Colombia: atención en salud mental a las víctimas del conflicto

Carmen Martínez, psicóloga, acaba de volver de Colombia, donde estuvo trabajando en el programa de atención en salud mental a desplazados en Florencia, departamento de Caquetá, una ciudad pequeña que recibe a muchas víctimas del conflicto que sufre Colombia desde hace décadas.

MSF
15/09/2006

¿Podrías describirnos la situación en Florencia, el lugar donde trabajabas?

Es una ciudad de colonos de diferentes regiones del país y que fue construida hace menos de 100 años. Básicamente es una población de origen campesino que en la ciudad se encuentra ante la difícil situación del desempleo. El desplazamiento es uno de los grandes problemas que se viven en esta ciudad que se ha convertido en una gran receptora de desplazados, no sólo del departamento de Caquetá, sino también de otros cercanos como el Putumayo por ejemplo.

¿Hablamos del sufrimiento de los desplazados en general, pero nos puedes detallar un poco más las dificultades que atraviesan al llegar a la ciudad?

A la población se les acumula las problemáticas del desplazamiento: el haber tenido que dejarlo todo y de la noche a la mañana, tenerse que salir para otra zona. Llegan normalmente a Florencia, se intentan buscar un poco la vida. Cuando no están amenazados directamente, o sienten que pueden empezar a hacer algo, pues se registran como desplazados en la ciudad, buscan algunas ayuda, que nunca son suficientes e intentan sobrevivir. Pero muchos, muchos otros hacen ese primer intento y vuelven a salir para otra parte porque no encuentran las condiciones de vida mínimas.

¿Hay cifras más o menos realistas de la cantidad de desplazados en Florencia?

Pues hay un baile de cifras bastante contradictorio entre las oficiales y las de otras organizaciones. Además por el miedo a las amenazas, muchas personas no declaran su situación de desplazados. Nosotros en un año y medio que lleva el proyecto en funcionamiento hemos atendido a unas 1.500 personas. De éstas, algo más de la mitad son desplazados.

Eso quiere decir que no sólo atendemos a población estrictamente desplazada.

Precisamente por la estigmatización que hay con la población desplazada y también porque hay una gran carencia de la atención en salud mental a nivel local y nacional, estamos también abiertos a atender a población que indirectamente ha sido víctima del conflicto. Aunque el foco de atención siempre lo tenemos en las personas desplazadas.

¿De quiénes hablamos cuando nos referimos a las víctimas indirectas del conflicto?

Son las personas que viven en Florencia, y que no han tenido que salir a ningún sitio, pero que por las mismas circunstancias del conflicto se han visto afectadas porque han sufrido, por ejemplo, el reclutamiento de niños por parte de los grupos armados. Esto es bastante frecuente y hay una sensación de que cada vez eso ocurre con más asiduidad, aunque no sólo en Florencia. A la vez, no es evidente la presencia de los grupos armados en la ciudad, pero se sabe que están. A la hora de la verdad, eso afecta a los barrios un poco más apartados. Todo el miedo que genera es muy grande.

¿Cómo interviene MSF ante estos casos? ¿Cómo actúa MSF ante una madre que viene con el dolor de la pérdida de un niño que ha secuestrado un grupo armado, o de una persona que ha tenido que huir?

Tanto en psicología como en psiquiatría lo que intentamos primero es ayudar a las personas en un proceso de normalización. Es decir, entender que las reacciones que tienen son las comunes a todas las personas que viven situaciones tan poco normales como las que ellos han vivido. Sólo ese hecho de encontrar un nuevo sentido a lo que a una persona le está pasando, normalmente tiene un impacto importante. A partir de ahí entramos en una fase de rescate, tratando de encontrar los mecanismos que esa persona haya utilizado antes para salir adelante en situaciones difíciles y poder utilizarlos ahora. Intentamos hacer una intervención lo más global que podemos, buscando otro tipo de recursos que los puedan apoyar, no sólo a nivel de salud mental, sino de acceso a la salud en general, estableciendo referencias con otras organizaciones e instituciones.

¿Puedes explicarnos ese proceso poniendo por ejemplo el caso de alguna persona?

Bueno, yo recuerdo un caso de un chico de 16 años, que en realidad llegó a urgencias. Como me encontraba en ese momento en el hospital, me pidieron que colaborara. En principio parecía que estaba desarrollando un cuadro sintomático debido a un trastorno orgánico de mucho dolor. En realidad, el chico acababa de volver después de que la guerrilla le hubiese reclutado a la fuerza. Había estado unos seis meses. Le dejaron salir porque tenía un problema físico, pero le amenazaron a él y a toda la familia con quitarles la vida si decía algo. Estaba atravesando un problema de estrés muy grande.
El trabajo con él fue el de revisar las causas de su estado e identificar qué parte de lo que sentía dependía de él y que otra parte no era por su culpa, porque el sentimiento de culpa y de miedo era muy grande. Cuando estuvo más calmado, se fue recuperando con otros recursos.

¿Hay mucha diferencia entre el nivel de atención en salud mental a la población desplazada y a la que es víctima indirecta del conflicto?

En realidad, es muy parecida. Lo que cambia entre los pacientes desplazados es que se trata de una población muy flotante, muy expuesta a volverse a desplazar nuevamente. Eso determina que la intervención sea concreta, en pocas sesiones, con objetivos más a corto plazo. En el equipo trabajan un psiquiatra, dos psicólogas y tres técnicos de prevención y formación. Tenemos un centro de salud en la ciudad. Además tenemos un convenio con el hospital para la hospitalización de pacientes o para su atención en la unidad de salud mental a cargo de las autoridades de salud. También les referimos otro tipo de pacientes crónicos que no atendemos en el programa.

Tú has estado en otros conflictos como el de Palestina, en un proyecto de atención en salud mental igualmente. ¿El contexto determina grandes diferencias en la salud mental de las víctimas?

No. Y quizá sea eso precisamente una de las cosas que más he aprendido: que el contexto sólo influye en la forma de superar las dificultades, en actitudes, pero no en la forma de reaccionar. De Colombia, lo que más me llamó la atención fue la alegría de la gente. Creo que es esencial para superar muchas cosas.

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