Ha sido mi segunda misión con MSF en Libia. La primera vez que pisé Libia fue en 2011, durante la revolución. Entonces estuve en Misurata, en un proyecto quirúrgico. Esta vez mi destino fue el servicio de urgencias del hospital de Al Abyar, una ciudad de 30.000 habitantes cercana a Bengasi.
MSF tiene en marcha varios proyectos en el este y el oeste del país. En Al Abyar, brindamos apoyo a un hospital en el que facilitamos formación a personal médico y de enfermería en el tratamiento de traumas y trabajamos en la modernización y mejora de la unidad de urgencias.
El conflicto libio ha tenido un profundo y grave impacto en el sistema sanitario. Antes de 2011, Libia podía presumir de contar con sistema sanitario moderno y funcional. Sin embargo, se trataba de un sistema de salud cuyo peso recaía enormemente sobre el personal extranjero, especialmente en materia de enfermería. Una de las consecuencias de esta dependencia ha sido la devaluación de los enfermeros locales que quedaron excluidos, en gran medida, de la atención directa al paciente. Con el estallido del conflicto en 2011, muchos trabajadores extranjeros abandonaron el país. Su salida se tradujo en una grave escasez de enfermos y en el consiguiente deterioro de un sistema sanitario que se encuentra, en estos momentos, en estado crítico.
El país ha pasado de la revolución a la guerra civil. Los enfermeros extranjeros no han regresado y la situación del sistema sanitario es caótica. Los años de conflicto han interrumpido la cadena de abastecimiento y en la actualidad los suministros médicos escasean. La falta de medicamentos, material quirúrgico y de laboratorio está limitando la prestación de asistencia sanitaria. Especialmente, la atención de personas con enfermedad crónica es cada vez más precaria.
Libia enfrenta problemas a la hora de formar a sus propios enfermeros. No existen en el país planes de estudios oficiales de enfermería reconocidos nacionalmente y la formación puede variar desde los tres meses a los cuatro años. En hospitales de referencia, como el de Al Abyar, se empleaban enfermeros que carecían de una formación adecuada para cubrir las necesidades de personal sin atender a la titulación académica o a las competencias clínicas.
Estos son solo algunos de los retos que enfrentamos a diario en las urgencias del hospital Al Abyar. Las urgencias registran un constante flujo de pacientes durante todo el día que presentan una serie de dolencias que van desde trastornos menores a traumatismos graves. Precisamente, una parte importante de mi trabajo consistía en formar al personal de enfermería en el triaje, es decir, en la selección y clasificación de los pacientes, y en el manejo de traumatismos.
A pesar de los problemas obvios relacionados con el idioma, forjé buenas relaciones con mis compañeros libios. Con paciencia, respeto y buen humor fue posible reducir la brecha cultural y lingüística y sentar las bases para una atención de urgencia fiable.
Pero sin un final a la vista para el conflicto en Libia y con una guerra civil en curso, las carencias en materia de atención sanitaria persistirán en un futuro inmediato. Recuerdo que un médico de Bengasi me confesó las trágicas consecuencias de la falta de acceso a fármacos esenciales.
"¿Qué debería hacer?", me preguntó.
“Sé que mi paciente morirá sin medicamentos, pero tolo lo que tengo para darle son mis lágrimas", me dijo.