Cada minuto cuenta: así respondemos en las primeras 72 horas críticas de una epidemia
Nuestra compañera y especialista en enfermedades infecciosas Diyani Dewasurendra describe la situación en un hospital que recibió sus primeros casos de cólera durante un brote en 2023 en Sudán del Sur.

Diyani Dewasurendra es una de nuestras especialistas en enfermedades infecciosas y trabajaba en Sudán del Sur durante un brote de cólera en 2023. Actualmente, el país enfrenta otro brote de cólera, alimentado por las terribles condiciones de agua y saneamiento, y por las carencias en atención médica y otros servicios esenciales. Aquí, Dewasurendra describe lo que ocurrió en nuestro hospital en Malakal cuando llegaron los primeros casos, y las acciones cruciales que se tomaron en las siguientes 72 horas.
Por Diyani Dewasurendra, especialista en enfermedades infecciosas de MSF
Toda epidemia comienza con una sospecha: un aumento repentino de enfermedades, síntomas recurrentes y los primeros pacientes gravemente enfermos. En zonas de crisis, las enfermedades infecciosas pueden propagarse a gran velocidad. Cada minuto cuenta para contenerlas. Las primeras 72 horas son clave para salvar vidas y evitar un desastre.
En 2023, estaba destinada en Malakal, Sudán del Sur, cuando estalló un brote de cólera.
De 0 a 12 horas: primeras señales y medidas
En nuestro hospital en Malakal, de repente vimos un aumento de niños y niñas que llegaban con diarrea severa. En una región con acceso limitado a agua segura, eso es una señal de alarma. Además, era marzo, el último mes de la estación seca. Desde noviembre no había llovido casi nada, y muchas fuentes de agua se habían secado. Esta región suele no recibir lluvia entre noviembre y marzo.
En cuanto las primeras pruebas dieron positivo por cólera, tuvimos que actuar con rapidez. El brote se confirmó oficialmente, y cada minuto contaba.
Sabíamos que el cólera era una posibilidad, pero teníamos que estar seguros. Recogimos muestras y las enviamos al laboratorio. Al mismo tiempo, comenzamos a hacer seguimiento del número de casos. En cuanto las pruebas dieron positivo, la urgencia fue máxima.
En una zona donde muchas personas no tienen acceso a agua potable, una enfermedad como el cólera puede escalar rápidamente. Uno de los aspectos más peligrosos es que la única fuente de agua disponible suele ser un río, el mismo donde se bañan los animales, donde la gente se lava y del que también beben. En estas condiciones, la contaminación con gérmenes puede tener consecuencias catastróficas.
De 12 a 24 horas: medidas de aislamiento y protección
La prioridad era detener la propagación de la enfermedad. Inmediatamente habilitamos una sala de aislamiento para cólera en el hospital. En Malakal, esto fue especialmente complicado, ya que ya contábamos con un área de aislamiento separada para el sarampión. Tuvimos que asegurarnos de que los pacientes con estas dos enfermedades altamente contagiosas no se cruzaran, y que el resto de pacientes estuvieran protegidos del contagio.
Al mismo tiempo, iniciamos medidas de prevención. Instalamos más estaciones de lavado de manos y comenzamos a educar al público sobre la importancia de la higiene. Nuestros promotores de salud visitaron comunidades cercanas para explicar los síntomas iniciales del cólera y cuándo buscar tratamiento.
El cólera es una enfermedad diarreica grave, y enfermedades como esta son especialmente peligrosas para niños y niñas pequeños. Aunque es tratable, una infección puede llevar a la muerte en solo unas horas si no se recibe atención.
De 24 a 48 horas: tratamiento de pacientes e identificación de la fuente
Mientras tratábamos a los primeros pacientes, también analizamos el suministro de agua. En muchas partes de Sudán del Sur no hay pozos ni bombas: la gente recoge agua de ríos o estanques, a menudo contaminados.
Recuerdo una situación en la que el ganado murió en masa y cientos de cadáveres quedaron esparcidos por la orilla del río. Aun así, las personas no tenían otra opción que seguir bebiendo de esa agua. Muchas no sabían que podía ser peligrosa.
Junto con la Organización Mundial de la Salud (OMS) y otros socios, analizamos la calidad del agua e investigamos posibles fuentes de contaminación. Sabíamos que no bastaba con tratar la enfermedad: teníamos que evitar nuevos contagios. Por eso empezamos a distribuir agua limpia.
En algunas aldeas utilizamos filtros de carbón o tratamiento con cloro para mejorar el suministro a largo plazo. También instalamos instalaciones de saneamiento como letrinas.
De 48 a 72 horas: campaña de vacunación y control de la epidemia
El objetivo ahora no era solo frenar el brote, sino controlarlo por completo. Además de tratar a las personas infectadas, el siguiente gran paso fue la vacunación. El cólera puede contenerse con una vacuna oral—una gran ventaja, ya que nos permite vacunar rápida y eficazmente a grandes grupos de personas.
Antes de iniciar la campaña comunitaria de vacunación, teníamos que proteger a nuestros equipos médicos. Médicos, enfermeros y personal de apoyo están en contacto directo con pacientes, así que la vacunación era esencial para su seguridad. Solo después pudimos empezar la vacunación a gran escala para la población afectada.
La educación también fue clave. En zonas de crisis, la gente no suele desconfiar de las vacunas, pero muchas veces simplemente no saben que existen. En cuanto explicamos a los primeros grupos el propósito y los beneficios de la vacuna, la aceptación aumentó rápidamente.
Actuar rápido es vital
Las primeras 72 horas de una epidemia determinan si esta puede ser contenida o si se convertirá en un desastre. En el caso del brote de cólera de 2023, pudimos responder rápidamente y limitar el número de casos a 1.471. Tras 90 días, el 16 de mayo de 2023, se dio por finalizada la intervención al haberse reducido significativamente los casos y haberse contenido el brote.
Este brote volvió a demostrar lo crucial que es un diagnóstico temprano, el aislamiento, la identificación de la fuente de infección y la vacunación rápida. Cada uno de estos pasos es vital para salvar vidas.
Trabajamos en condiciones extremadamente difíciles en zonas de crisis, pero el acceso a vacunas sigue siendo una de nuestras herramientas más poderosas en la lucha contra las epidemias. Al mismo tiempo, no debemos olvidar que las soluciones a largo plazo -como el acceso a agua limpia- son igual de esenciales para prevenir futuros brotes.