La Organización Mundial de la Salud (OMS) define la salud mental como el estado de bienestar en el cual la persona es consciente de sus propias capacidades, puede afrontar las tensiones normales de la vida y trabajar de forma productiva y fructífera, y es capaz de hacer una contribución a su comunidad. Este bienestar puede romperse debido a acontecimientos potencialmente traumáticos, como sufrir o presenciar actos de violencia, enfrentarse a la muerte de seres queridos en un desastre natural o en una guerra, tener que desplazarse o perder el hogar y los medios de subsistencia.

La atención en salud mental cubre cualquier tipo de actividad destinada a proteger o mejorar el bienestar mental de personas y comunidades, a prevenir el desarrollo de problemas mentales y a tratar o aliviar el sufrimiento y los desórdenes psicológicos, al tiempo que se ayuda al individuo a mejorar su capacidad de seguir adelante con las actividades cotidianas.

Se estima que, en todo el mundo, hay 450 millones de personas con trastornos de salud mental, y que una de cada cuatro personas sufrirá algún problema de este tipo a lo largo de su vida. La influencia de la salud mental en el bienestar físico también es importante: cerca de un 13% de las enfermedades están asociadas a trastornos de salud mental. A pesar de estas cifras, existe una gran brecha en la atención a las personas con problemas de salud mental, sobre todo entre las víctimas de crisis humanitarias.

¿Qué personas son más vulnerables?

En general, las personas con trastornos de salud mental se encuentran entre las más marginadas y vulnerables. En la infancia, por ejemplo, no se han construido defensas suficientes para afrontar la adversidad y no se comprende lo que sucede. Las mujeres, por su parte, suelen estar sometidas a condiciones sociales más adversas y en situaciones de crisis asumen una mayor responsabilidad. En la tercera edad, las condiciones de vida pueden ser precarias y sumarse a ello afecciones físicas o emocionales. También están muy expuestos algunos grupos de riesgo, como las personas con enfermedades físicas o mentales previas.

En las poblaciones a las que atendemos, los trastornos de salud mental pueden ser provocados por situaciones tanto individuales como comunitarias. Por ejemplo, pueden deberse a la emergencia en cuestión (con duelo, estrés, aumento de la violencia de género o trastornos alimenticios), a problemas psicológicos preexistentes o incluso a las consecuencias de la propia ayuda humanitaria (como la ansiedad por la falta de información o el debilitamiento de la comunidad).

¿Cómo se manifiestan estos trastornos?

En el marco de una guerra, un desplazamiento forzoso o un desastre natural, los acontecimientos potencialmente traumáticos pueden repercutir en la mente, los comportamientos, las emociones o las relaciones con otras personas: estas personas pueden sufrir miedo, inseguridad, angustia, ansiedad, estrés, alteraciones del sueño, dificultad de concentración, duelo por la pérdida de seres queridos, síntomas de depresión (alteraciones del humor, tristeza), desesperanza y pérdida de confianza en sí mismas y en los demás, imágenes recurrentes, flashbacks y pesadillas, o dolencias psicosomáticas.

MSF y la salud mental

Consideramos que la salud mental es una respuesta esencial al sufrimiento humano: por eso creemos que debe ser parte integral de la ayuda humanitaria y de los cuidados médicos. Proporcionamos este tipo de atención en contextos de conflicto armado, violencia y desplazamiento; marginación y negligencia social; desastres naturales; y como apoyo a otras condiciones médicas como las enfermedades crónicas (VIH/sida, tuberculosis), epidemias (Ébola) y crisis nutricionales

Dado que los trastornos más habituales pueden ser de orden psicológico y social, nuestra respuesta tiene en cuenta tanto a las personas como a su comunidad: se trata de un enfoque psicosocial. Además, ofrecemos ayuda psicológica temprana, cuyo objetivo es reducir el riesgo de problemas psicológicos a largo plazo.

Nos centramos en apoyar a la persona y a su comunidad para que creen sus propias estrategias de adaptación tras una experiencia traumática. En las consultas de atención psicológica y las asesorías, les ayudamos a hablar de sus vivencias y a procesar sus sentimientos con el fin de reducir los niveles de estrés general: escuchando, fomentando su expresión verbal y emocional, acompañando en el dolor, movilizando y reforzando sus mecanismos de respuesta personales, familiares y sociales, y ayudando a normalizar la situación y a restablecer los sentimientos de seguridad, confianza, autoestima y esperanza.

Las sesiones pueden ser individuales o en grupo. Pueden realizarse a través de una sesión única en aquellos casos donde la continuidad no sea posible (por ejemplo, una clínica móvil puntual para atender a una población en movimiento); mediante sesiones esporádicas (clínicas móviles regulares); o mediante un programa estable (a través de consulta externa, hospitalización, intervenciones comunitarias, etc.). De forma complementaria, realizamos sesiones de promoción de la salud mental, para promover hábitos saludables y prevenir trastornos mentales en las poblaciones expuestas a crisis.

En los últimos años, también estamos integrando la atención psiquiátrica en centros de salud y hospitales, capacitando a médicos generalistas en la atención de casos que no requieren un mayor nivel de complejidad.

En 2022, nuestros equipos brindaron 425.500 consultas individuales de salud mental.

La salud mental es una de nuestras áreas médicas más recientes: la proporcionamos por primera vez tras el terremoto de Armenia de 1989. En la actualidad, seguimos impulsando con fuerza la integración de la salud mental en la estrategia médica en general y en la atención primaria en particular: queremos asegurar una comunicación eficiente y positiva con nuestros pacientes para identificar estos trastornos y poder tratarlos ya desde la atención primaria, mediante intervenciones psicológicas y farmacológicas cuando se requieran.