"En República Centroafricana la gente nos dice que ha perdido la dignidad"

Entrevista con Alfonso Verdú Pérez, coordinador general de los proyectos de MSF en la región de Ouham

MSF
22/02/2007

Desde finales de 2005, el aumento de la violencia cometida por grupos armados en el norte de República Centroafricana (RCA) ha provocado el desplazamiento masivo de la población. Los civiles, acusados de apoyar a una u otra parte (gubernamental o rebelde), son el blanco sistemático de la violencia y quedan atrapados entre dos fuegos. Muchos pueblos han sido atacados, saqueados o incendiados y los habitantes se han visto obligados a huir. Además, grupos de bandidos (llamados coupeurs de routes) aprovechan la falta de autoridad en la zona para llevar a cabo ataques contra la población civil.

En agosto de 2006, Médicos Sin Fronteras (MSF) empezó a trabajar en la región de Ouham, en el norte de RCA. Los equipos de MSF ofrecen atención primaria y segundaria de salud en las localidades de Kabo y Batangafo y en las regiones adyacentes.

En diciembre de 2006, MSF contabilizó 36 pueblos parcial o totalmente quemados en las carreteras entre Kabo y Batangafo y entre Kabo y Dekoa. ¿Cómo vive hoy la población en esta zona?
La violencia en la zona, especialmente los incendios sistemáticos de casas en los dos ejes, ha forzado a mucha gente a refugiarse en la selva. No nos damos cuenta de lo que significa vivir en esas condiciones, pero los testimonios que hemos recogido nos dan una idea: “vivimos como salvajes”, “hemos perdido la dignidad” o “comemos lo mismo que los animales” son algunas de las historias que escuchamos. Lo que está pasando aquí constituye una “crisis humanitaria”.

La gente primero estuvo atrapada durante el enfrentamiento entre el Ejército y los rebeldes; ahora se ve acusada por parte gubernamental de apoyar a los rebeldes (por lo que no puede moverse en la región ni acceder a los servicios de salud, ni siquiera volver a sus casas para reconstruirlas) y está sometida a las presiones de los rebeldes, que roban sus ya limitadas reservas de alimentos o exigen los pocos bienes que tiene. Cuando los equipos de MSF llegan a los lugares previamente acordados para el desarrollo de las clínicas móviles, muchas veces se encuentran con bicicletas o alimentos abandonados en el camino; pertenecen a los habitantes que creyendo que van a ser atacados de nuevo, huyen despavoridos. El número de “pueblos fantasma” ha aumentado recientemente. En esta zona ahora reina el miedo. La gente vive entre la espada y la pared, en una espiral continua de violencia que les lleva a una situación límite.

En esta región, el número de pueblos quemados por grupos armados y las fuerzas armadas centroafricanas ha aumentado en los últimos meses, forzando miles de personas a buscar refugio en la selva. ¿Cuáles son sus necesidades más urgentes?
Después de pasar varios meses viviendo en condiciones extremadamente precarias, los mecanismos de supervivencia de la gente empiezan a agotarse. Nos han contado que las reservas de alimentos que las familias generalmente esconden en previsión de actos violentos, ya se han agotado o han sido robados por los grupos armados. Todavía no tenemos cifras exactas de desnutrición, pero ya hemos podido observar un aumento de los casos de niños con desnutrición moderada y severa. La falta de distribución de alimentos en el pasado, la escasa libertad de movimiento, la ausencia de toda forma de transporte comercial y muchos otros factores han llevado a una situación nutricional muy vulnerable. Una situación que además se ve agravada por la abrumadora presencia de la malaria: cerca del 70% de los niños menores de cinco años están afectados. Casi el 40% de los adultos también sufren de esta enfermedad que, junto a la desnutrición, implica un verdadero riesgo para sus vidas.

También hemos visto muchas enfermedades que son la consecuencia directa de sus actuales condiciones de vida en la “nada”: las infecciones respiratorias, los parásitos o las diarreas son el resultado directo de la ausencia de cobijo, de la falta de agua potable o de la subsistencia en condiciones muy precarias. MSF finalizó en enero una distribución de bienes de primera necesidad; pero esta acción de emergencia no es suficiente. Hacen falta de forma urgente más mosquiteras, kits de higiene y saneamiento y coberturas de plásticos para los techos. Todos estos factores facilitan extraordinariamente el espacio para las epidemias; existe el riesgo potencial de un brote de meningitis cuyo ciclo de tres años coincide con el 2007. El sarampión es otro ejemplo. Finalmente, estamos siguiendo unos casos de diarrea sangrante que hemos visto en nuestras clínicas móviles.

Los equipos de MSF se enfrentan a problemas de seguridad; muchas veces no pueden acceder a las poblaciones necesitadas o llevar a cabo las clínicas móviles. ¿Nos puedes explicar qué tipo de dificultades se encuentran y las consecuencias para la gente que intentáis asistir?
Cuando hablamos de miles de desplazados viviendo en condiciones infrahumanas, la prioridad es tener acceso para poder llevar a cabo una evaluación independiente de las necesidades y responder de forma inmediata. En general, en las zonas en conflicto hay que ganarse y negociar el acceso cada día. En RCA hay que hacerlo prácticamente cada hora. En el último mes tuvimos que suspender seis clínicas móviles en tres ejes distintos (Batangafo-Kabo; Kabo-Ouandago; Kaga Bandoro-Ouandago), bien porque las autoridades militares no nos dieron la autorización para ir a zonas rurales o bien porque, siguiendo nuestro propio análisis de riesgos, existía una amenaza para nuestra seguridad. Sin embargo, en las últimas dos semanas, el acceso ha mejorado notablemente; todas nuestra clínicas móviles funcionan de nuevo (ocho por semanas) y hemos podido incluso extender nuestras actividades, empezando una nueva clínica móvil y abriendo un nuevo eje (Batangafo-Kaga Bandoro).

La mayor parte de las organizaciones humanitarias no trabajan en esta región de RCA debido a la violencia. En este clima de violencia es muy difícil volver a abrir los centros de salud en las zonas rurales. La única opción por el momento es implementar un circuito regular de clínicas móviles, como lo está haciendo MSF. Compuestas de varios médicos y enfermeros, las clínicas móviles son la única vía para ofrecer asistencia sanitaria a una población que, como decía antes, no tiene acceso a los centros de salud porque se les acusa de apoyar a los rebeldes, ni pueden utilizar el sistema de salud primario porque está totalmente destruido. En nuestras clínicas móviles se llevan a cabo una media de 150 consultas al día y la mayoría de las personas que tratamos están en condiciones muy vulnerables. Sólo como ejemplo, más de 500 heridas fueron tratadas en el último mes, la mayoría de ellas debidas a las precarias condiciones de vida de la gente.

¿Has sido testigo de algún caso que pueda ilustrar la situación de violencia en la que vive la población?
Sí, es la historia de H. J., un profesor de escuela de uno de los pueblos que fueron totalmente incendiados a finales de diciembre. Empezó lamentando que “este año académico está perdido”. Se mantuvo profesional incluso en la peor situación: su ropa estaba sucia y rota. Luego dijo: “No entiendo por qué nadie hace nada por nuestros niños aquí”. Él es quien me enseñó lo que significa vivir en el “monte”. Me dijo: “Vivimos como animales, como salvajes; mira mi ropa, he perdido la dignidad”. H. J. es uno de los líderes de la comunidad. Mientras hablaba conmigo, miró a su alrededor a los otros ocho representantes del pueblo. “Vivimos en el monte, agrupados en familias; cuando tenemos miedo, nos juntamos 20 o incluso 40 personas, tumbados en el suelo”. La pregunta era muy delicada; por eso esperé hasta que hubiera terminado la reunión para preguntarle de qué tenían miedo. “Antes sólo temíamos a las FACA (fuerzas armadas centroafricanas), pero aprendimos cuándo, cómo y de dónde llegaban y así las evitamos. Pero ahora es más difícil porque ya no son sólo las FACA sino también los grupos rebeldes quienes vienen a pedirnos nuestras reservas de alimentos o nuestro dinero. Si no les das lo que quieren, te pegan. Y cada vez pegan más fuerte”. H. J. expresó su preocupación para el futuro: “Estoy muy preocupado por los próximos meses porque no hemos podido trabajar en los campos y no tenemos más reservas de alimentos”. “Ahora mismo sólo comemos miel y frutas salvajes”. H. J. tiene ocho hijos entre seis meses y nueve años. “El mes pasado, 15 personas del pueblo murieron, varios de ellos a causa de la diarrea. Puedes venir conmigo a contar las tumbas, si quieres”.

¿Cuál fue tu primera reacción cuando viste un pueblo quemado y vacío?
En el primer instante no puedes entender lo que estás viendo. Piensas que los habitantes han decidido irse, cambiar de residencia. Cuando aprendes que esto es el resultado de una violencia directamente dirigida contra la población, no lo puedes aceptar, a pesar de haber estado en otras zonas de conflicto. Nunca te acostumbras. Hablamos de pequeños pueblos, generalmente de menos de 300 habitantes, perfectamente integrados en su entorno natural, en unas condiciones de vida muy pobres pero funcionales... y de repente, todo desaparece y se convierte en fuego y huida, abriendo la caja de Pandora de la desnutrición, las epidemias y las enfermedades.