Relato desde Siria: patucos para la guerra

“Nunca pensé que vería morir a niños de frío. No lo puse en el glosario”. Es el testimonio de nuestra compañera Miriam Alía, enfermera pediátrica y nuestra coordinadora médica de emergencias en Siria en 2012. El frío y las duras condiciones de vida en los campos de tránsito no ha mejorado años después. La necesidad de refugio, mantas y patucos, tampoco.

MSF
24/01/2022
Distribución en Idlib, Siria

Por Miriam Alía, enfermera pediátrica y coordinadora médica de emergencias de Médicos Sin Fronteras en Siria en 2012

Noviembre de 2012. Frontera entre Siria y Turquía. Primera llamada de la mañana del equipo de Al Salama. Es el cirujano: «Esta madrugada nos ha llegado el segundo niño con hipotermia, lo hemos tenido que reanimar y ponerle suero caliente intravenoso; ha sobrevivido». Es un bebé. Es el segundo y solo estamos en noviembre.

Para el cirujano general, esta es su primera salida al terreno; él pensaba que venía a un hospital a operar a heridos de guerra. Y lleva un mes operando a heridos de guerra, claro, y haciendo cesáreas, atendiendo quemados por culpa de las calderas improvisadas y ayudando en la sala de emergencias, donde además llegan infartos, personas con bronquitis crónica, diabéticos sin insulina desde hace meses y muchos niños con neumonía.

En nuestro pequeño hospital clandestino (es así para evitar que sea blanco de ataques), montado en lo que era la escuela del pueblo, tenemos maternidad, pediatría y quirófano, pero no tenemos cuidados intensivos, mucho menos de niños o bebés. Los niños con neumonía y los bebés prematuros con dificultad respiratoria son nuestro porcentaje más alto de derivaciones a Turquía. Para negociar las derivaciones nocturnas, el sistema pasa por tres o cuatro idiomas y varias llamadas. El equipo de Siria me llama a mí, que duermo en Turquía. Me explican el motivo de derivación en inglés o español. Yo despierto a Ekin o Çagla, los dos compañeros turcos que trabajan en aprovisionamiento, y ellos llaman al 112 y explican en turco por qué necesitamos una ambulancia y una cama de cuidados intensivos. En el 112 no hablan inglés ni árabe, así que a veces la negociación se pone difícil y requiere términos médicos.

 

Distribución en Idlib, Siria. Marzo de 2020

Ekin y Çagla no son sanitarios, así que les hemos preparado un glosario: «herido por onda expansiva», «herido de metralla», «amputado», «infarto», «ictus» y los cada vez más frecuentes «partos prematuros», «dificultad respiratoria neonatal» y «neumonía grave». Hoy hemos recibido al segundo niño con hipotermia. Soy enfermera pediátrica desde hace más de quince años. En la uci pediátrica utilizábamos la hipotermia para salvar vidas*. Nunca pensé que vería morir a niños de frío. No lo puse en el glosario.

Los dos bebés con hipotermia han venido del campo de tránsito para desplazados internos. Un espacio dentro de Siria, pegado a la tierra de nadie entre las dos fronteras. Unos hangares, con techo pero sin paredes, donde se hacinan miles de personas, algunas esperando entrar en Turquía y muchas, la mayoría, buscando un sitio seguro temporal mientras sus casas son bombardeadas. Las líneas de frente se mueven y mucha gente intenta volver a sus casas cuando el conflicto se traslada a otra zona. La gente más afortunada vive en las tiendas de campaña de plástico que se han ido montando, pero los recién llegados van a los hangares o a la mezquita.

Muchos de los que ahora están en ese campo de tránsito huyeron en agosto pasado de sus casas en el norte de Alepo. Con lo puesto. Entramos en Siria cruzando a pie aquella tierra de nadie; algunos de los niños que viven en el campo están justo en el puesto fronterizo vendiendo galletas. Hay un niño de unos 10 o 12 años que ya nos conoce y siempre se acerca. Uno de los que llegaron en agosto. Lleva un abrigo, el mismo que tienen todos los niños, porque los ha repartido una organización local. Y unas chanclas sin calcetines. Tiene los pies más azules que sucios. Y eso que en el campo de tránsito hay pocos baños, menos duchas y pocos litros de agua helada por persona.

Nosotros tenemos un pequeño equipo logístico en el campo, que trabaja en agua y saneamiento para que haya más agua, aunque sea fría, y más baños y duchas, además de un sistema de drenaje. Hay una pequeña clínica de otra organización, que ofrece consultas básicas y primeros auxilios, y también ha empezado a inmunizar con vacunas que nosotros les donamos. Me explican que, con el frío, ha subido el número de niños con infecciones respiratorias, y que también reciben a pacientes con sabañones, niños y adultos. Sabañones y sarna. Enfermedades de la miseria.

Desesperación y desplazamiento en el norte de Siria

 

Cuando trabajo en el campo de tránsito, vuelvo a nuestra base con el frío dentro. Soy adulta, tengo buena ropa y buen calzado de invierno, pero es un frío húmedo y triste, y no hay refugio posible. No hay un solo lugar en el campo donde se pueda estar caliente, ni siquiera el pequeño colegio. Las tiendas se inundan o se calan. Las mantas se acaban mojando y, cuando se lava la ropa, tarda días en secarse, así que acaban poniéndosela mojada. Ropa mojada y chanclas. Nadie se queja del mal tiempo, todo el mundo piensa que, en los días de sol, hay más ataques aéreos. Así que, en los días nublados, aunque haga frío, la gente cree que está relativamente más segura.

Nosotros, que tenemos planes de contingencia para todo, vamos tarde con el plan de invierno. Lo que necesitamos no está en nuestros catálogos y tenemos todos los cargos bloqueados de todas formas, así que hay que hacer compra local y montarlo nosotros.

De nuevo con Ekin y Çagla, vamos haciendo la lista de la compra en turco. Para acelerar, busco imágenes en internet y prescindimos del inglés intermedio. Un kit de invierno para cada familia, adaptado al número de personas y a las tallas. Calcetines, bufanda, gorro, botas katiuskas o zapatos impermeables, mantas... Cuando llegamos a los bebés, saco la artillería de enfermera de niños y madrina múltiple: bodis de manga larga, gorros, guantes, peleles, patucos. ¿Patucos? «Patucos» en turco se dice patik. Pues patiks para niños sirios. Al glosario.

Ya estamos en diciembre y la semana que viene se prevén ola de frío y nevadas. Hay que darse prisa. Está siendo difícil encontrar ropa de bebé de abrigo. Mientras hacemos las compras, el equipo del campo ha hecho un censo de las familias y buscado un sitio para hacer el reparto. Uno que no se inunde, pero que no llame mucho la atención, por seguridad. Hay que evitar que se acumule mucha gente, porque las aglomeraciones visibles desde el aire se pueden convertir en blanco de un bombardeo. Tampoco ponemos nuestro logo en ningún sitio, ni hacemos fotos. Podríamos poner en riesgo a nuestro personal si lo hiciéramos. Así hacemos las distribuciones, las vacunaciones y todas las actividades que requieren asistir a muchas personas al mismo tiempo. Y mejor en día nublado, por si acaso.

Así que hacemos la distribución de ropa de invierno, que no son vacunas, ni medicamentos, ni cirugía de guerra, ni mucho menos paz y seguridad, pero que arropa el cuerpo y a lo mejor también un poquito el alma. El alma se encoge cuando tu hijo tiene los pies fríos. O cuando te llega un bebé con hipotermia a la puerta de urgencias.

Algunas veces, lo mejor de nuestro trabajo pasa fuera de los hospitales y no hay fotos. La mayoría de las veces, en realidad. A veces, lo mejor que puede hacer un cirujano en la guerra es salvar a un niño de morir de frío. Y lo mejor que puede hacer una enfermera de cuidados intensivos pediátricos es repartir patucos.

 

Texto perteneciente al libro La memoria del Olvido. Una historia gráfica de MSF con fotografías de Juan Carlos Tomasi y editado por Blume.

 

 

*La hipotermia inducida consiste en la aplicación de frío al paciente para reducir su temperatura corporal; se utiliza, por ejemplo, para disminuir el gasto cardiaco en niños con cardiopatías o a la espera de trasplante, y preservar la función cerebral.