Refugiados sirios en Líbano: “no somos turistas, somos gente que escapa de la guerra”

Miles de refugiados de Siria, obligados a huir a causa de la violencia, luchan día a día por tener un techo y alimentar a sus familias. En el día mundial del refugiado, la organización humanitaria Médicos Sin Fronteras (MSF) llama la atención sobre el aspecto menos mencionado del conflicto sirio que ya lleva más de dos años: las terribles condiciones de vida de la población que ha huido y los efectos sobre su salud.

MSF
20/06/2013

“Después de que nuestra casa fuera destruida en Siria hace ocho meses, nos mudamos de un lugar a otro para huir de la guerra antes de cruzar la frontera libanesa,” dice una mujer siria llamada Wafa, que ahora vive con su familia en un edificio a medio construir en Al Marj, en el Valle de Beeka, el principal punto de entrada al Líbano para los sirios. “Estábamos durmiendo en la calle cuando el dueño de este edificio nos ofreció la posibilidad de vivir aquí. Por la noche, los seis compartimos dos colchones finitos y algunas mantas; mi esposo acostado de un lado y yo del otro, cubriendo a nuestros hijos. Es todo lo que tenemos.”

Encontrar un lugar para vivir se ha vuelto casi imposible para el creciente número de sirios en el Líbano. Algunos acuden a sus conocidos que ya están en el país, pero la mayoría no tiene esta suerte. “Lo más difícil es pagar el alquiler,” dice Amar, que escapó de Damasco hace tres meses junto a sus cuatro hijos. Llegaron al Líbano con poco más que las prendas que vestían. “Nos pidieron que pagáramos hasta 600 dólares por mes, pero no somos turistas, somos gente que está escapando de una guerra. Algunas veces a los refugiados les piden que paguen varios meses de alquiler por adelantado.”

MSF ha ampliado la atención que brinda a los refugiados sirios en el Líbano, pero los problemas médicos son sólo una de sus preocupaciones. “En Bekaa, los refugiados están dispersos en un área amplia, que es una de las más pobres del país,” explica Tania Morin, coordinador de MSF en la zona. “Debido a las inmensas necesidades y la falta de alojamiento asequible, muchos refugiados se ven forzados a quedarse en edificios sin terminar, estacionamientos o tiendas, compartiendo lugares pequeños con otras familias.”

Mientras luchan por cubrir las necesidades básicas, encontrar empleo también es un desafío. “Hago pequeños trabajos, lo que puedo encontrar día a día,” dice Shadi, marido de Wafa. “Cuando no encuentro un trabajo, pido limosna.” A causa de esta situación la gente está dispuesta a trabajar por casi nada, y como consecuencia los salarios de los residentes locales caen en un ya escaso mercado laboral.


Consecuencias profundas para la salud


En el valle de Bekaa, en la ciudad de Baalbek, unos 400 refugiados sirios se han asentado en una vieja escuela. Varias familias comparten lo que solían ser aulas, mientras que otros viven en tiendas en el patio. “Puede haber hasta 20 personas viviendo en un aula, con separaciones de lona para acomodar a dos familias,” dice Khaled Osman, un trabajador comunitario de salud de MSF que regularmente visita a los refugiados para evaluar sus necesidades. “La gente vive, duerme y cocina en la misma sala y hasta diez familias comparten un solo baño. No hay espacio para almacenaje, así que es muy difícil conservar alimentos. Esto tiene un impacto en su salud. También afecta su estado psicológico.”

Una situación similar se da en otras partes del país, y mientras, muchos sirios siguen llegando cada día. También llegan palestinos que vivían en Siria pero que se vieron obligados a huir en busca de refugio a campos de refugiados hacinados en el Líbano. El efecto en la salud pública ya es visible. “Aproximadamente la mitad de nuestros pacientes sufre infecciones respiratorias debido a las difíciles condiciones climáticas,” explica el médico Wael Harb, responsable de las actividades médicas de MSF en Bekaa. “Tienen escaso acceso a agua y saneamiento, lo que hace que los riesgos de contraer enfermedades contagiosas sea muy alto. Vemos muchas infecciones dermatológicas, como la sarna, que es fácilmente transmisible entre miembros de una familia.”

Con la llegada del verano, las temperaturas están aumentando, lo cual incrementará el riesgo de brotes de diarrea, enfermedad transmisible por el agua, en refugios y asentamiento que ya tienen servicios de agua y saneamiento limitados. “Estamos monitoreando la situación para poder reaccionar rápidamente,” dice Miorín.


Acceso limitado a atención sanitaria


Los refugiados sirios que están registrados con el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) actualmente tienen que pagar el 25% del coste de la atención sanitaria. Aún con la ayuda del ACNUR, que cubre el 75 por ciento restante, el pago representa una carga significativa. “Apenas podemos pagar el alquiler y las otras necesidades de nuestros hijos,” explica una madre de cuatro niños en una clínica de MSF, donde la atención que se brinda es gratuita. “Había un centro de salud más cerca de nuestro refugio, pero hubiera tenido que pagar. Prefiero comprar pan para mis hijos,” agrega.

Una vez registrados, los refugiados tienen derecho a recibir asistencia específica de las agencias asociadas al ACNUR, pero el proceso de registrarse puede tardar entre dos y tres meses. “Abrimos nuestros servicios a toda la gente que necesita asistencia médica, sin importar si están registrados o no,” dice Fabio Forgione, el jefe de misión de MSF en Líbano. “Pero las necesidades médicas están lejos de ser cubiertas. Y la cobertura de salud provista por la ACNUR y sus organizaciones asociadas ha caído de un 85 a un 75 por ciento debido a la reducción de fondos disponibles. Es probable que esto tenga un impacto serio en el acceso apropiado a la atención médica necesaria para los refugiados, especialmente en cuanto a hospitalizaciones.”

 


Para dar respuesta a las crecientes necesidades médicas de los refugiados, MSF ha adaptado y expandido sus programas en el Valle de Bekaa y en otras partes del Líbano. La organización también provee atención de salud mental en varias clínicas, e implementó un programa para enfermedades crónicas y atención materna de salud para dar respuesta a las necesidades en permanente aumento de los refugiados.