Una semana en la construcción de un centro para pacientes de Ébola

Alison Criado-Perez, enfermera de Médicos Sin Fronteras en Sierra Leona, explica su experiencia en Magburaka, Sierra Leona.

MSF
19/01/2015

Domingo
Tan pronto como se toca tierra en Freetown, el Ébola te golpea. O al menos la conciencia de la enfermedad: formularios sanitarios que debemos rellenar en el mismo aeropuerto, lavado de manos con solución clorada incluso antes de entrar en el edificio de la terminal, toma de temperatura con un termómetro a distancia antes de salir del aeropuerto...

Los mensajes sobre salud pública y las precauciones a tomar frente a la enfermedad están presentes en toda la ciudad; grandes carteles anunciando: “El Ébola es real, el ABC (por sus siglas en inglés): Evitar el contacto corporal” dominan las principales calles de la ciudad. Dispensadores de agua con cloro se sitúan en la entrada de restaurantes y supermercados. Incluso como personal sanitario, nunca hemos sido tan conscientes de la higiene. Y todos estamos consiguiendo habituarnos a la política del ‘No tocar’: no tocarnos incluso entre el equipo; y en vez de saludar dando la mano cuando te presentan a alguien cruzar el brazo sobre nuestro pecho.

Los centros para pacientes de Ébola en Freetown están desbordados. A pesar de ello, a pesar de que este asesino silencioso está entre todos, la vida parece transcurrir más o menos con normalidad en esta ciudad de 1,2 millones de africanos resistentes. Los mercados y puestos callejeros funcionan y en las extensas playas que circundan la ciudad jóvenes pescadores levantan sus redes.

Martes
Nos desplazamos hacia el noreste a cuatro horas, a Magburaka, el emplazamiento de nuestro nuevo centro de para pacientes de Ébola. Se trata de una vasta extensión en la que tiene lugar una actividad increíble. Con la ayuda de unos cuatrocientos trabajadores, el equipo aspira a construir el centro de principio a fin en unos doce días. En la zona no hay suficientes camas para todos los enfermos de Ébola. Algunos han soportado viajes de pesadilla de diez horas al centro más cercano. Muchos no han sobrevivido al traslado y las ambulancias han estado llegando con cadáveres junto a pacientes gravemente enfermos.

El terreno ya ha sido nivelado y despejado, se han levantado enormes tiendas-almacén así como tiendas de campaña para albergar hasta 100 camas. La tienda del laboratorio está ya instalada en su lugar al igual que aquellas que acogerán las áreas de promoción de la salud y de salud mental. Se han cavado zanjas para el drenaje y construido letrinas. Ahora los trabajadores están construyendo las duchas y techos para el pasillo central.

 

 

Miércoles
Hoy formamos al nuevo personal médico nacional en el uso del traje de protección, el equipo que se usa en la zona de alto riesgo. Todo el mundo sabe cómo es ahora, el equipo de protección ha ocupado mucho tiempo y espacio en los medios de comunicación: el traje de astronauta impermeable amarillo y brillante; las máscaras, capuchas, gafas, guantes y botas de goma blancas. Y, encima de todo, un pesado delantal de goma. Con temperaturas superiores a los 30 °C (y que serán aún mayores en las tiendas de campaña), produce un calor casi insoportable. Todo el mundo suda a chorros dentro del mismo.

Pasamos por el ritual de vestirnos y desvestirnos con la ayuda de un compañero que vela para asegurarse que todos los elementos se ponen correctamente y que ni un milímetro cuadrado de piel queda al descubierto y resulta vulnerable. Un milímetro desprotegido es todo lo que necesita para el virus para entrar. El momento más delicado es cuando nos quitamos el traje dado que éste ha estado expuesto al mortal pero invisible virus.

En todo el proceso somos observados y recibimos consejos a cada paso: ahora toca lavarse las manos; ahora, nos quitamos el primer par de guantes, de nuevo, lavar las manos… El agua clorada se encuentra en abundancia por todas partes. Aunque el virus tiene una letalidad muy alta, fuera del cuerpo no resiste a una solución compuesta por agua y cloro en una proporción muy pequeña.

Todo el mundo está cansado al final del día pero estamos un paso más cerca de la apertura de un nuevo centro. Al menos,  vamos a ser capaces de ofrecer un rayo de esperanza.

Sábado
El lugar es un frenesí de actividad: carpinteros con sierras, martillos y planos, electricistas conectan las luces en todas las tiendas, especialistas en agua y saneamiento comprueban que el sistema que garantiza el suministro de agua clorada está funcionando bien. La tierra roja se cubre con grava, cercas de mallas naranja delimitan y separan las zonas de alto y bajo riesgo, los casos sospechosos de los probables y confirmados. A partir del lunes, cuando ingresen nuestros primeros pacientes, no vamos a ser capaces de entrar en la zona de alto riesgo sin estar llevar ese extraño, caluroso y siniestro equipo de protección personal.

Mañana llevaremos a cabo un simulacro con todo el personal médico y los higienistas así que tenemos que terminar todo el trabajo hoy. Tenemos cinco horas  para terminar o tendremos que trabajar toda la noche. Estoy trabajando con el equipo médico, ayudando a desembalar y organizar los medicamentos, a armar las camas de lona y metal y a desplegar todo el resto del equipo médico que requiere el centro.

Todo el mundo está ocupado con sus tareas: se vive un gran ambiente de colaboración en equipo. Will, nuestro coordinador, camina alrededor concentrado y ligeramente ansioso mientras comprueba todo el lugar. Will empezó todo este proyecto hace quince días y debe sentirse satisfecho con el resultado.

Domingo
Recibimos la visita del Centro de Mando Integrado donde el ejército británico colabora con las autoridades locales. "Avergüenza al Royal Engineers (cuerpo de Ingenieros del Ejército)", comenta un soldado cuando le digo que todo esto ha sido construido en 12 días.

Todos estamos agotados después de un día largo, de hecho, una larga y agotadora quincena. Pero todos estamos contentos de lo que hemos logrado, estamos listos para abrir el centro.

Mañana recibiremos a nuestros primeros pacientes y les proporcionaremos una oportunidad para vivir, para unirse al pequeño grupo de sobrevivientes de Ébola.

Artículo publicado originalmente por Europa Press