Ucrania: “El trabajo en el tren me ha hecho apreciar la paz que daba por sentada antes de la guerra”

Cada semana, nuestro tren medicalizado evacuaba a decenas de personas de los hospitales del este de Ucrania. Artur Struminskyy, nuestro auxiliar de enfermería, comparte lo que ha visto trabajando en el tren y viviendo la guerra en Ucrania.

MSF
23/06/2022

 

“Soy italiano y ucraniano. Me mudé con mi familia a Italia cuando era adolescente. Volví a Ucrania el 23 de febrero de 2022. Era consciente de los riesgos de la guerra, pero tenía que ocuparme de asuntos familiares urgentes. Me alojé en Brody, una pequeña ciudad del distrito de Leópolis. A las cuatro de la mañana oí muchos aviones sobrevolando la ciudad. Poco después llegaron las primeras noticias sobre los ataques masivos en Kiev y Odesa. A las siete de la mañana nuestra ciudad fue atacada con misiles.

Reuní a mi tía, mi sobrina pequeña, mi abuela y mi madre y las llevé en coche a la frontera con Polonia. La situación era caótica. Había miles de personas, imposible contarlas. Estuvimos de pie unas 30 horas en el frío. Yo sabía que no me dejarían cruzar la frontera por ser un ciudadano ucraniano en edad militar. Volví a Brody y me pregunté qué podía hacer.

He trabajado en el sector humanitario durante los últimos 18 años. Creo que, en una situación como esta, cada uno tiene su papel que desempeñar. Vi que MSF estaba buscando personal médico para el proyecto del tren así que envié mi currículum. Me preguntaron cuándo podía empezar y les dije que enseguida.

El tren altamente medicalizado de MSF está equipado de un modo muy similar al de un hospital e incluye una unidad de cuidados intensivos (UCI). En mi primer viaje, ofrecí apoyo al equipo de la UCI. Al principio, estaba un poco ansioso. Aunque tenía una amplia experiencia laboral en entornos de urgencias, obviamente nunca había trabajado en un tren medicalizado.

 

La doctora Guadalupe García chequea a un paciente a bordo del tren medicalizado de MSF

 

Vemos diferentes tipos de pacientes en el tren: personas ancianas con enfermedades crónicas atrapados en el conflicto, niños con múltiples traumas. Es difícil darse cuenta de la cantidad de civiles que pasan a ser víctimas del conflicto. Es imposible entender la cantidad de víctimas que genera. Solamente se entiende una vez que uno termina metido en el conflicto armado. Viaje tras viaje, ves a una enorme cantidad de personas con heridas por explosiones, fracturas de huesos, amputaciones... Empiezas a hacerte una idea de la magnitud del sufrimiento infligido a estas personas.

En uno de los viajes, tuvimos a una chica de 15 años con lesiones graves en la zona abdominal y con fragmentaciones de la médula espinal debido a la explosión de una bomba. Aunque todos sabíamos por lo que había pasado, mantenía una actitud positiva y nos sonreía a mí y al resto del personal médico cada vez que la revisábamos o pasábamos por su cama. Era una clara demostración de lo que es la capacidad de sobreponerse a la adversidad, incluso habiendo sufrido una lesión grave. Fue una experiencia muy intensa y muy gratificante a la vez.

En uno de los viajes tuvimos a un hombre con su hija de 8 años y con su abuela. Estaba muy dolorido, ya que tenía una pierna amputada y la otra rota. Me dijo: ‘Tengo dos problemas: me duele mucho la pierna’. Le contesté: ‘No hay problema. Controlaremos el dolor con medicación. ¿Y cuál es el otro problema?’ Dijo: ‘Como puedes ver, tengo a mi hija conmigo. Todavía no he encontrado el valor para decirle que su madre murió. Yo estaba con ella cuando ocurrió. La vi morir a mi lado’. Estaban haciendo la compra juntos cuando se produjo un ataque de artillería en el supermercado. Este hombre vio morir a su esposa y, además de su enorme dolor físico, sufría porque no sabía cómo decirle a su hija que su madre había fallecido.

Hubo otro momento intenso cuando traté a una mujer con una lesión por explosión que estaba acompañada por su hijo adulto. Le pregunté qué había pasado para comprender mejor la causa del traumatismo, y así poder asegurarnos de que recibiera la mejor atención posible a bordo del tren. Me contó cómo habían bombardeado el lugar donde se encontraba y que había visto morir a su otro hijo y a su marido. No hay palabras adecuadas que uno pueda decir en un momento así. Lo único que puedes hacer es darle la mano y una mirada compasiva y quedarte con la persona hasta que desembarque.

El trabajo en el tren me ha hecho apreciar la paz que daba por sentada antes de la guerra. Ahora entiendo lo que significa un cielo despejado, un cielo tranquilo. Quizás, antes, era un poco egoísta. Pensaba en mi desarrollo, en mi futuro. Esta experiencia me enseñó que la guerra está en todas partes. La próxima vez podrías ser tú la persona que necesita ayuda”.