Una rutina fuera de lo normal (por Alison Criado-Pérez, enfermera de MSF en Rep. Centroafricana)

MSF
22/05/2014

"Otro día más en el que ocurren cosas fuera de lo normal", me dice la doctora Paula con voz cansada. “Bueno, más bien querrás decir que hoy hemos tenido un día excepcionalmente fuera de lo normal dentro de que aquí ya ningún día es normal”, le respondo. "En Don Bosco cada día que pasa es un día cuando menos fuera de lo normal", reflexiono en voz alta.

Normal dentro de lo excepcional. Ya nos hemos acostumbrado a esperar lo inesperable. Y sin embargo, el día de hoy ha sido un día duro incluso para nuestros estándares de excepcionalidad. Empezó mal, ya que la primera noticia que recibimos por la mañana fue que Mbetimale, el bebé prematuro de apenas unas horas, que había sido extraído del vientre de su madre recién fallecida a causa del VIH, no había logrado salir adelante. "Ha muerto esta noche", me dijeron mis compañeros. Primer mazazo del día. Todavía estábamos tratando de absorber  el duro golpe, cuando de repente entra en el hospital una mujer embarazada y que viene transportada en camilla por sus familiares, todos ellos visiblemente desesperados. Horas antes había empezado a sangrar abundantemente, lo cual hizo que tomaran la decisión de acudir a otra clínica cercana.

De ahí la trasladaron a un hospital en Bangui y, no se sabe muy bien por qué, ahora nos la remitían a nosotros. Esta decisión no podría haber sido más errónea,  ya que aquella mujer lo único que necesitaba era que alguien le hiciera urgentemente una cesárea. Y aquí, sin quirófano ni cirujano, lo único que podíamos hacer nosotros era referirla a su vez a otro lugar. A estas alturas, después de deambular toda la noche por centros médicos, la pobre mujer estaba ya en estado de shock y sin pulso, con la mirada perdida en un punto fijo y los ojos muy abiertos. Tratamos de estabilizarla, pero ya era demasiado tarde para ella. 10 minutos después certificamos su muerte.

Me pregunto a mí misma qué habría pasado si la hubieran llevado directamente al hospital de Bangui y le hubieran hecho la cesárea a tiempo. ¿Se habría salvado? Pues probablemente sí, pero lo cierto es que nunca lo sabremos. Lo que sí me queda claro cada vez afronto una situación como esta es lo dura que es la vida aquí para las mujeres, especialmente durante el embarazo. En Europa ni se nos pasa ya por la cabeza que una mujer pueda morir durante el parto; aquí, en la República Centroafricana, el porcentaje de mortalidad materna viene representado por un número tan alto que prefiero ni mencionarlo.

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