Desnutrición Infantil (por Carlos Ugarte)

MSF
05/05/2010

Imaginemos que casi la mitad de la población española está en riesgo de muerte. Lo que podría parecer inconcebible, es de hecho la realidad de 20 millones de niños amenazados por la desnutrición aguda severa en el mundo. Ésta es la dimensión humana de una crisis, la del precio de los alimentos, que como flor de un día ocupó portadas, provocó indignación e incluso tuvo el privilegio de ser uno de los temas centrales en una Cumbre del G-8. Tal vez la recordéis, aquella que se celebró en Japón en verano de hace dos años y en la que los mandatarios de las principales economías mundiales tras debatir sobre el hambre en el mundo, concluyeron su reunión con una cena de 19 platos. Un menú titulado : “ Bendiciones de la Tierra y el Mar”, que costó entorno a los mil dólares por cubierto. Por aquellas fechas el número de personas que no recibían bendiciones de ningún tipo, sino que pasaban hambre a diario, rondaba la bochornosa cifra de 920 millones. Hoy ya son más de 1.000 millones. Eso si que es voluntad política y capacidad para atajar problemas.

Por el título del post de esta semana, os preguntareis cómo afecta esto a los niños y por qué ante este panorama, me detengo especialmente en ellos. La especulación en  los mercados financieros en torno a las materias primas, incluidos los alimentos básicos, figura como una de las principales causas que provocan el incremento de sus precios, agudizando la crisis crónica del hambre y, en el caso de los más pequeños, la de la desnutrición infantil. Según estimaciones de la Organización Mundial de la Salud, actualmente hay 178 millones de niños desnutridos en el mundo, de los cuales 20 millones sufren desnutrición aguda severa. Un claro síntoma de esta enfermedad es la consunción: si durante la primera infancia, un niño no recibe la alimentación que necesita para mantener un buen ritmo de crecimiento, su organismo empieza a consumir sus propios tejidos para obtener los nutrientes que no le aporta la dieta diaria. Si a este niño no se le trata a tiempo, morirá o, con “suerte”, sobrevivirá con graves secuelas.

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