Los esfuerzos por prestar ayuda se ven gravemente obstaculizados por las imposiciones de las autoridades militares. Deben levantar estas restricciones para así facilitar una intensificación urgente de la acción humanitaria y evitar más daños, brotes de enfermedades y pérdida de vidas.
“Alrededor del 85% de mi campamento está en ruinas después de que el ciclón Mocha causó aquí estragos. Todas las cabañas están destruidas. Las personas que viven en casas como estas necesitan ayuda de urgencia porque no tienen dónde quedarse”, dice Daw Nu, nuestro trabajador comunitario de salud y residente en Sittwe.
La casa de Daw Nu fue azotada por las fuertes lluvias y los vientos de 280 km/h de Mocha, un ciclón de categoría 5 que tocó tierra en Myanmar a mediados de mayo, el más grande de su tipo en golpear el estado de Rakhine y el noroeste del país en más de una década.
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Clínica de MSF en el campo de Kein Nyin Pyin Pauktaw, estado de Rakhine, Myanmar, el 22 de junio, más de un mes después del ciclón Mocha. © MSF
Respuesta retrasada por restricciones
Más de dos meses después y a pesar de la magnitud de este desastre, aún no se ha ampliado la respuesta de emergencia para abordar las inmensas necesidades de las personas afectadas.
La ayuda humanitaria está paralizada debido a las restricciones impuestas por las autoridades militares que permiten que solo se lleven a cabo las actividades regulares previas al ciclón y prohíben cualquier aumento de la respuesta específica a un ciclón. Esto incluye restricciones a las distribuciones a gran escala de artículos de socorro como suministros de alimentos, kits de higiene y bambú y lonas muy necesarios para construir o reparar refugios.
Las autoridades militares deben levantar estas restricciones para facilitar una intensificación urgente de la acción humanitaria para evitar más daños, brotes de enfermedades y pérdida de vidas.
Necesidades en aumento, además de las dificultades ya existentes
Los más gravemente afectados por el ciclón Mocha son las comunidades que ya están desplazadas por el conflicto y que a menudo viven en campamentos, las personas que viven en áreas bajas, y las personas que viven en áreas remotas, lejos de donde se han concentrado los esfuerzos de asistencia.
El alojamiento, la reconstrucción de la infraestructura de agua y saneamiento destruida o dañada, el agua potable segura, los alimentos y el acceso a la atención médica siguen siendo las necesidades más urgentes, de magnitud y lejos de ser satisfechas.
Esta destrucción se suma a las dificultades existentes, en particular para las comunidades rohingya y de la etnia rakhine, desplazadas por el conflicto y que ya dependen en gran medida de la asistencia humanitaria. En especial los rohingya, que sufren severas restricciones en todos los aspectos de su vida, como la libertad de movimiento, el acceso a la atención médica, las oportunidades de subsistencia y la educación.
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Inundaciones en el campo de desplazados internos de A Nout Ye, en Pauktaw, Estado de Rakhine (Myanmar), el 21 de junio, más de un mes después del ciclón Mocha. © MSF
Una respuesta positiva sí es posible
El 14 de mayo, cuando el ciclón Mocha tocó tierra, una combinación mortal de vientos en espiral alrededor de un centro de baja presión atmosférica causó la escala de destrucción que tanto Daw Nu como aproximadamente 670.000 personas más experimentaron.
Los esfuerzos de respuesta iniciales fueron positivos. Las autoridades militares y grupos armados como el Ejército de Arakan lideraron la limpieza de escombros de las carreteras. Las telecomunicaciones y la electricidad se restablecieron en un tiempo razonable.
A medida que la magnitud de la destrucción se hizo más clara, las organizaciones humanitarias se prepararon para aumentar y evitar más pérdidas de vidas y sufrimiento.
MSF priorizamos la prevención de enfermedades transmitidas por el agua mediante la distribución de agua potable a 9.000 personas por semana y la reparación de letrinas y sistemas de agua destruidos. También estábamos reanudando gradualmente nuestras clínicas móviles regulares y las derivaciones médicas de emergencia para pacientes que necesitaban un tratamiento más especializado.
Esfuerzos interrumpidos
Esta respuesta se detuvo el 8 de junio cuando, tres semanas después del paso del ciclón, se suspendieron temporalmente las autorizaciones de viaje para el estado de Rakhine. La revocación de las autorizaciones de nuestro viaje significó que no pudiéramos abrir ninguna de nuestras 25 clínicas de atención primaria de salud y se interrumpió la provisión de asistencia médico-humanitaria vital que cubría a unas 214.000 personas en el centro de Rakhine y a 250.000 personas en el norte.
Tras una interrupción de tres días, se permitió oficialmente la reanudación de las actividades el 11 de junio, pero solo las ya acordadas antes del ciclón. No se concedió la autorización para ampliar las respuestas en función de las necesidades adicionales creadas por el ciclón.
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Letrinas comunales en el campo de desplazados internos de Nout Ye, el 21 de junio, más de un mes después del ciclón Mocha. © MSF
Barreras a largo plazo
Hoy, la respuesta actual está lejos de lo que se requiere después de un ciclón. Entre las restricciones impuestas a la ampliación está el requisito de entregar los artículos de socorro a las autoridades militares que gestionarán la distribución.
Este requisito pone en peligro la neutralidad de la asistencia humanitaria, que en un estado afectado por conflictos como Rakhine, afectará la confianza que las comunidades tienen en las organizaciones humanitarias. También va en contra de los principios humanitarios de imparcialidad, neutralidad e independencia, que MSF y otras organizaciones respetamos.
El impulso inicial por parte de la comunidad humanitaria para llamar la atención sobre estas restricciones se ha desvanecido.
No puede ser la nueva normalidad
Médicos Sin Fronteras estamos profundamente preocupados porque las terribles condiciones de vida que ha causado el ciclón, las restricciones innecesarias que sostienen activamente estas condiciones inaceptables y la falta de atención pública a esta situación se están convirtiendo gradualmente en la nueva normalidad en Rakhine.
Estas restricciones también están contribuyendo a la continua falta de compromiso financiero que muestran los donantes hacia las personas en Myanmar. Las autoridades militares y otras partes del conflicto tienen la responsabilidad de cuidar a estas personas.
Por ello, las autoridades militares deben levantar las restricciones actuales y facilitar el paso sin trabas de artículos médicos y de socorro humanitario a las personas necesitadas de una manera que no comprometa su imparcialidad y neutralidad.