrición, la malaria, qué hacer si el niño cae enfermo, etc. El rol de estos voluntarios es muy importante para tener acceso a la población y para hacer pasar nuestros mensajes.

También hemos puesto en marcha una estrategia conocido como “mamás luz” dirigida a los niños en riesgo de sufrir desnutrición aguda severa. Las madres de estos niños entran dentro de un grupo donde hay otras madres que han sido formadas por MSF en cómo preparar la comida local de forma que puedan sacarle el máximo provecho y cubrir las exigencias nutricionales del niño. Todas las madres llevan sus propios alimentos, cocinan juntas y luego dan de comer a los niños. Es una buena estrategia para que la comunidad se sienta responsable del tratamiento y la prevención de la desnutrición, respetando el factor cultural y comunitario del país.

Diferentes líderes de opinión, así como jefes tradicionales o religiosos también colaboran con nosotros en las actividades de movilización comunitaria.


¿Qué imagen o historia podría resumir tu experiencia en Bouza?

Un día acompañé al responsable médico de la zona a visitar un pequeño puesto de salud. Cuando el agente de salud responsable de la pequeña estructura, nos abrió la puerta, vimos que estaba muy sucia y desordenada. Esperé a ver la reacción del responsable médico, pero continuó en silencio, eso me sorprendió. Cuando salimos, me explicó: “Si le digo que es inaceptable mañana se irá a trabajar a otro lugar, porque hay mucha falta de personal y esta gente se quedará sin ninguna atención”. Le dio una serie de recomendaciones y por nuestro lado, le pedimos nuestro enfermero que le apoyara más, con formaciones y supervisión. La situación mejoró mucho. Usando este ejemplo, otros agentes de salud también han mejorado la situación de sus puestos de salud. Al final, conseguimos un cambio muy positivo.

Esto demuestra que nuestro trabajo puede realmente cambiar las cosas positiva y rápidamente. Ver a los niños que llegan hasta nosotros en un estado grave por la desnutrición y otras enfermedades, y ser testigos de su rápida recuperación y la sonrisa de su madre… Esta es la imagen más fuerte de mi experiencia allí.