El día que me cambió la vida

MSF
25/05/2009

Hamed es un joven somalí que vivió mucho tiempo como refugiado en el campo de Kharaz, cerca de la ciudad de Adén, en Yemen. Mientras le entrevisto, él me interrumpe en dos ocasiones, para realizar la oración. Hamed es un buen musulmán que sigue los preceptos del Islam.

Hamed me explica que algunos yemenís piensan que los somalís no son buenos musulmanes porque no leen bien el árabe, ya que no es su lengua materna, y que por tanto no entienden bien lo que el profeta quiere decir. Por eso Hamed se ha enfrentado a tantas dificultades en la universidad donde estudia.

¿Qué? ¿Un somalí, refugiado, estudiando en la Universidad de Adén? De inmediato le pregunto cuántos hay. "Bueno, no somos muchos, pero estamos entre los que mejores notas sacamos", me dice.

Hamed me lo explica con una sonrisa de estampa. Además me ayuda, en su pequeña casita del barrio de Al Bassatin, en la ciudad de Adén, donde viven hacinados muchos somalís que ya no quieren vivir en el campo de Kharaz, a aclarar mis curiosidades sobre la religión islámica. Hamed está casado. Aún no tiene hijos, pero espera uno para septiembre. Verlo es como recibir el aire fresco en medio de la desesperanza en la que están los somalíes, sin lugar adonde ir y sin lugar adonde volver.

"Una vez, cuando yo vivía en el campo de refugiados, triste, sin nada que hacer, vino un equipo de periodistas de televisión americanos", me cuenta Hamed con un tono épico. "Al cabo de dos meses, se presentó otro señor norteamericano, que no era periodista, pero que se reunió con nosotros, los jóvenes del campo, y nos dijo que había visto en la televisión de su país la situación en la que nos encontrábamos y él había decidido hacer lo que estuviese en su mano. Dijo que tenía bastante dinero, así que nos podía ayudar en lo que más deseáramos. Le respondimos que lo que más deseábamos era estudiar. Entonces él se comprometió a pagar la carrera entera para 80 jóvenes del campo. Ése fue el día que me cambió la vida. Consiguieron que la Universidad de Adén aceptara a los somalís estudiantes, pero la matrícula, por ser extranjeros, aunque seamos refugiados sin recursos, nos cuesta más que a los yemenís. Y para colmo, aunque tenemos permiso para estudiar, no lo tenemos para trabajar".

Esto último que me cuenta me quita un poco el optimismo, pero él sigue sonriendo. Y pienso que es un hombre afortunado porque sabe perfectamente el día que le cambió la vida. El futuro probablemente no estará en sus manos. Pero si alguien que no conocía de nada se acordó de él y le echó una mano, tal vez otros que tengan más poder pueden hacer algunas cosas para el futuro de Somalia, para que al menos exista ese futuro. Mañana nos vamos de Somalia, perdón de Yemen, a veces me olvido fácilmente del lugar en que me encuentro.