República Centroafricana: “Cuesta creer que este pueblo estuviera vacío hace solo dos días”

Ester Gutiérrez, coordinadora de proyecto de Médicos Sin Fronteras en Kabo (RCA), nos cuenta la intervención de MSF en Zoumanga.

MSF
10/03/2016

La gente nos ha llovido a cántaros aunque estemos a 40 grados y falten dos meses para las primeras lluvias. Estamos en Zoumanga, un pequeño pueblo del norte de la República Centroafricana (RCA) y llevamos a cabo lo que denominamos one-shot. En resumen, es una intervención que intenta llegar al máximo de niños y embarazadas, y que combina promoción y prevención de la salud. En este caso, estaba prevista para dos días antes, pero la población del lugar se había ido a esconder en la vegetación de los alrededores huyendo por miedo a la violencia que azota de forma endémica este país. A veces basta con un rumor para que la gente corra con la energía que llega a proveer el miedo. Pero hoy cuesta creer que este pueblo estuviera vacío hace solo dos días.

Mientras veo la fila de mamás con cientos de pequeños atados a sus espaldas o aferrados a sus piernas, esperando su turno para ser atendidos, no puedo evitar sentir una profunda empatía. Cantan y bailan en el intermedio de un ejercicio psicosocial dirigido por nuestro agente comunitario de salud mental. Han esperado sin quejarse durante horas para el turno de la vacunación o para el control prenatal. Eso es sólo un fragmento pequeñito en todo el tiempo que ha sabido forjarles una paciencia infinita.

Y aquí estamos, bajo cuatro árboles de mango. Organizamos un circuito para madres y niños en el que primero se detectan los casos de malnutrición y de malaria, luego se desparasita a los niños y se les da vitamina A. Los menores de un año reciben varias vacunas, y finalmente cada hogar recibe un par de mosquiteras impregnadas con insecticida para prevenir la malaria.

En una modesta construcción de ladrillo, improvisamos el consultorio para el control prenatal y postnatal. Hemos traído a una de las matronas del centro de salud de la cercana localidad de Kabo para llevar un servicio al que estas mujeres difícilmente tendrían acceso de otro modo. Una simple carretera de tierra une Zoumanga y Kabo, donde hay un hospital gestionado por Médicos Sin Fronteras (MSF). Es solo media hora en coche, un medio inaccesible para la enorme mayoría. Los que pueden pagarlo recurren al mototaxi, y los que no, van en bicicleta o a pie. Además de las dificultades de transporte, por el camino hay dos puestos de control de milicias locales, así que desplazarse al centro de salud implica la posibilidad de ser asaltado por milicianos armados. Es un riesgo que muchos prefieren no correr.

Para alcanzar comunidades aisladas como la de Zoumanga, MSF ha puesto en marcha estrategias para acercar los servicios de salud a la gente y, al hacerlo, nuestro personal también afronta riesgos de seguridad y por eso, intentamos que el impacto médico de cada intervención sea igualmente elevado. Justo al terminar este one-shot, nos informan que un convoy de otra organización humanitaria ha sido asaltado en la ruta entre Kabo y Zoumanga, a sólo a cinco kilómetros de nuestra posición. Hay que esperar la luz verde para poder regresar a la base en Kabo. Durante todo el camino deseo en silencio que no nos toque algo similar a nosotros.

Nos dicen ‘gente de terreno’. Somos gente ‘todo terreno’, eso seguro. Y eso mismo son nuestros pacientes. Personas con una capacidad de resistencia increíble, con historias de vida muy complicadas de entender desde fuera. Con una tenacidad admirable.

Me quedo enganchada a la imagen de una mujer que, con su niño de brazos, se lleva a casa bien puestas sobre la cabeza las dos mosquiteras que le hemos dado. Nada se le cae. Veo en ella la mejor prueba de lo que es saber andar por el mundo cargado manteniendo la dignidad.