El aumento de familias en la ruta que conecta la costa sur con el centro de México ha desencadenado una nueva emergencia humanitaria. Esta alarmante situación se agudiza por la elevada exposición a robos, violencia y discriminación constante, también por parte de las autoridades, en una estrategia inhumana que desgasta y deja secuelas severas en la salud de los migrantes.

MSF
14/12/2023

Entre Arriaga, Chiapas, y Juchitán de Zaragoza, Oaxaca, hay 150 kilómetros de distancia. En autobús tomaría poco más de dos horas, pero caminando son unas 32, bajo un sol inclemente y un viento tan fuerte que amenaza con tumbar a las personas, que ya vienen caminando desde la frontera con Guatemala.

La semana pasada un carro arrolló a una niña en esta misma avenida que bordea la costa pacífica, desde hace un año la ruta más concurrida para quienes atraviesan la frontera entre Guatemala y México. A comienzos de octubre, a la altura del kilómetro 88 de la vía Oaxaca-Cuacnopala, se volcó un autobús y murieron 18 migrantes (dos mujeres, tres menores de edad y 13 hombres). Un segundo accidente sucedió en esta misma zona, cuando un camión de carga se volteó. Fallecieron diez migrantes y otros 25 quedaron heridos. 

Estas familias, compuestas por varias nacionalidades, intentan llevar en sus maletas lo necesario. En el camino van dejando algunas pertenencias debido al peso. Sacrifican sus tapetes para dormir esterillas o ropa para poder alzar a sus pequeños con cargadores improvisados o llevándolos sobre sus hombros. En algunos puntos piden dinero y en otros se esconden por miedo a sufrir una nueva retención, extorsión, robo, violación sexual o maltrato. 

Estos son algunos de los testimonios que queremos compartir:

  • Migrantes en México

Daniel González es de Venezuela

“Sigo en el único albergue de Arriaga en Chiapas, porque me diagnosticaron anemia. Me llevaron a la clínica de Médicos Sin Fronteras y luego al hospital. La organización me ayudó también en Guatemala. Esto de mi enfermedad sucedió porque pasé días son comer y caminé mucho, como 65 kilómetros. Este viaje ha sido súper rudo. Son un montón de cosas que no son fáciles para nadie, pero sobre todo para las mujeres y los niños. No hay nada que calme ese miedo, esa incertidumbre. Pensar que nos van a devolver, que hay un punto de control migratorio. Ese ha sido el daño psicológico más fuerte que tenemos los migrantes en México”. 

  • Joselina Aguirre es migrante de Honduras en México

Joselina Aguirre es de Honduras

“Ando con toda mi familia, somos siete: cinco niños, mi pareja y yo. Desde Tapachula venimos caminando en una caravana, pero nos hemos enfermado y nos hemos quedado sin dinero. Una de mis niñas está con fiebre, vómito y diarrea. Yo también tengo tres días de estar con fiebre. A veces dormimos en el parque central de Arriaga donde no hay techo y hace mucho viento por la noche. Mi hija me dice que nos devolvamos, pero yo quiero que crezcan en un lugar más tranquilo, con mejores posibilidades”.

  • Eli* es una migrante haitiana en México

Eli* es de Haití

“Hace ocho días llegué a la terminal de autobuses de Juchitán. Me gustaría quedarme aquí en México y poder traer a mi familia. Ahora estoy trabajando con Médicos Sin Fronteras en la clínica. Como sé varios idiomas les ayudo para que puedan atender a las personas que no hablan español. Ha sido una gran experiencia y me permite tener más conocimiento. Lo que oigo de la mayoría de las personas que apoyo es que vienen a pie, les han pasado cosas terribles y les han robado, entonces llegan sin nada. En esta terminal duerme mucha gente, pero el ambiente es complicado, sobre todo en la noche”. 

  • Joaquín* es migrante ecuatoriano en México

Joaquín* es de Ecuador

“Quiero llegar a Estados Unidos con mi mamá y miss hermanos, para recibir tratamiento. Tengo cáncer. Me encuentro cansado porque hemos tenido que caminar durante la noche por carreteras que no conocíamos. Nos han robado y hemos tenido que dormir en la calle. Sufrimos discriminación por parte de las autoridades”. Su madre asegura: “cada día que pasa es un día menos de vida. Él ya no me quiere comer y está muy alterado. Está difícil porque dormimos muy expuestos. A unos pocos metros de aquí, atracaron a un migrante haitiano y lo golpearon tan fuerte que ni se podía mover. A veces lo único que nos queda es orar”.

  • Einer, Norma y Muñeca son de Honduras

Einer, Norma y Muñeca son de Honduras

“Queremos llegar a Estados Unidos. Vamos en grupo porque es mejor, más seguro. Lo más difícil ha sido conseguir agua y comida. Nos ha tocado caminar mucho, hasta doce horas. Con la perrita ha sido complicado porque ella se cansa por el sol y a veces no la quieren subir a los autobuses. La hemos tenido que alzar en algunos momentos. Pero seguiremos con ella porque la tenemos desde que nació. Entre los tres nos apoyamos para salir adelante. Ella nos da la fuerza”.

  • Karol* es migrante venezolana en México

Karol* es de Venezuela

“Desde que llegamos a la terminal, después de haber pasado una situación de violencia muy fuerte, Médicos Sin Frontera nos atiende. Mi hija pasó con la psicóloga, pero está desconfiando de todo y todavía no quiero hablar. Me dijo, sácame de aquí”, cuenta su madre preocupada.