“Si el nombre es VIH/sida, el apellido es África subsahariana”

Mari Carmen Viñoles y Jean François Saint-Sauveur empezaron a trabajar con MSF en 2006. Después de varias misiones, ambos aterrizaron en Harare, la capital de Zimbabue, en abril de 2009. Ella como coordinadora general de los proyectos de MSF y él como coordinador médico. A continuación, repasamos con ellos su experiencia en uno de los países más afectados por el VIH del mundo.

MSF
21/12/2012

¿Qué situación os encontrasteis al llegar a Zimbabue?

Mari Carmen: En abril de 2009 había una grave crisis económica en el país. Muchos lugares estaban cerrados, faltaban productos en los supermercados... Los centros de salud, que habían tenido que cerrar sus puertas, volvían poco a poco a abrir porque empezaban a recibir fondos extranjeros para pagar el sueldo de médicos y enfermeras. El sistema de salud que estaba prácticamente colapsado, apenas empezaba a remontar.

Jean François: Llegamos a Zimbabue justo cuando empezaban a descender los casos de cólera, en la epidemia que asoló el país. En cuanto al VIH/sida, menos del 30% de las personas que necesitaban terapia antirretroviral (TAR) la recibían, y además se comenzaba el tratamiento con unos niveles de CD4 muy bajos, así que la gente estaba muy mal cuando por fin empezaba con la TAR.


Habéis estado más de tres años en el país, ¿cuáles son los principales cambios que habéis visto? ¿Ha mejorado la situación de la población?

MC:
De abril de 2009 a noviembre de 2012, los cambios han sido muy importantes. A nivel político se ha creado el Gobierno de Unidad que, aunque no ha funcionado en muchas cosas, ha permitido que la oposición forme parte del Gobierno. Además, con la introducción del dólar como moneda en febrero de 2009 se consiguió estabilidad a nivel económico. Esto ha revertido en una mayor confianza de los donantes en las instituciones y el Ministerio de Salud y se han podido implementar programas para luchar contra el VIH.

En adultos VIH-positivos que necesitan iniciar tratamiento de manera urgente, hemos pasado de un 30% a un 80% que ahora mismo lo están recibiendo. Otro ejemplo: cuando llegamos al país, se proporcionaba ARV en menos de 100 centros de salud, ahora son casi 500. Todavía no es lo que debería porque hay un poco más de 1.500 centros de salud en el país, pero vamos en la dirección adecuada. Es verdad que el año que viene hay elecciones, y tenemos que ver qué pasa después para poder confirmar que sigue esta tendencia positiva.

JF: Hemos visto cambios rápidos porque el país todavía tenía una capacidad residual. Durante estos últimos tres años, ha habido momentos en que cada mes empezaban tratamiento ARV 8.000 personas. Esto es una prueba de la capacidad que el sistema de salud tenía de reponerse y de cómo, con los recursos y las políticas adecuadas, se puede hacer mucho. También ha habido cosas en las que los cambios han sido lentos porque el sistema en Zimbabue está muy regulado y toma tiempo que una política se traduzca en estrategias que se implementen en todo el país.


¿Qué ha sido lo más difícil de vuestro trabajo?

MC:
Lo más difícil fue crear un espacio para MSF como organización médico-humanitaria y dejar de ser percibida como un donante. Cuando llegamos al país, no había un espacio donde MSF pudiera trabajar como socia del Ministerio de Salud y así apoyarle para implementar mejores estrategias que pudieran mejorar la vida de los pacientes.

Luego a nivel personal, lo más duro es ver que queda mucho por hacer. El sida sigue siendo una emergencia humanitaria y no podemos darla por finiquitada. ¡En Zimbabue siguen muriendo más de 1.200 personas debido al VIH/sida  a la semana!

JF: Ganar ese espacio ha sido vital para, por ejemplo, poder trabajar con el Ministerio de Salud en los protocolos nacionales y conseguir así que nuestro impacto vaya más allá de los distrito donde damos atención directa.


El trabajo de MSF en Zimbabue se centra en dar respuesta al VIH/sida. ¿Cuáles son las necesidades humanitarias más urgentes en este tema?

MC: Por un lado tenemos que seguir poniendo a nuevos pacientes en tratamiento, y por otro mantener un buen nivel de atención para las miles y miles de personas que ya están en terapia ARV. Ha habido grandes avances en los últimos años – descentralización del tratamiento, llevarlo hasta los centros de salud, mejor sistema de distribución de los medicamentos en el país, etc. – pero habrá que ir más allá y asegurar la calidad de la atención. Ahora mismo el número de personas que abandona el tratamiento es demasiado elevado, así que tenemos que asegurarnos de que esto mejora.

JF: A día de hoy, mueren personas de sida sin que ni siquiera hayan sido diagnosticadas. Esto es inadmisible porque tenemos los medios para mantenerlas con vida. En Zimbabue hay alrededor de 1,1 millones de personas que viven con el VIH, de las cuales 600.000 necesitan ser diagnosticadas y puestas bajo tratamiento ARV. Estas personas tienen que empezar y mantener su tratamiento, porque les va en ello la vida. El coste económico global es muy alto pero tenemos que ser capaces de mantenerlo.

Además sabemos que el estigma, la discriminación siguen siendo un grave problema. Un diagnóstico de VIH no es un diagnóstico cualquiera.


¿Qué retos quedan por delante?

 MC: El sida pediátrico y la atención a los adolescentes son los grandes olvidados. Y también tenemos mucho por hacer para evitar que más niños sigan naciendo con el virus.

JF: Las mayores desigualdades las vemos con los niños. Como médicos vemos niños con VIH que no tendríamos que ver porque no deberían haberse infectado. Todavía carecemos de formulaciones pediátricas de tratamientos o formulaciones para adultos más sencillas (una sola pastilla al día). También en el tema de los adolescentes, necesitamos programas de salud sexual y reproductiva específicos para ellos.


En los últimos años, los donantes internacionales han dado un paso atrás en su apoyo a los programas de sida. Esta tendencia se materializó a finales de 2011, cuando el Fondo Mundial de Lucha contra la sida, la malaria y la tuberculosis anunció que cancelaba su Ronda 11 de financiación. ¿Cuál es la situación actual en Zimbabue?

MC:
Zimbabue ha sido uno de los países de la región menos afectados por la cancelación de la Ronda 11. El país recibió hace poco el dinero de la Ronda 8 – una ronda para cinco años y una de las mayores de la historia del Fondo Mundial – y en principio está cubierto hasta diciembre 2014. Es verdad que en 2014 ya habrá programas que si no han conseguido otra financiación empezarán a flojear por lo que hay que seguir muy de cerca está situación. Sobre todo porque el Fondo Mundial está cambiado algunas de sus políticas de financiación, y puede que en el futuro no se consiga el dinero necesario.


¿Con qué imagen/anécdota os quedarías de vuestro paso por Zimbabue?

MC: Yo me quedaría con dos imágenes. Por un lado, los grupos de apoyo de madres, donde mujeres seropositivas que ya han seguido el programa para evitar transmitir el virus a su hijo apoyan a otras madres que viven por primera vez la experiencia. Ver todo el trabajo voluntario que hace esas madres, la pasión con la que hablan del programa, del milagro de que sus hijos hayan nacido negativos es impresionante.

 En segundo lugar me quedaría con las abuelas. En Zimbabue hay un millón de huérfanos por el VIH y en la mayoría de los casos, las abuelas se encargan de ellos. Son mujeres de 60, 70 años que a veces se hacen cargo de 7 ó 8 niños. Llevan luchando toda la vida y siguen. Las ves llegar al centro de salud, cargando a sus nietos, porque no quieren que se pierdan ninguna visita. El coraje, la pasión, la esperanza que transmiten son lecciones de vida.

JF:
En los países desarrollados, los pediatras en atención primaria suelen ver a los niños solo para las vacunas y el seguimiento del crecimiento. Y los médicos de familia casi nunca ven a los adolescentes porque están sanos. Pero si hablamos de sida, hablamos de África; si el nombre es VIH/sida, el apellido es África subsahariana, y aquí hay un cambio de paradigma. En Zimbabue, nuestros centros de salud están llenos de niños y adolescentes. Solo en Tsholotsho, un distrito rural, tenemos a 600 adolescentes y 1.000 niños en tratamiento y es solo la mitad de los que lo necesitan. Tenemos que adaptar nuestras estrategias a estos pacientes.
Las infecciones de VIH como consecuencia de la falta de prevención no se pueden permitir. No podemos normalizar una situación que no es normal.


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