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15.06.2005

"Toda la red sanitaria ha desaparecido en Somalia"

Entrevista a Carlos Haro, coordinador general de MSF en Somalia, un país sin Estado, olvidado, inmerso en el caos y la violencia desde hace más de 14 años. A través de sus proyectos, MSF presta atención médica a unas 300.000 personas al año en un contexto de inseguridad extrema

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Somalia está sumergida en el caos y la anarquía desde hace más de una década, ¿cuáles son las consecuencias a nivel sanitario?

Toda la red sanitaria ha desaparecido. Igual que no hay agua, electricidad, policía o ejército, tampoco hay estructura sanitaria. En algunas zonas hay señores de la guerra que hacen respetar un cierto orden, pero no hay estructuras sanitarias públicas, salvo unas pocas llevadas por ONG. También existen algunas estructuras privadas para los pocos que se lo pueden pagar.

¿Cuáles son las principales necesidades en materia de salud?

Ante todo la atención primaria. Como no hay red sanitaria, lo primero es tratar cosas tan sencillas como, por ejemplo, fracturas o infecciones. Tratamos también a víctimas de la violencia que han sufrido golpes o tiros. En caso de combates, en general, solemos referir a los heridos a otros centros mejor preparados. Y luego, tampoco existe una red secundaria para hacer frente, por ejemplo, a las epidemias de cólera o de sarampión.

¿Existen problemas de desnutrición?

Sí, en muchas regiones se producen crisis alimentarías, pero el acceso es difícil. En Mogadiscio, por ejemplo, aunque sabemos que se producen crisis alimentarías en algunas zonas de la ciudad, no podemos intervenir por razones de seguridad. En la capital sólo efectuamos misiones muy cortas. Cada 15 o 20 días, entramos, nos quedamos unas 72 horas y salimos otra vez. En la región de Jowhar, donde tenemos otro proyecto, sí podríamos intervenir en caso de crisis alimentaría.

¿SIDA?

Según las cifras de las que disponemos, la prevalencia es muy baja. Pero este tema es todavía tabú en Somalia; es difícil tener una idea exacta de la situación.

Dada la ausencia de Administración pública, de forma general ¿cómo se pueden obtener datos fiables?

No hay datos de casi nada. Todo lo que tenemos son estadísticas calculadas a base de proyecciones. Si no me equivoco, no ha habido censo en Somalia desde 1990.

El año pasado fueron elegidos un nuevo Parlamento y un nuevo Presidente [en el momento de hacer esta entrevista, éste se hallaba en Kenia y no podía entrar en Somalia por falta de seguridad]. ¿Se ha visto algún cambio sobre el terreno?

El único cambio real que se puede observar es un empeoramiento de la situación de seguridad. Se trata de un nuevo poder que quiere desplazar a los poderes existentes, y esto sólo trae más inseguridad, tanto para los somalíes como para las ONG que trabajan allí.

Llevas 12 años, con intervalos, trabajando en Somalia, ¿has podido observar alguna evolución?

Va a peor. Después de los años 1993-1995, la ayuda humanitaria se ha reducido drásticamente. En esos años llegó muchísima ayuda internacional, con la intervención de la ONU, acompañada de numerosas organizaciones. Cuando la ONU se fue después de una serie de incidentes, casi todas las otras organizaciones también se fueron. Y no sólo se fue el personal humanitario; también se fue el dinero. Hoy, en Jowhar y Aden Yabal, somos los únicos presentes y, en Mogadiscio, llevamos uno de los únicos centros de salud de la ciudad.

A raíz de la violencia, ¿ha habido muchos refugiados?

Sí, muchos somalíes se refugiaron en los países vecinos. En muchos casos fueron obligados a volver a Somalia. Pero lo que hay, sobre todo, son muchísimos desplazados internos. Sólo en Mogadiscio, por ejemplo, hay cerca de 250.000 desplazados, un cuarto de la población total de la ciudad. El problema es que, por razones de seguridad, no tenemos acceso a esta gente.


MSF tiene tres proyectos de atención primaria en Somalia: uno en Mogadiscio, la capital, otro en Jowhar y otro en Aden Yabal. Cada año los equipos, compuestos por unos 8 expatriados y cerca de 140 trabajadores locales, atienden a unos 300.000 pacientes en medio de un clima de inseguridad extrema.

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