RCA: ‘Sin atención médica en Boguila, nuestros hijos caerían como hojas muertas de un árbol’

Hace un año, 19 centroafricanos, incluidos tres miembros de Médicos Sin Fronteras (MSF), fueron asesinados durante un robo armado en las instalaciones del hospital de la organización en Boguila, en el noroeste de la República Centroafricana (RCA). Un año después de aquel 26 de abril de 2014, un equipo de MSF sigue dando respuesta a las necesidades médicas en el área de Boguila, donde continúa la inseguridad y ningún otro actor presta asistencia sanitaria a la población.

MSF
24/04/2015

Es un viernes cualquiera en el centro de salud de Boguila, que funciona con apoyo de MSF. Christelle, una joven embarazada de 19 años, llega a primera hora de la mañana y da a luz sin complicaciones. Son las 9,30. El bebé, su segundo hijo, es una saludable niña de tres kilos. A la hora del almuerzo, cuando el bebé ha recibido sus primeras vacunas, madre e hija pueden irse con su familia aunque volverán pronto para los controles postnatales.

Christelle es una de las casi 90 mujeres que dieron a luz en este centro de salud en los primeros dos meses de este año. Vive cerca, en la ciudad de Boguila, pero muchas otras mujeres embarazadas llegan desde mucho más lejos para parir o recibir atención tras un parto complicado en casa que les ha provocado hemorragias o una infección. Llegan en bicicleta, moto o a pie, incluso por la noche. Algunas tienen que viajar hasta 50 kilómetros.

“Las mujeres sufren mucho. El nacimiento de un bebé es un momento de dolor, pero también de alegría", dice Rache Ndoyan, comadrona y madre ella misma de seis hijos. “Lucho junto a MSF contra la mortalidad en Boguila. Lo más importante es que lo hacemos con atención médica gratuita”, añade. Y lo hacen en el mismo hospital donde hace un año murieron 19 personas. La vida se impone.

Justo después de la tragedia, MSF tomó la decisión de reducir sus actividades. Ahora, el lugar es un centro de salud más que un hospital, con un equipo sanitario local que atiende consultas externas que incluyen salud reproductiva, vacunas y tratamiento contra la malaria, desnutrición, VIH y tuberculosis. La salud de las personas sigue siendo prioritaria en un área en la que no hay ningún actor que provee atención médica.

“La malaria es la principal enfermedad, especialmente entre los niños: la mitad de los pacientes que dan positivo tienen menos de cinco años”, explica Elysée Tando, supervisor del centro. “Las infecciones respiratorias son también comunes, así como los parásitos y, en los más jóvenes, las diarreas. La gente pasa mucho tiempo en los campos por la cosecha o entre la maleza por miedo a la violencia, y eso tiene consecuencias para su salud. A veces incluso tienen miedo de ponerse en el camino para venir a vernos”.

Cada vez que se extiende el rumor del ataque de un grupo armado, la comunidad entera es presa del miedo, y tanto los pacientes como el personal sanitario tienen que huir a refugiarse en el bosque. La inseguridad en Boguila, como en muchas otras zonas del país, restringe los movimientos de los equipos de MSF y les complica el acceso a grupos de gente que se esconden. Por ello, MSF siempre busca alternativas para poder prestar atención sanitaria a los que viven en las zonas más remotas. En los alrededores de Boguila, MSF da apoyo a cuatro puestos de salud en los que se intenta detectar a los pacientes de malaria con fases iniciales de la enfermedad. Lo mismo se hace en el centro de salud principal de Boguila, desde donde se derivan los casos más graves al hospital más cercano, que se encuentra a dos horas en coche, en Paoua, y que también tiene el apoyo de MSF.

MSF trabaja en Boguila desde 2007. En 2014 se atendieron 194,157 consultas, más del 80 % de ellas relacionadas con malaria, y se asistieron 453 partos.

 

 


 

MSF trabaja en República Centroafricana desde 1997 y, actualmente, cuenta con más de 300 trabajadores internacionales y más de 2.000 trabajadores centroafricanos en el país. Desde diciembre de 2013, MSF ha doblado su nivel de asistencia médica como respuesta a la crisis. Actualmente desarrolla una veintena de proyectos, incluidos varios para atender a los refugiados centroafricanos en los países vecinos de Chad, Camerún y la República Democrática del Congo.

 

Voces desde Boguila

Imagen eliminada.Lois, 37 años. Auxiliar de enfermería. Trabaja con MSF desde 2009.

El día del incidente en el hospital fue terrible, el peor de mi vida. Aún estaba en casa preparándome para ir a trabajar cuando vi unos coches que llegaban a Boguila, y luego oí disparos. Ahora, cuando oigo ruidos fuertes cerca de mí, me entra miedo y quiero salir corriendo. Ya he huido un par de veces en los últimos meses por rumores de la llegada de hombres armados a la ciudad. También he tenido que irme con los compañeros de trabajo al bosque durante horas. Es muy difícil trabajar así, pero las necesidades de salud de la gente son enormes y MSF es el único que las está cubriendo. Vienen muchos pacientes, a menudo con niños. Sin atención, sin MSF en Boguila, nuestros hijos caerían como hojas muertas de los árboles”.

 

 

Imagen eliminada.Gladice, 35 años. Comadrona asistente. Trabaja con MSF desde 2006.

“Durante el ataque, yo estaba tomando un descanso en casa, cerca del hospital. Los disparos se fueron haciendo cada vez más intensos. Tenía tanto miedo… pensé que era el fin. Nos quedamos tirados en el suelo 45 minutos. Solo cuando se acabó el ruido pudimos levantarnos e ir a ver qué había pasado. De camino, un colega nos informó sobre la muerte de un compañero y nos pidió que fuéramos a atender a los heridos. Llevamos a tres de ellos que aún estaban con vida al área de hospitalización. Sigo trabajando con MSF para ayudar a mi gente, que necesita atención médica desesperadamente”.

 

 

Imagen eliminada.Ghislain-Serge, 37 años. Técnico de laboratorio. Trabaja con MSF desde 2006.

“Uno de los colegas que murió era amigo mío. Me quedé dos días para reorganizar el laboratorio y luego me fui a Bangui. Allí está mi familia, mis hermanos y mis primos. El día que llegué a Bangui, un hombre fue asesinado en una calle cercana mientras yo volvía a casa, y mi primo me recordó que eso era lo mismo que yo había vivido en Boguila. La violencia está en todas partes. No pensé en dejar el trabajo con MSF tras el incidente, pero sí analicé los riesgos y me pregunté si quería seguir corriéndolos. Me di cuenta de que en mi país estamos todos en riesgo. Conozco tanto personas que han muerto por violencia como por enfermedad, por falta de medicamentos y asistencia sanitaria. Quiero seguir trabajando con MSF. Si lo hago puedo desarrollarme profesionalmente y también apoyar a mi gente en mi país, donde sin MSF no habría atención médica”.