Libia: tortura y violación de los derechos humanos

Encarceladas, explotadas, torturadas. El trato que miles de personas migrantes reciben en los centros de detención en Libia es atroz. Mientras, la UE lo permite y mira a otro lado.

MSF
01/02/2022

Hace justo cinco años, en 2017, horribles imágenes de personas vendidas como esclavas en Libia se transmitieron en todo el mundo, lo que provocó una protesta mundial. Muchos países prometieron medidas para proteger a los refugiados y migrantes de abusos y condiciones similares a la esclavitud. Pero, cinco años después, nada ha cambiado: miles de seres humanos siguen siendo usados como moneda de cambio, pasando de traficante en traficante.

Llevamos desde 2017 atendiendo a migrantes y refugiados en Libia. Aquí hemos sido testigos de la situación desesperada de miles de personas, condenadas a languidecer en centros de detención o abandonadas para sobrevivir solas fuera, atrapadas en un ciclo interminable de violencia.

Durante décadas, Libia, rica en petróleo, ha atraído a personas del vecino Níger y otros países subsaharianos con la esperanza de trabajar en la construcción, la agricultura y la industria de servicios. Desde las protestas de 2011, la caída de Gadafi y la posterior guerra civil, la situación de las personas migrantes que trabajan en Libia se ha vuelto mucho más difícil.

El país está desgarrado por el conflicto armado y, mientras los gobiernos rivales y las milicias luchan por el control, los servicios públicos se han derrumbado. La mayoría de los migrantes no tienen permisos de residencia u otra documentación, lo que los pone en riesgo de arresto y detención arbitraria. Ya sea Libia una parada en su viaje o su destino, todos se convierten en objetivos en rutas migratorias que se vuelven más peligrosas, costosas y fragmentadas.

 

Mujeres en un centro de detención de Libia.



Las políticas europeas apoyan los abusos en Libia

Mientras Gadafi estaba en el poder, la UE e Italia llegaron a acuerdos polémicos con Libia, proporcionando fondos a cambio de la promesa de mantener a personas migrantes y refugiadas lejos de Europa. Y es que Libia es la principal puerta de entrada a Europa para quienes huyen de la represión, el conflicto y la pobreza en la región.

Las políticas europeas han desmantelado la capacidad de operaciones de búsqueda y rescate en el mar que salvan vidas y, mientras, patrocinan a la guardia costera libia para interceptar a refugiados y migrantes en aguas internacionales y devolverlos a la fuerza a Libia, una clara violación del derecho internacional.

Todo esto mientras cierra tratos con organizaciones conocidas por sus vínculos con redes criminales y de contrabando. Como resultado, la trata de personas, el secuestro, la detención y la extorsión de migrantes y refugiados es una dura realidad en Libia, mientras que las posibilidades de que las personas mueran en un intento por cruzar de Libia a Europa no han hecho más que aumentar.

 

4.000 personas detenidas

Hay casi 4.000 personas migrantes y refugiadas detenidas en 12 centros de detención ‘oficiales’ en Libia, según ACNUR y la IOM. Además, un número desconocido de personas están cautivas en todo el país en prisiones y depósitos clandestinos por contrabandistas y traficantes, que utilizan la tortura y el abuso para extorsionarlos. Las condiciones en los almacenes y otros edificios donde los traficantes retienen a los migrantes y refugiados son deplorables.

En algunos, cientos de personas son mantenidas en la oscuridad, incapaces de moverse o comer adecuadamente durante varios meses y sometidas a los peores abusos para extorsionarles más dinero. No tenemos acceso a estas prisiones, pero tratamos a algunos de los que logran salir después de pagar su rescate, escapan o son liberados por carceleros que ya no esperan obtener nada más de ellos.
 

 

Huir al mar… o morir

A falta de rutas seguras y legales para salir de Libia, para la mayoría de los migrantes el único camino hacia la seguridad es cruzar el Mediterráneo. Muchos supervivientes relatan múltiples intentos de superar la que se considera la ruta migratoria más mortífera del mundo, lo que los llevó a ser detenidos en Libia y a quedar atrapados en un ciclo de violencia, abusos y extorsión.

Mientras los gobiernos europeos cedían a Libia la responsabilidad de supervisar las operaciones de rescate en una vasta zona del Mediterráneo, en lugar de garantizar una capacidad estatal de búsqueda y rescate proactiva en el Mediterráneo central, se estima que morían 1.553 personas en 2021 mientras intentaban cruzar.

 

"Quienes cruzan el Mediterráneo no tienen más remedio que hacerlo", explica Juan Matías Gil, coordinador de nuestras operaciones de búsqueda y rescate en el Mediterráneo central. "Los gobiernos europeos tienen el poder de decidir sobre las políticas migratorias y, sin embargo, han optado por estrategias de disuasión y defensa de las fronteras en lugar de respetar los derechos humanos y proteger la vida de las personas".

Llevamos realizando operaciones de búsqueda y rescate en el Mediterráneo central desde 2015. En estos más de siete años, hemos trabajado en ocho buques de búsqueda y rescate diferentes (sola o en asociación con otras ONG). Durante ese tiempo, nuestros equipos han ayudado a salvar más de 80.000 vidas. Desde el inicio de las operaciones de búsqueda y rescate a bordo del Geo Barents en mayo de 2021, han rescatado a 1.903 personas y recuperado los cuerpos de 10 fallecidos. 

 

Interior de un centro de detención para mujeres en Libia



La otra opción: huir dirección sur, hacia Níger

Entre las personas que no están en centros de detención ni son víctimas de la trata de personas, muchos luchan por salir del Libia. Algunas intentan encontrar la salida a través del mar Mediterráneo, mientras que otras arriesgan sus vidas yendo hacia el sur, hacia Níger.

En Níger, nuestros equipos en la región central de Agadez se han encontrado con muchos de estos supervivientes. Algunos están varados en el desierto de la región de Ténéré, en el noreste de Níger, o buscan atención médica en las instalaciones médicas que estamos apoyando.

Agadez es una encrucijada, donde a los migrantes y refugiados procedentes de Libia se unen otros miles que cruzan el desierto del Sáhara en busca de trabajo, de regreso a casa o simplemente en busca de un futuro seguro y digno. Así, entre enero y octubre de 2019, los flujos migratorios en Níger se duplicaron encomparación con el mismo período del año pasado; de un estimado de 266.590 en 2018 a más de 540.000 ese año. Se desconoce el número de personas que murieron durante esos viajes.

Los migrantes, refugiados y solicitantes de asilo expulsados ​​de Argelia llegan a Níger a pie, sin nada más que la ropa que llevan puesta, a menudo exhaustos y desorientados. Por lo general, han sido recogidos de las calles de Argelia y llevados a centros de detención, donde al parecer no se les garantizan las condiciones mínimas de vida, las garantías judiciales y la protección. Posteriormente se les deja en el ‘Punto Cero’, cerca de la frontera con Níger, desde donde tienen que caminar unos 15 kilómetros para llegar al pueblo nigeriano de Assamaka.

 

Un ciclo de horror que debe terminar cuanto antes

La Unión Europea está empujando a hombres, mujeres y niños vulnerables a las garras de la explotación al negarles una alternativa segura o legal. Para muchas personas, su única posibilidad de ponerse a salvo depende de arriesgar sus vidas en viajes peligrosos.

Quedan a merced de los delincuentes que recorren las rutas de contrabando, o corren el riesgo de ser atrapados y detenidos arbitrariamente. Los relatos que escuchamos de primera mano hablan de terribles experiencias.

La necesidad urgente de que la ayuda humanitaria se distribuya de manera más amplia y transparente a los migrantes y refugiados en Libia y Níger es urgentísima. La detención arbitraria de migrantes y refugiados debe cesar de inmediato.

El confinamiento en lugares donde no se pueden garantizar los derechos básicos de las personas no es una solución humana para evitar que las personas lleguen a las costas europeas. En su lugar, se deben establecer con urgencia refugios donde las personas puedan tener seguridad y asistencia, mientras se puede organizar su evacuación.

La devolución de personas a Libia que han intentado escapar por mar debe parar ya. Libia no es un lugar seguro. Buscar seguridad no es un crimen.
 

Zoom out

Qué hacemos en Libia

Aunque algunos centros de detención cerraron en 2020, miles de personas (adultos y niños) permanecieron recluidas en condiciones de hacinamiento e insalubridad, con insuficiente comida o agua, poca atención médica y sin posibilidad de distancia física. Seguimos prestando atención médica y mental en los centros de detención de Trípoli, Joms, Zliten, Zuara y Zintan. Nuestros equipos también trabajaron para mejorar el suministro de agua y la disponibilidad de otros servicios básicos, reforzar las medidas de prevención de la COVID-19 y derivar los casos más vulnerables a las agencias de protección.

La gran mayoría de los 650.000 migrantes que se estima hay actualmente en Libia malviven en la calle, expuestos a los arrestos y detenciones arbitrarias, la trata de personas, la explotación y la violencia. La mayoría de personas que acaban siendo detenidas son enviadas a cárceles clandestinas administradas por traficantes de personas, y no a prisiones oficiales. En Bani Walid, nuestros equipos ofrecieron atención médica general y derivaciones médicas a refugiados y migrantes que habían escapado del cautiverio y a víctimas de tortura y trata.

Libia: ciudades o poblaciones con proyectos de MSF en 2020



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