Ébola: un virus, dos epidemias (por Alfonso Verdú, coordinador de emergencias de MSF)
Roger tuvo Ébola. Además de tratarle y de fortalecerle para que pudiera combatir un virus para el que carecemos de vacuna, resultaba esencial que mantuviera alto el ánimo para darle así una ayuda integral. Para ello grabamos en vídeo mensajes de multitud de familiares y amigos, unos bailando, otros animándole, que luego le proyectamos desde la zona de visitas en una gran pantalla. En el fondo del pasillo pudimos apreciar su enorme sonrisa que iluminó todo el pabellón de casos confirmados. A la proyección se sumaron alguna de las personas que estaban bajo nuestro seguimiento y que conservaban las fuerzas para levantarse de la cama y salir al corredor que da a la zona de visitas. Mamá Louise o La petite Charlotte recibieron la noticia de que las próximas serían ellas.
El apoyo emocional a los pacientes y a sus círculos cercanos repercute en su bienestar general. Es por ello que desde el principio diseñamos el Centro de Tratamiento de Ébola (CTE) de tal forma que contara con una serie de espacios abiertos en los que los familiares y amigos puedan asomarse a hablar con ellos, garantizando siempre una distancia de seguridad. Una sencilla previsión cuyas consecuencias son extraordinarias: el centro, habitado por auténticos astronautas (debido a los equipos de protección que debemos utilizar) de repente se humaniza; las familias, que pensaban que sus seres queridos estarían aislados de la vida, de pronto interactúan con ellos; la comunidad, donde corría el rumor de que quien entra con Ébola no sale vivo, es informada de que allí todavía se producen, en ocasiones, milagros.
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