En busca de la seguridad perdida (por Clara Tarrero, responsable de comunicación MSF en Sudán del Sur)

MSF
04/02/2014

Para llegar desde nuestras oficinas hasta la base que la Misión de la ONU tiene al lado del aeropuerto de Juba, en Sudán del Sur, hay que atravesar unas cuantas de las polvorientas y agujereadas calles de la capital. Las instalaciones son como una pequeña ciudad y en su interior hay mucho tráfico de coches de organizaciones internacionales que suben y bajan personal. A los lados están las barracas en las que viven los militares y donde se apilan containers llenos de arena sucia. Una vez dentro, llegamos hasta una valla junto a la que se encuentran apostados varios oficiales y que sirve de puerta de entrada al improvisado campo que todo el mundo conoce como “Tongping camp”. La gente empezó a llegar a este lugar a partir del 15 de diciembre, cuando se iniciaron los enfrentamientos en Juba entre los partidarios del presidente Salva Kirr y los del ex vicepresidente Rier Machar.

Más de 35.000 personas, según estimaciones de la ONU, se agolpan en este parking buscando la protección que les han robado. El sol abrasa, y a falta de un techo o un árbol donde refugiarse, todas estas personas, que han huido con lo puesto, han clavado cuatro palos y se han hecho un cobijo a base de telas. Los más afortunados tienen una sombrilla. Los hombres se sientan alrededor de la chicha, una pipa grande y metálica que comparten, y ven pasar las horas entre conversación y conversación. El olor perfumado de este tabaco se mezcla con un hedor bastante insoportable que proviene del camión cisterna que vacía las pocas letrinas que hay. Los niños merodean y juegan ajenos a la gravedad de su situación mientras sus madres preparan algo para comer o cuelgan la colada en la verja que separa este descampado del mundo exterior.  Desde fuera, la vida en el campo parece replicar  la de un pueblo, se siente una aparente normalidad: ya se han montado pequeñas tiendas donde se venden tarjetas para recargar el teléfono, azúcar, jabón para limpiar e incluso hay un pequeño mercado donde comprar comida.

Los habitantes de este campo son Nuer, la segunda etnia más numerosa del país, y a la que pertenece ex vicepresidente Machar. 
Se sienten amenazados por la etnia Dinka, a la que pertenece el presidente y que es la mayoritaria en Sudán del Sur. Y es que, lo que empezó como un conflicto político, ha ido tomando cada vez más una dimensión étnica.

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