Cuervos e intimidades (por Jana Brandt coordinadora de MSF en Kalonge, RDC)

“¡Trasss!”
Un extraño ruido me despierta en mi primera mañana en Kalonge. Suena como si algo muy pesado se hubiera caído sobre el tejado de aluminio de la casa. Otra vez: “¡trasss!”, seguido por unos golpecitos rápidos. Son las seis de la mañana. ¿Qué diablos es esto?
Me levanto para averiguarlo y descubro una bandada de cuervos de color blanco y negro que caminan alegremente sobre el tejado, saludando los primeros rayos de sol con sus gañidos. Los golpes que me despertaron son producidos al aterrizar en el tejado. “¿Tan poco pájaro y tanto ruido?”, me pregunto sorprendida. Aún no sé que ellos me acompañarán todas las mañanas en Kalonge. Mañanas muy mañanas, porque los días empiezan temprano aquí. Normalmente, a las seis de la mañana ya estoy en pie.
El día anterior había llegado a Kalonge, situado a unos 60 kilómetros de Bukavu. El viaje hasta aquí fue exuberante. Para llegar, cruzamos el Parque Nacional Kahuzi-Biega, ascendiendo más de 2.000 metros hasta llegar a la base de Médicos Sin Fronteras que se encuentra en el borde del parque, a unos 1.800 metros sobre el nivel del mar.
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