Cómo la pequeña Merveille venció al sarampión

Cuando los primeros niños llegaron al hospital de Médicos Sin Fronteras (MSF) en Bossangoa con una extraña erupción en la piel, los médicos comenzaron a sospechar, pero prefirieron no precipitarse en su diagnóstico. Poco a poco empezaron a llegar más y más niños con los mismos síntomas y ahí sí que saltaron todas las alarmas…

MSF
07/08/2020

Por Anna Clara Ivarsson, médica de MSF en la República Centroafricana

Merveille

Todo empezó justo después de Navidad, cuando Merveille, de 2 años, llegó a nuestro hospital.

Llevaba sintiéndose cansada durante unos días, con tos, fiebre y conjuntivitis -una infección del ojo que a veces está asociada a enfermedades virales-.

También tenía un sarpullido y muchos bultos, y la piel de su cara y sus brazos se encontraba hinchada. A lo largo de toda mi carrera como médica en Suecia, nunca antes había visto algo así. Sin embargo, después de esta experiencia, he aprendido que es así cómo se aprecia la erupción del sarampión en una piel tan oscura como la de mis pequeños pacientes

La parte segura

Trabajo con MSF en la República Centroafricana. A principios de este año, tuvo lugar un brote de sarampión en otra parte del país, aunque al principio parecía poco probable que se propagara hasta donde estamos nosotros.

En esta parte del país, no había habido un brote importante de esta enfermedad en muchos años. Ninguno de los compañeros en el equipo de MSF estábamos acostumbrados a ver personas con esta enfermedad, pero, aun así, cuando la pequeña Marveille llegó tan débil en brazos de su madre, para estar seguros, la aislamos de los demás pacientes. El sarampión es tremendamente contagioso y puede ser fatal, especialmente para los niños.

Buscando respuestas a los síntomas de Merveille, tomamos algunas muestras y las enviamos al laboratorio que tenemos en Bangui, la capital del país. Lamentablemente, el recibir los resultados de vuelta suele llevar un tiempo, así que no tuvimos una confirmación inmediata.

Una preocupación creciente

Durante los días siguientes, llegaron algunos pacientes más con síntomas similares.

Los niños con sospecha de sarampión tuvieron que ser aislados todos juntos, en un edificio separado.

Al mismo tiempo, nuestro equipo móvil, que se desplaza para apoyar los puestos de salud en las aldeas de alrededor de Bossangoa, fue informado de que un número inusualmente grande de niños estaban cayendo enfermos.

Las noticias no eran nada alentadoras.

Mujeres y niños esperan que abra el puesto de vacunación de sarampión en la localidad de Bera, en RCA.

Epidemia

Una noche, aproximadamente una semana después, me encontraba haciendo la guardia en el hospital. Y de repente vi que tanto la sala de urgencias como el área de consultas médicas se habían llenado por completo.

La mayoría de las personas que estaban allí eran padres que venían de las aldeas vecinas: muchos de ellos habían viajado varias horas en mototaxi para traernos a sus hijos enfermos.

Recuerdo que en aquel momento lo único que acerté a pensar fue: "¡Que alguien nos ayude, tenemos una epidemia!"

En el edificio de aislamiento, todas nuestras camas ya estaban llenas. Empezamos a tener que poner dos niños en cada una de ellas. A pesar de la gravedad de la situación, me impresionó mucho la rapidez con la que mis compañeros locales se adaptaron a las circunstancias. Mi mayor preocupación en ese momento de saturación era que los pacientes se sintieran lo más cómodos posible y que mis compañeros pudieran trabajar de manera segura.

Una ola de pacientes

Siguieron llegando más y más personas y, tras unos días, el goteo de niños cansados, tosiendo, con ojos hinchados y la piel llena de manchas se convirtió en una auténtica oleada.

Una media de 50 padres con sus respectivos hijos iba cada día al encuentro de nuestros equipos móviles en cada uno de los puestos de salud que visitamos en las aldeas. En uno de los pueblos nos dijeron que 17 niños habían muerto. En otro, los fallecidos ya eran 9. E incluso aquellas familias que lograban llegar por sus propios medios hasta el hospital en Bossangoa, a menudo lo hacían demasiado tarde, con sus hijos en un estado de gravedad irreversible.

Un riesgo aún mayor

El sistema de atención médica en República Centroafricana es increíblemente débil. Según las estimaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS), solo alrededor del 60% de los niños reciben la primera dosis de vacunación a los 9 meses de edad. Y lamentablemente, después no se les administra ninguna otra dosis. El sistema nacional de salud no lo contempla.

Como resultado de esta situación, una gran proporción de niños son susceptibles al virus del sarampión, y aquellos que ya están débiles a causa de la desnutrición y la malaria, corren un riesgo de enfermar aún mayor.

Cien niños al día

La epidemia todavía está en curso, pero afortunadamente las cosas están mucho más tranquilas ahora. Durante varias semanas estuvimos recibiendo hasta cien niños al día en nuestra área de urgencias. No hemos tenido apenas descanso desde el comienzo del año.

Somos conscientes de que lo único que puede detener una epidemia como esta son las vacunas, pero los recursos existentes a nivel local para llevar a cabo campañas masivas son escasos. Hace un par de meses, desde MSF, junto con las autoridades locales, conseguimos llevar a cabo una gran campaña justo al norte de donde me encuentro, y la semana siguiente pudimos llevar a cabo otra en nuestro distrito. Los efectos se empezaron a notar casi de inmediato y hoy en día, gracias a estas acciones, la carga sobre nuestro hospital ha comenzado por fin a disminuir.

Una simple inyección

No podéis imaginaros lo bien que una se siente cuando ves que cada vez llegan menos niños deshidratados y con los ojos inyectados en sangre hasta nuestro hospital.

Y aunque es cierto que una campaña de vacunación requiere de mucho trabajo y planificación, resulta muy motivador ver lo fácil que es proteger de esta terrible enfermedad a los niños: una simple inyección es todo lo que se necesita para evitar los contagios.

Preparada para volver a casa

Merveille se convirtió en uno de nuestros primeros casos confirmados de sarampión. Permaneció ingresada en el hospital durante casi una semana, en la que recibió atención médica mientras su cuerpo luchaba contra la enfermedad y la neumonía que la acompañaba.

Según fueron pasando los días, fue recuperando la alegría y las energías. Luego llegó el día en el que por fin se sintió preparada para ponerse en pie. Y después, poco a poco, comenzó a jugar y a comer como de costumbre.

El día que la dimos de alta, su madre la vistió con un vestido blanco extra fino. Estaban listos para irse a casa.

Después de haberla visto llegar en brazos de su madre, tan débil, fue precioso poder verla salir del hospital por su propio pie, con sus pequeños pasitos valientes. Hemos tenido muchos momentos duros a lo largo de estos meses, pero estos otros momentos alegres al final lo compensan todo.

 

Publicado originalmente en Planeta Futuro