Un día con nuestra compañera y matrona Lucie Mubelelwa-Totaway

“Uno de mis compañeros se acerca hasta mí y me hace un gesto para que me vaya con él hasta un espacio donde poder hablar discretamente. Acabamos de recibir una víctima de violencia sexual; algo tristemente habitual. En Salamabila vemos una media de 50-60 casos por semana”, relata desde República Democrática del Congo.

MSF
30/03/2023
Lucie Mubelelwa-Totaway matrona y supervisora de actividades de salud sexual y reproductiva de MSF, acompañada por un montón de niños de Salamabila

Por Lucie Mubelelwa-Totaway, matrona y supervisora de actividades de salud sexual y reproductiva de MSF en Salamabila

“Me llamo Lucie, soy enfermera y matrona y superviso las actividades médicas de Médicos Sin Fronteras en los centros de salud de Salamabila y de las aldeas de los alrededores, en el sur de la provincia de Maniema. Nací no muy lejos de aquí y llevo trabajando con la organización desde hace algo más de dos años. Antes, durante más de una década, trabajé en diversos hospitales y centros de salud para el Ministerio de Salud.

Además de reforzar las áreas de urgencias, pediatría, neonatología, la unidad de desnutrición, el quirófano y la maternidad del hospital general de Salamabila, tanto con personal sanitario como con medicamentos y material médico, nuestro equipo presta apoyo en ocho centros de salud y dos puestos de salud de la región, la mayoría de ellos en aldeas a las que solo se puede llegar en motos de montaña. Muchas veces me toca subirme en una de ellas y hacer de 20 a 30 km por caminos llenos de barro. Y otros días, como por ejemplo hoy, me corresponde ir a uno de los centros de salud de la población principal, que es también la localidad donde vivimos y tenemos la base.

Antes de salir hacia allí, paso por el pequeño despacho que compartimos con los compañeros de promoción de la salud. Compruebo que el movimiento que tengo que hacer ha sido validado (la seguridad es un asunto a tener muy en cuenta cuando te encuentras en una zona en la que hay un conflicto armado activo, puesto que las tensiones son frecuentes y hay un alto riesgo de que se produzcan enfrentamientos) y preparo la mochila con todas las cosas que necesitamos llevar al centro de salud.

 

Lucie Mubelelwa-Totaway con uno de los bebés que ha ayudado a nacer

 

Tras un breve y agradable paseo de unos 10 minutos a pie, llegamos a la zona de triaje del centro de salud. En este momento hay dos niños en ella y uno de ellos tiene mucha fiebre. Estos días estamos en pleno pico de malaria, con más de 1.800 casos detectados a la semana. Vamos a hacerle una prueba para saber si se ha contagiado, pero todo apunta a que sí.

Paso a una de las consultas y mis compañeros me informan de que hay una mujer que está en pleno trabajo de parto. Ya tiene ocho centímetros de dilatación, pero hay indicios de que podría llegar a tener alguna complicación en el momento de dar a luz, así que tendremos que estar atentos por si hay que derivarla al hospital. Al parecer no ha traído su cartilla sanitaria, así que habrá que hacerle varias pruebas para descartar otros riesgos añadidos: VIH, malaria, sífilis, etc.

Mientras compruebo su estado general, me cuenta que ha caminado durante dos días desde un pueblo que está a unos 45 km, en la provincia vecina de Kivu Sur. Allí le cobraban 30.000 francos por dar a luz (unos 15 euros) y, como sabía que en Salamabila MSF atiende los partos de forma gratuita, decidió venir hasta aquí acompañada de su tía.

Lucie y sus compañeros comprueban el nivel de desnutrición de un niño con la ayuda de un brazalete MUAC

 

Tras tomarle varias muestras de sangre, dejo a la futura mamá centrada en sus contracciones, que van y vienen provocándole un intenso dolor. El ratito que tengo libre lo aprovecho para hacer una sesión de seguimiento e información con las otras futuras mamás que han venido a la consulta prenatal. Normalmente deben venir cuatro veces a lo largo de su embarazo para hacerse pruebas, así que a muchas de ellas ya las conozco de otros días. Charlamos de varias cosas, pero noto que se muestran particularmente interesadas y sorprendidas cuando les cuento que una mujer seropositiva puede dar a luz un bebé que no tenga el VIH. No es una sorpresa para mí: en Maniema muchas mujeres desconocen esta información. Y cada vez que la compartimos con ellas, sus rostros se llenan siempre de alegría.

Uno de mis compañeros se acerca hasta mí y me hace un gesto para que me vaya con él hasta un espacio donde poder hablar discretamente. Acabamos de recibir una víctima de violencia sexual; algo que aquí resulta tristemente habitual. En Salamabila vemos una media de 50-60 casos por semana, y en los últimos meses la cifra ha aumentado: últimamente hemos llegado a atender unos 70-80 casos cada semana, un 80% de las cuales son causados por hombres armados. Afortunadamente, a través de la sensibilización en las comunidades, estamos logrando que la inmensa mayoría de las mujeres acudan a nosotros antes de que se cumplan 72 horas de la agresión, lo que nos permite evitar que se contagien de enfermedades de transmisión sexual y que tengan embarazos no deseados. Muchas de estas mujeres tienen además que lidiar con un segundo trauma, puesto que muchas ellas acaban siendo rechazadas por sus familias.

En MSF estamos logrando hacer grandes avances de sensibilización para evitar que este tipo de cosas ocurran; por ejemplo, a través de las escuelas de maridos y mujeres, espacios en los que compartimos información y combatimos bulos, en los que se plantean dudas e inquietudes y en los que, hombres y mujeres por separado, comparten sus experiencias y se ayudan los unos a los otros. Sin embargo, somos conscientes de que aún queda mucho camino por andar: el estigma y la culpabilización que sufren las mujeres violadas sigue siendo enorme.

 

"Si una mujer sufre una agresión debe dirigirse hacia el hospital o el centro de salud y buscar el símbolo del sol, ya que así evitará pasar por todo el circuito de triaje y será rápidamente atendida"

 

Por ejemplo, aquí, cuando vamos a las comunidades, les decimos a las mujeres que si sufren una agresión tienen que dirigirse hacia el hospital o el centro de salud y buscar el símbolo del sol, ya que así evitarán pasar por todo el circuito de triaje y serán rápidamente atendidas. También hemos formado a varios agentes de salud comunitarios para que puedan hacerse cargo de los casos menos complicados, así que, salvo que las mujeres requieran de una atención médica o psicológica más especializada, yo no tengo que intervenir, lo cual sirve también de refuerzo para el respeto a la confidencialidad de las supervivientes. Cuantas menos personas haya implicadas en el proceso, mejor. Y este, según las informaciones que han podido compartir conmigo, es uno de esos casos que mis compañeros pueden gestionar directamente.

Vuelvo a la sala de partos. Bailo, que así se llama la mujer que está a punto de ser mamá, ya está a punto de dar a luz. Por suerte todo va a la perfección y en breve tendremos al bebé con nosotros.

¡Llegó! ¡Es una niña y está en perfecto estado! Nuestra mamá primeriza me sonríe por primera vez. Se siente agradecida y aliviada. Limpio a Bailo, compruebo los signos vitales del bebé y acto seguido mi compañera y yo se lo colocamos en el pecho. Es importante que reciba el calor de su madre desde el primer momento. Después de unos minutos, le pedimos que nos lo “preste” un ratito para hacerle una serie de pruebas, pesarle y ponerle una inyección de vitamina K. Le coloco en la báscula y compruebo que tiene un peso de 2,5 kilos. Ni muy grande ni muy pequeño para lo que suele ser habitual aquí.

Vuelvo con las futuras mamás de la consulta prenatal. Le pido a dos de ellas que vengan conmigo y rellenen un cuestionario, ya que vamos a derivar el seguimiento médico de sus respectivos embarazos al hospital general. Reúnen varios criterios que hacen que sus casos puedan considerarse de riesgo y en el hospital contamos con muchos más medios que aquí. Las cito aquí mismo para dentro de dos días y les informo de que mis compañeros reservarán y pagarán un mototaxi para llevarlas hasta allí y traerlas luego de vuelta.

No me ha dado tiempo ni de comer y empiezo a notar que me rugen las tripas, pero no es el momento de hacer pausas: tengo que dirigirme a la radio junto a mis compañeros de promoción de la salud porque hoy es el día en el que pasamos mensajes de sensibilización sobre violencia sexual a toda la comunidad.

La estancia en la radio se hace corta, pero miro el reloj y veo que ya son las cinco. Reviso rápidamente mis notas y compruebo que puedo dar por terminada la jornada laboral, así que hoy voy a darme el lujo de volver a casa un poquito antes de lo que acostumbro, que seguramente mañana también sea un día intenso y hay que guardar energías para poder estar al 100%. Ha sido un placer compartir mi día a día con vosotros. ¡Hasta otra!

 

Artículo originalmente publicado en Planeta Futuro