El sistema de salud de Haití, de nuevo al borde del colapso 10 años después del terremoto que asoló el país

El terrible seísmo mató a miles de personas, provocó millones de damnificados y destruyó el 60% de un sistema de salud que ya era disfuncional. Una década después, nada ha mejorado demasiado y las barreras son aún enormes: el apoyo internacional que recibió el país, o que se prometió, se ha desvanecido.

MSF
10/01/2020

El 12 de enero de 2020 se cumplen 10 años desde que un devastador terremoto azotara Haití. Coincidiendo con esta fecha, alertamos del actual deterioro de la atención médica en el país caribeño.

"El terrible seísmo mató a miles de personas, provocó millones de damnificados y destruyó el 60% de un sistema de salud que ya era disfuncional", recuerda Hassan Issa, nuestro coordinador general en Haití. "Diez años después, la mayoría de los actores humanitarios y médicos han abandonado el país y su sistema sanitario está nuevamente al borde del colapso en medio de una creciente crisis política y económica".

El 12 de enero de 2010, un terremoto de magnitud 7,0 devastó Haití. MSF, presente en el país desde hacía 19 años, perdimos a 12 trabajadores ese día, y dos de los tres centros médicos a los que apoyábamos sufrieron graves daños. Para dar respuesta a las necesidades urgentes y casi ilimitadas de la población, pusimos en marcha una de las operaciones de emergencia más grandes de nuestra historia. En 10 meses, atendimos a más de 350.000 personas.

Una década después, a medida que los problemas económicos y las tensiones políticas se intensifican, las instalaciones médicas –incluidas las que administramos– realizan un enorme esfuerzo para atender las necesidades de los pacientes.

En el documento ‘Haití 10 años después’ subrayamos los problemas que afrontan las instalaciones médicas para seguir operativas en medio de conflictos políticos y económicos. Desde el incremento de los precios del combustible en julio de 2018 que espoleó la crisis, las instalaciones médicas han tenido problemas para proporcionar servicios básicos debido a la escasez de medicamentos, oxígeno, reservas de sangre, combustible y a la falta de personal.

"El apoyo internacional que recibió el país, o que se prometió, después del terremoto, ahora se ha desvanecido. Incluso en algún caso, nunca se materializó", explica Sandra Lamarque, nuestra coordinadora en el país. "La atención de los medios ha virado hacia otros lugares a medida que la vida cotidiana de la mayoría de los haitianos se ha vuelto cada vez más precaria debido a la inflación, la falta de oportunidades económicas y la violencia".

Protestas, bloqueos y paros

Haití experimentó numerosos bloqueos y paros en todo el país durante varios meses de 2019 (conocidos como peyi lok). Las calles estaban bloqueadas por barricadas de neumáticos en llamas y cables e incluso muros levantados por la noche que impedían el movimiento de ambulancias, trabajadores de la salud, suministros médicos y pacientes.

En 2019, nuestro centro de estabilización de emergencia en el barrio de Martissant, en Puerto Príncipe, recibió una media de 2.450 pacientes al mes. El 10% presentaba heridas de bala, laceraciones u otras lesiones relacionadas con la violencia.

Nuestro hospital de quemados en la zona de Drouillard, también en la capital, experimentó un pico de actividad en septiembre, cuando ingresó 141 pacientes con quemaduras graves, causadas principalmente por accidentes. En Delmas, donde gestionamos una clínica especializada en violencia sexual y de género, hubo una disminución en el número de pacientes durante este período de violencia. La causa: los bloqueos y la inseguridad complicaban llegar al centro.

En zonas rurales, como Port-à-Piment, en el departamento Sur, el efecto de la crisis en el sistema de salud es dolorosamente visible. Hemos apoyado durante mucho tiempo los servicios de urgencia y de salud materna del área. En casos graves, cuando es necesaria la hospitalización, nos topamos con enormes dificultades para encontrar una instalación médica operativa abierta donde derivar a sus pacientes.

El hospital principal y el banco de sangre del departamento cerraron en octubre tras ser saqueados y aún no están en pleno funcionamiento. Tenemos que realizar habitualmente traslados de pacientes en estado crítico de hasta cinco horas para llegar a un hospital que pueda aceptar tales casos. En el departamento Norte, donde estábamos a punto de abrir dos clínicas para atender a supervivientes de violencia sexual y de género, las actividades tuvieron que detenerse debido a problemas de acceso y a la falta de combustible.

En respuesta al agravamiento de la crisis económica y política, hemos lanzado nuevas iniciativas para atender a los pacientes cuando el sistema médico haitiano no da abasto. En noviembre, reabrimos un centro de trauma de 50 camas en el barrio de Tabarre, en Puerto Príncipe. En sus primeras cinco semanas, el hospital recibió una abrumadora cantidad de 574 pacientes. En este periodo ingresaron 150 heridos con lesiones mortales; el 57 % de ellos presentaban heridas de bala.

También hemos reforzado nuestro apoyo al Ministerio de Salud Pública y Población a través de donaciones de equipos y materiales médicos, la rehabilitación de instalaciones y la formación del personal del principal hospital público de Puerto Príncipe. Además, asistimos a un hospital en Port Salut en el departamento del sur y a 10 centros de salud en todo el país.

"Sabíamos que respondíamos a necesidades médicas en materia de casos graves y urgentes, pero obviamente la situación es aún peor de lo que imaginamos", reconoce Issa. "Ahora necesitamos que otros presten atención a las carencias sanitarias de Haití".