Despertar en el paraíso (por Ferry Schippers)

MSF
21/11/2011

Son las cinco de la mañana. Todo está tranquilo, muy tranquilo. En la cama sin moverme, con los ojos todavía cerrados, intento recordar dónde estoy. Un soplo de aire frío pasa rozando mi cara y me despierta lentamente como el suave susurro de la voz de mi madre cuando yo era pequeño y ella me despertaba para ir a la escuela. Tengo la sensación de que este momento va a durar siempre. Me gusta y dejo que la suave brisa de la mañana siga con su dulce juego. De repente, rompe el silencio el ya familiar cacareo de un gallo, que sin duda tiene un erróneo concepto del tiempo. Debería saber que es demasiado pronto para despertarse, pero ahora ya es demasiado tarde para volverse a dormir, y poco a poco abro los ojos. Siempre duermo con la ventana abierta y siempre disfruto intensamente del cielo nocturno y de los tenues sonidos de la aldea de Marungu cuando decide irse a dormir.
Marungu, una pequeña comunidad en la cima de las montañas de Hauts-Plateaux, en Kivu Sur (en el este de la República Democrática del Congo), a una altitud de 2.900 metros, es una aldea muy aislada formada por un par de docenas de casas tradicionales hechas de bambú y excrementos de vaca mezclados con arcilla, la mayoría de ellas con un techo de paja

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