RCA: esperando que la violencia llegue a su fin

En la República Centroafricana el 67% de la población vive con menos de un dólar al día.

MSF
29/06/2006

Prospere y su familia viven en el bosque desde hace seis meses. Huyeron de su aldea cuando los militares llegaron cuatro días antes de Navidad, incendiaron todas las casas y mataron a un hombre. Ahora Prospere y su familia, 13 personas en total, viven en dos pequeños refugios que construyeron ellos mismos a cinco kilómetros en el interior del bosque. Prospere ha tenido “suerte”, algunos de sus vecinos han tenido que esconderse todavía más lejos, hasta a 15 kilómetros de su aldea. Todos deben ir a su aldea para bombear agua cada vez que la necesitan.

Los refugios en el bosque son rudimentarios. Consisten en un muro circular de paja probablemente trenzada con otro montón de paja como tejado. Estos refugios no protegen de la lluvia, ni del calor ni de los mosquitos y como cada uno sólo tiene un par de metros de diámetro, sus habitantes viven increíblemente hacinados. Aunque los aldeanos quieren regresar a sus hogares no pueden, todavía tienen demasiado miedo.

Prospere no está solo. En los últimos seis meses, se estima que unas 50.000 personas se han visto obligadas a huir de sus hogares a causa del miedo. Aproximadamente, 20.000 personas han cruzado la frontera con Chad y el resto se esconden en el bosque. Cuando uno viaja por el norte de la República Centroafricana hay largos tramos de carreteras vacíos bordeados de aldeas desiertas, aldeas fantasma. Ocasionalmente, puede encontrarse una bolsa en el camino, dejada caer de repente al oír acercarse un vehículo durante la huida hacia el bosque, o puede verse a alguien huyendo en la distancia.

“Me encontraba en casa cuando llegaron a la aldea. Todos temíamos que se produjesen ataques porque sabíamos que los había habido pocos días antes. Por lo tanto cuando escuché el vehículo cogí a mis tres hijos y huimos solamente con lo puesto. Todo lo que teníamos fue reducido a cenizas”. - Mujer que ahora vive en el bosque en RCA.

Muchos han huido a Chad porque tienen demasiado miedo de quedarse en la zona y esperan que la vida en un campo de refugiados sea algo más fácil que en el bosque.

“Vinieron a mi aldea y nos dispararon a todos. Hubo muchos heridos. Mi esposa y yo corrimos para poner a salvo nuestras vidas. Fue durante la huida que recibí tres disparos: en el muslo, en el brazo y en la cara. Tuve suerte. Mi esposa me llevó hasta la frontera en una carretilla, pero otros murieron. Y todos en la aldea huyeron, allí ya no queda nada. Muchos están aquí en el campo. No regresaré, no puedo correr, así que si volviesen me matarían”. - Hombre que ahora vive en Goré, Chad.

La violencia y el miedo en la región hacen estremecer y las condiciones de vida para las personas que huyen a los bosques son increíblemente duras. Sin embargo, la violencia viene a añadirse a otras muchas dificultades a las que los civiles ya hacen frente en este país. Actualmente, el 67% de la población (casi toda la población habita en zonas rurales) vive en una situación de absoluta pobreza, con menos de un dólar al día. Le mayoría de las personas no vive más de 42 años. Uno de cada cinco niños no llega a su quinto cumpleaños. El vandalismo violento es una práctica desde hace tiempo generalizada.

La violencia reciente en la zona no ha hecho más que empeorar las cosas. Las personas que viven en el bosque son mucho más vulnerables a la enfermedad, y sin embargo ahora tienen menos acceso a la atención sanitaria que cuando vivían en sus pequeñas aldeas.

Incluso antes de que la violencia empezase, sólo había un médico por cada 90.000 personas en esta región. Aunque solía haber unos pocos puestos de salud con quizá una enfermera o un farmacéutico, muchos han cerrado debido a la reciente oleada de violencia o a los conflictos que estallaron en 2003 y 2001. En la zona donde trabaja MSF, todos los puestos de salud excepto dos han cerrado. Donde hay asistencia sanitaria, ésta no es gratuita. La atención médica debe pagarse y hay muy pocos que puedan permitírselo.

Ahora que MSF proporciona asistencia sanitaria, los pacientes recorren distancias increíbles, algunos caminan hasta 70 kilómetros para llegar a las clínicas de MSF. No les queda otra elección.

La gente lo perdió todo cuando huyó: sus hogares, sus pocas pertenencias, sus semillas. Las escuelas de las aldeas están cerradas, los puestos de salud están cerrados, aldeas enteras están vacías. Donde viven, escondidos en el bosque, son increíblemente vulnerables a la enfermedad, pero también a más ataques. Lo peor es ver que la gente está tan atemorizada que simplemente al escuchar un vehículo ya huyen. Tratamos a tantas personas como podemos –cientos de personas salen del bosque para venir a nuestras clínicas móviles– pero lo que realmente necesitan es poder regresar a casa”. - Janet Raymond, comadrona, Goré, Chad

Pero por ahora tienen demasiado miedo. Por lo que se quedan en los campos de refugiados en el sur de Chad o soportan terribles condiciones de vida en el bosque en el norte de RCA esperando que la violencia llegue a su fin.

“¿Regresar? ¿Por qué debería hacerlo? Quiero volver a casa pero no vale la pena morir por ello”. - Refugiado, que vive en Goré, Chad.