Zimbabue: la dura lucha de las mujeres con VIH en zonas rurales

Un mejor nivel económico y educativo no es suficiente para vencer las estructuras patriarcales. Amaia Esparza, asesora de comunicación y asuntos humanitarios de MSF en Zimbabue, ha sido testigo de la lucha constante de miles de mujeres con VIH contra el estigma, las presiones y los prejuicios de su entorno más cercano.

MSF
16/05/2011

Con la llegada de la Semana Santa, el número de mujeres que buscan anticonceptivos inyectables u orales aumenta exponencialmente. Los hombres vuelven de Suráfrica para pasar las vacaciones en casa. Ellas saben que sus maridos tienen parejas sexuales en el país vecino. También saben que los anticonceptivos orales o inyectables no les protegerán del VIH ni de las infecciones de transmisión sexual. Pero al menos evitarán los embarazos no deseados y salvarán vidas inocentes de caer en las garras del mortal virus. 

“Tengo miedo de mi marido. Sabe que soy seropositiva pero él vive en la negación. Y me ha amenazado con matarme si llevo condones a casa”, explica una mujer a la enfermera asesora. “No puedo traer a mis hijos a hacerse las pruebas”, dice disculpándose otra mujer a la que se le ha aconsejado eso después de resultar seropositiva. “Tengo miedo. Si mis hijos son seropositivos, será el final de mi matrimonio”.

Tsholotsho es un distrito rural al oeste de Zimbabue, en la frontera con Botswana y cerca de las cataratas Victoria, una de las siete maravillas naturales del mundo. Es una sociedad agrícola y no hay industria, con la excepción de una pequeña serrería. La zona es propensa a las sequías, así que mucha gente, especialmente los hombres jóvenes, van a Suráfrica en busca de trabajo y mejores salarios.

Las mujeres se quedan atrás, cuidando de la casa y de los hijos mientras sufren en silencio. En esta sociedad patriarcal, la salud de la mujer es un asunto de familia. Las mujeres necesitan el permiso del marido para ir al médico. En su ausencia, será la familia política (madre o hermanas del marido) quien tome la decisión. Desafortunadamente, las mujeres son víctimas y verdugos de su represivo destino.

De alguna manera, las actividades para sensibilizar a las comunidades están funcionando aunque hacen esta sumisión más dolorosa si cabe. Cuando una mujer cree que su marido está llevando conductas arriesgadas, va a la clínica a hacerse la prueba del VIH. Pero después no es fácil revelar a la familia que tiene el virus y mucho menos negociar el uso del condón con el marido. 

“La familia política acusará a la mujer de traer la enfermedad a la familia, ya que el marido está trabajando en Suráfrica, y la estigmatizarán”, explica una enfermera en el centro de asesoramiento y análisis voluntarios de MSF en Tsholotsho. “Las mujeres no hablan de sexo con sus esposos. Se considera que los hombres saben más de temas sexuales que las mujeres. Si lo hacen, los maridos pensarán que ellas tienen relaciones extramaritales y será el final del matrimonio. Hace falta mucho valor para enfrentarse. Ni siquiera una mayor capacidad económica ni un mejor nivel educativo es suficiente para retar al marido”.

Una negación mortal

El VIH es la principal causa de consulta en el hospital de distrito de Tsholotsho. Según los datos obtenidos a través de las consultas de MSF, la tasa de pruebas positivas de VIH realizadas en los centros de salud se acerca al 30%. Entre las mujeres embarazadas, la tasa de pruebas positivas del VIH realizadas en las consultas prenatales se acerca al 23%, muy por encima de las estimaciones a nivel nacional (16%) para este grupo de población. Tal vez porque son ellas las que cuidan de la familia o quizás porque tienen la responsabilidad de traer nuevas vidas al mundo, las mujeres son más conscientes de los riesgos del VIH así como de los beneficios de un diagnóstico temprano. 

Por el contrario, la mayoría de los hombres prefieren vivir en la negación. Incluso peor, conociendo su estado seropositivo y tomando antirretrovirales en Suráfrica, prefieren esconderlo a sus esposas y familia, y practicar sexo sin protección con el riesgo de infectar a sus parejas y a los recién nacidos. La negación de los hombres puede llegar hasta el punto de ser traídos de vuelta a Tsholotsho muy enfermos y dejarlos desahuciados a la puerta del hospital. Una imagen habitual en el hospital del distrito. 

Las enfermeras y asesoras dicen que ahora la gente es más consciente del VIH porque han visto a sus familiares enfermar y morir, o recibir tratamiento y llevar una vida productiva. Se está haciendo mucha sensibilización entre los líderes comunitarios y religiosos que tienen una enorme influencia en las prácticas culturales y sociales de la comunidad. “El cambio de conducta es muy lento”, reconoce una enfermera del programa de MSF para la prevención de la transmisión del virus de madre a hijo (PMTCT por sus siglas en inglés) en Tsholotsho. “No es un camino fácil, pero hay luz al final del túnel”.

Madres de apoyo

En el distrito de Tsholotsho, el Ministerio de Salud tiene sólo un médico para una población aproximada de 129.000 personas, el 48% menores de 15 años. Las enfermeras gestionan 17 clínicas rurales y el médico, que también es el responsable médico del distrito, necesita repartir su tiempo para atender todas sus responsabilidades, incluidas las consultas en el hospital. 

Generalmente, las consultas de las clínicas están abarrotadas. Las mujeres embarazadas que resultan ser VIH-positivas e incluidas en el programa de PMTCT no tienen suficiente tiempo para hablar con el personal de salud para entender y asimilar toda la información que conlleva el programa en un momento de desasosiego total. 

Para intentar superar esta barrera, MSF ha ayudado a implementar el programa Madre a Madre en Bulawayo, la segunda ciudad de Zimbabue a menos de dos horas de Tsholotsho. Basado en el trabajo voluntario, mujeres positivas que ya han pasado por el programa de PMTCT actúan como madres de apoyo para ofrecer soporte y experiencia de primera mano a las mujeres recién incorporadas al programa. Los resultados son tan positivos que MSF está pensando en replicar el programa en Tsholotsho.

“Supe que era seropositiva cuando quedé embarazada. No quería aceptarlo. Lo revelé a mi marido por pura rabia. Pero él tampoco quiso aceptarlo. Peor aún, no entendía el programa de PMTCT. Estuve sola durante todo el proceso y viví en la negación durante mucho tiempo antes de aceptar mi estado. Mi marido vivió en la negación hasta que estuvo muy enfermo. Empezó tarde la terapia antirretroviral y murió hace un año”, recuerda impotente Roselyne, nombre ficticio de una mujer VIH-positiva y madre de una niña de 7 años.  

Roselyne y muchas otras sienten que su apoyo y experiencia es importante. “Ahora las madres pueden aceptar su estado con más facilidad porque ven a mujeres que han pasado por la misma situación”, explica Roselyne. “Cuando visitamos a las madres, también preguntamos por los maridos para poder hablar con ellos. Su participación en el programa de PMTCT es importante, aunque por el momento menos de un 18% lo hace. Los hombres escuchan a las mujeres, pero sería más efectivo si quien les habla fuera también hombre. Todavía piensan que las mujeres no les pueden explicar nada”.

Al final, una terrible pesadilla atormenta a estas mujeres. “Tras salvar a nuestros bebés de un destino VIH-positivo, tenemos miedo de que se infecten cuando lleguen a la adolescencia. Es una idea aterradora”, apostilla Roselyne.

 


Testimonio
Rufaro (nombre ficticio) es una mujer de 26 años y madre de dos hijos. Dio a luz a su segundo hijo hace poco menos de un año en la clínica de Luveve, en la ciudad de Bulawayo. Aparentemente, la madre y el hijo estaban bien. Pero poco después, ella se encontró tan enferma que fue al hospital de Tsholotsho. Se le aconsejó hacerse una prueba del VIH y se quedó aturdida al saber que era seropositiva. Ante el resultado, se le aconsejó hacer la prueba al bebé que llevaba colgado a la espalda. De nuevo, quedó horrorizada cuando el bebé también dio positivo. Pero se sentía tan enferma y confundida que apenas entendió lo que el médico y las enfermeras le decían que debía hacer para ayudar al bebé.

Afortunadamente, su primer hijo dio negativo. Rufaro viene hoy a Bubude, una clínica rural en el distrito de Tsholotsho. Quiere hacerse un análisis de sangre para el recuento de CD4 y que le tomen a su bebé gotas de sangre secas para un análisis de ADN PCR (una tecnología utilizada para la detección precoz del VIH en niños). La enfermera de MSF parece preocupada. Según la cartilla de salud del niño, el análisis se le hizo hace unos meses, pero la madre no sabe dónde pueden estar los resultados oficiales. “Estaba hecha un lío…”, se disculpa Rufaro. En cualquier caso, al niño se le toman las muestras de sangre. Pero parece enfermo y la enfermera aconseja a la madre que lo lleve al hospital de distrito de Tsholotsho lo antes posible para una consulta con el médico.

Rufaro aparenta resignación. Trabaja cuidando una casa mientras el dueño trabaja en Suráfrica, pero no tiene dinero para llevar al bebé al hospital. No le pagarán hasta que el jefe vuelva del país vecino. Tal vez la próxima semana.



Con el objetivo de facilitar el acceso universal a la atención y el tratamiento del VIH, MSF trabaja en 13 de las 17 clínicas rurales del distrito de Tsholotsho, así como en el hospital del distrito, dando apoyo al Ministerio de Salud para descentralizar la terapia antirretroviral (ARV) y el programa de PMTCT. Además del hospital, ya hay cuatro clínicas de iniciación y seguimiento de terapia ARV y dos más que ofrecen seguimiento de terapia (aportando los ARV una vez que se ha iniciado el tratamiento en el hospital). El resto sólo ofrecen servicios de asesoramiento y pruebas voluntarias, de momento. El diagnóstico precoz infantil (EID por sus siglas en inglés), disponible en el distrito desde octubre de 2009, se descentralizó a las 17 clínicas en febrero de 2011. Las muestras de gotas de sangre secas se envían a Harare para su análisis de ADN PCR. Este sistema es relativamente fácil de utilizar en zonas rurales. De momento, los niños sólo pueden iniciar la terapia ARV en el hospital de Tsholotsho, pero los casos sin complicaciones pueden ser seguidos en las seis clínicas que ofrecen este servicio.