38.000 sursudaneses en campos de refugiados de Uganda
El doctor Fredericke Dumont nos cuenta cómo el equipo de emergencia de MSF ha puesto en marcha, en una semana, servicios médicos para los refugiados de Sudán del Sur del campo de Dzaipi, en Uganda.

Estamos trabajando en el centro de salud del campo de tránsito de Dzaipi, en Uganda, cerca de la frontera con Sudán del Sur. Dzaipi es un lugar polvoriento, en el bosque, que alberga a unas 38.000 personas que se han asentado aquí tras haber huido del conflicto en el país vecino: hay 15.000 en Dzaipi y 23.000 en el campo de Numanzi, a unos cinco o seis kilómetros. Muchos proceden de los estados de Jonglei y de Unidad, y de la ciudad de Bor. Son sobre todo mujeres y niños.
Estas personas han recorrido grandes distancias a pie hasta llegar aquí cargadas con muchas de sus pertenencias: utensilios de cocina, ropa, bolsas de plástico llenas de sus cosas, objetos personales. La sensación es que tuvieron tiempo de hacer el equipaje antes de irse. Pero hay otros que no traen nada.
El ACNUR ha proporcionado las tiendas, y de momento tienen comida. Disponen de agua potable para beber gracias a que MSF cada día la trae desde el Nilo en camiones cisterna. Después trata el agua en el campo para que sea segura para el consumo, y por último la distribuye a los refugiados.
El Ministerio de Sanidad ugandés gestionaba el centro de salud, pero estaban sobrepasados por la cantidad de gente que llegaba, así que vinimos a prestarles apoyo.
MSF llegó aquí hace dos semanas y rápidamente abrió una tienda ambulatorio con una sala para consultas, una sala de espera, una de triaje, una para asesoramiento, un dispensario y un centro nutricional ambulatorio.
Empezamos a organizar clínicas móviles en Numanzi, un pequeño campo a unos cinco o seis kilómetros de aquí. Referimos los casos más graves de allí a la clínica en Dzaipi, y si son muy graves, los referimos al hospital del distrito de Adjumani, donde tienen un equipo de cirugía.
Ayer, abrimos una sala de hospitalización en un edificio que ya existía, y contratamos a personal local de Uganda y de Sudán del Sur: enfermeras, limpiadoras, auxiliares de enfermería, responsables médicos, comadronas, conductores de ambulancia…En la actualidad soy el único médico en el campo. Organizamos listas de tareas y de turnos y abastecimos la sala de medicamentos y material médico. Las condiciones en el centro de salud son muy básicas.
Hemos visto algunos casos graves: muchos casos de malaria, diarrea, vómitos. Hay mujeres que padecen complicaciones durante el embarazo; personas con fiebre e infecciones respiratorias de las vías bajas; también algunos casos de desnutrición; así que abriremos un centro nutricional terapéutico intensivo para niños desnutridos que necesitan atención hospitalaria.
Los casos que vemos y su manejo médico son parecidos a los de otros lugares del continente. Aunque el conflicto es parte de la historia de estas personas, de momento no hablan de ello.
El campo de Numanzi cada vez está más abarrotado, por lo que en breve se abrirá un nuevo campo en Baratuka, a diez kilómetros de Dzaipi. Proyectamos organizar una segunda clínica móvil en Baratuka, e instalar un depósito de 30.000 litros de agua para proporcionar agua potable limpia a los refugiados. Además, ampliaremos nuestras actividades médicas de acuerdo con las necesidades de los recién llegados.