En Nigeria, los 'smartphones' nos ayudan a luchar contra la desnutrición

En Maiduguri, los teléfonos inteligentes nos permiten identificar en los hogares y a golpe de ‘clic’ a las familias vulnerables para así organizar posibles distribuciones masivas de alimentos.

MSF
11/10/2018

Por François-Xavier Dosogne, Médicos Sin Fronteras

Estamos en Maiduguri, provincia de Borno, en el noroeste de Nigeria. Nos acercamos a la temporada seca, cuando las tasas de desnutrición suelen ser más altas. Nuestros equipos preparan los centros para la atención a niños y niñas con desnutrición aguda y severa. En la primera línea de este dispositivo, un equipo de 80 promotores de salud recorre la ciudad, la misma que ha duplicado su población en dos años debido al conflicto que vive y al éxodo del campo hacia un centro urbano donde buscan protección.

El otro día acompañé a uno de los 25 equipos de promotores de salud en su visita diaria a las comunidades de Maiduguri. Fue realmente interesante ver a todos estos equipos involucrados en ayudar a su comunidad y me permitió aprender mucho sobre las condiciones y realidades del trabajo. Al llegar al vecindario, la primera parada fue para saludar al jefe local.

El objetivo del programa es ir de casa a casa para reunirse con las familias y enviar el cuestionario de evaluación nutricional de MSF. Cada equipo está compuesto por un hombre y una mujer. Cada uno adopta un rol previo para preparar la visita y no ofender las sensibilidades culturales. Así, en la primera casa, la mujer del equipo fue la primera en acercarse y asegurarse de que pudiera entrar sin molestar a nadie.

Durante la visita, el equipo identifica a los menores y su estado nutricional. En caso de alerta serán derivados a un centro de alimentación terapéutica de MSF. Además, parte del cuestionario está destinado a recoger información sobre las condiciones generales de vida con el fin de identificar las de familias vulnerables y organizar posibles distribuciones masivas de alimentos.

Antes, estas encuestas se realizaban en papel. Mi función es analizar las necesidades de nuestras operaciones médicas en aplicaciones digitales. Kobo, el sistema que puse en marcha en lugar del papel, permite ahora realizar la encuesta a través de un ‘smartphone’.

¡Muy práctico cuando tienes que moverte! No más papeles que acarrear pienso mientras vacío mi segunda botella de agua de la mañana y el termómetro alcanzan los 43° C. La aplicación verifica automáticamente la coherencia de los datos codificados reduciendo los errores a la hora de pulsar las teclas. Mientras caminamos por las calles nos sigue un grupo de niños curiosos y risueños. El equipo me confió más tarde su satisfacción por poder trabajar con herramientas modernas y actuales.

A última hora de la mañana vuelvo a la oficina y me uno a Stéphanie Goublomme, coordinadora del proyecto de promoción, que lidera las actividades de vigilancia nutricional en la ciudad y las operaciones de distribución de alimentos. Mientras Stéphanie explica el proyecto y el trabajo de sus equipos, me viene a la memoria mi admiración ante estas personas que trabajan en condiciones complicadas al servicio de los demás. Cuando estamos acostumbrados a trabajar en la sede en Bruselas, este tipo de visitas sirven para poner las ideas en el lugar que le corresponden. Stephanie también está muy contenta con la herramienta. No es necesario esperar días para poder trabajar con los datos recogidos (hablamos de más de 1.000 cuestionarios diarios). Estos están disponibles justo cuando los equipos regresan a la oficina y se conectan a internet.

Stephanie me muestra el último juego de mapas de Eloise, la cartógrafa experta en el Sistema de Información Geográfica. En base a la información más reciente recopilada, Eloise ha mapeado y puntuado el nivel de vulnerabilidad de las familias en la ciudad. Los distritos donde se acumulan los refugiados con las necesidades más graves resultan claramente visibles.

Jean-Baptiste, el logista a cargo de la distribución de alimentos ya está en contacto con las autoridades locales para organizar los detalles prácticos de la próxima actividad. El objetivo: distribuir más de 100 paquetes de alimentos por hora durante todo el día.

Por la tarde, es mi turno. En colaboración con Stéphanie y Joana, la epidemióloga, revisamos el cuestionario punto por punto. Me explican las mejoras que quieren hacer, les explico qué es técnicamente factible y cómo hacerlo. El proyecto está en fase piloto. Precisamente, el objetivo de mi visita es proporcionarles un soporte técnico completo en el terreno mientras soy más consciente de las condiciones de trabajo. En última instancia, la idea es desarrollar una documentación y un servicio de asistencia para que todos nuestros proyectos puedan tener acceso a la misma sin esperar a que alguien los apoye in situ.

He terminado la nueva versión de la investigación y Joana la ha probado con algunos de los equipo y ha informado a todos de las modificaciones. Es importante que todos entiendan y sean conscientes de lo que tratamos de lograr con estas mejoras. Además, esto los involucra en el proyecto y los motiva.

Cuando tomo el avión del CICR de regreso a Abuja, la capital del país, mi mirada se pierde en esta extensión de desierto de la que mana la ciudad de Maiduguri. Recuerdo a los equipos poniéndose a trabajar y preparando la recogida de información. Pienso en todo el tiempo que ahorran ahora gracias a algunos ‘smartphones’, y sonrío.