Trasportar antiretrovirales por una ciudad sitiada

Abdulbaset Alzamar es un enfermero yemení que trabaja con pacientes VIH positivos. Habla de su experiencia proporcionando tratamiento antirretroviral (ARV) vital a pacientes mientras los disturbios hacían estragos en la capital, Sana’a.

MSF
06/06/2014

“A finales de 2010 y principios de 2011 la situación en mi país empezó a deteriorarse. Primero se produjeron manifestaciones y protestas en la capital, Sana’a; luego estallaron violentos enfrentamientos por todo el país.

En aquel momento trabajaba para MSF y el Ministerio de Sanidad en la clínica de VIH del hospital de Al-Gumhuri, la única estructura de salud en Sana’a que proporciona tratamiento antirretroviral vital a pacientes que padecen el virus.

Teníamos muy claro que debíamos estar preparados para lo peor. Con más de 350 pacientes recibiendo tratamiento ARV en nuestra estructura, teníamos que ingeniarnos un plan que nos permitiese seguir administrando medicamentos a los pacientes si estallaba el conflicto.

En Yemen es difícil conseguir tratamiento para tratar el VIH. Por regla general, a los pacientes VIH positivos les cuesta mucho que les diagnostiquen y traten debido al estigma asociado al virus. Están desinformados en todo lo que se refiere la enfermedad, y han vivido toda su vida viendo la discriminación de las personas con VIH, incluso por parte de los trabajadores sanitarios. Yo mismo tenía ideas erróneas sobre el VIH hasta que estudié enfermería y aprendí la parte científica de la enfermedad.

En la primavera de 2011, los enfrentamientos se intensificaron y Sana’a quedó dividida en dos. Varios grupos armados se hicieron con el control de la ciudad, y los desplazamientos se pusieron realmente complicados. Con los enfrentamientos en torno al hospital, el personal quedó atrapado en su interior durante tres días. La situación se hizo demasiado peligrosa para el personal internacional: primero se les trasladó a casas en zonas más seguras, y después se les terminó evacuando fuera del país. Pero la mayor parte del personal yemení, yo incluido, nos quedamos. Aunque ya no podíamos realizar nuestras actividades regulares en Al-Gumhuri, todavía teníamos que seguir administrando los ARV a los pacientes con VIH si no queríamos ver como su estado se deterioraba e incluso morían. Así que pusimos en marcha nuestro plan.

Meses antes del conflicto, el personal de MSF y del Ministerio de Sanidad había entregado a nuestros pacientes unas tarjetas especiales. Estas tarjetas eran una forma de que los pacientes pudiesen ponerse en contacto con nosotros cuando necesitasen su medicación, en el caso que tuviésemos que suspender nuestras actividades habituales. Estas tarjetas sanitarias no contenían ningún tipo de información sobre ellos que pudiera identificarles, ni a ellos ni a mí, contenían mi número de teléfono y nada más.

Los pacientes que me llamaban me daban su número de paciente y a partir de ese número yo ya sabía qué medicamentos tomaban y podía así recogerlos del almacén. Los pacientes entonces me indicaban donde se encontraban y yo, o bien cogía mi coche e iba yo mismo a entregarles la medicación adecuada, o la dejaba discretamente camuflada dentro de una bolsa de plástico, allí donde ellos me indicaban. Esto me ha permitido conocer lugares bastante inusuales: una vez tuve que dejar la bolsa en un supermercado; otra, en el estudio de un fotógrafo.

A veces los pacientes incluso venían a mi casa a recoger su medicación o les recogía en la calle, les entregaba los medicamentos mientras conducía y les dejaba en otro lugar para evitar ponernos en peligro. La gente me llamaba de día y de noche. No tenía ni idea de cuánto tiempo podía durar aquello, a veces me parecía que no iba a acabar nunca. De todas formas lo importante era que las personas enfermas recibiesen el tratamiento que necesitaban.

Enseguida tuvimos muy claro que tendríamos que trasladar los medicamentos a otro almacén. Al principio habíamos planeado guardarlos en las instalaciones del Programa Nacional de Lucha contra el Sida, en el centro de la ciudad. Pero esa zona se convirtió en el escenario de constantes e intensos combates y no era seguro para mí entrar y salir de allí. Acordamos que lo mejor sería llevar todos los medicamentos a casa. Una vez, cuando salía del centro de salud, hubo una terrible explosión, una bomba explotó al lado de mi coche. No me pasó nada, pero me dejó trastornado, me había cogido totalmente desprevenido.

La ciudad quedó dividida en líneas políticas, y cruzar las líneas del frente no era nada fácil. Constantemente me interrogaban en los controles, pues cada bando pensaba que yo podía estar apoyando al otro. Naturalmente, MSF es una organización humanitaria neutral que trata a todo el mundo, independientemente de su afiliación o creencia; ¡pero intenta explicarle esto a un hombre armado! A veces mi esposa y mis dos hijos venían conmigo, si llevaba a mi familia en el coche no me paraban.

Tras tres meses, los intensos combates terminaron, y pudimos reanudar nuestras actividades en Sana’a. Teniendo en cuenta el duro trabajo que tuvimos que hacer, el plan había funcionado: pudimos llegar a los 363 pacientes que necesitan ARVs durante los enfrentamientos. De estos, un 97 por ciento regresaron a seguir su tratamiento una vez callaron las armas: hubo momentos realmente aterradores y estresantes, pero nunca sentí que aquello fuera demasiado para mí. En realidad, los pacientes se convirtieron en parte de mi familia. A veces era la única persona en quien podían confiar. Espero que no vuelva a haber disturbios como éstos nunca más. Pero si vuelve a haberlos, estaremos preparados.”


En una jornada científica celebrada en Londres el día 23 de mayo de 2014 en MSF se presentaron estudios que documentan los logros de MSF en la administración de ARVs durante el conflicto de Yemen junto con otras investigaciones humanitarias. La presentación sobre Yemen estará disponible en msf.org.uk/msf-scientific-day.

 

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