Ellos lo miran todo

Son las nueve de la mañana, y estamos saliendo de Adén. El mar está presente en todas partes, parece que nos rodea y que un día se va a tragar a la ciudad. Pero esta ciudad es el puerto más viejo del mundo, y ha sobrevivido a todo. Hasta dicen los que creen en las leyendas que aquí se construyó el Arca de Noé. De la vieja Adén apenas queda nada, pero aún se ven algunas casas coloniales, de estilo inglés, y hasta un hotel donde vivió Rimbaud. Sí, el poeta maldito francés. ¿Que qué hacía aquí? Aunque no lo creáis, se hizo comerciante de armas. Qué cosas, una vida tan corta, y escribió versos y vendió armas. El hotel está casi en ruinas, pero todavía funciona. Algunas fotos viejas del poeta se pagan por verse. También hay un museo militar al lado.
En cada sala, una mujer vestida con burka está sentada, inmóvil. Podría no ser si quiera una mujer. No se mueve, no habla, sólo vigila por el estrecho margen que la vestimenta de sombras le deja a sus ojos. Y a medida que vas visitando las salas del museo, te vas acostumbrando a que, a pesar de su figura, no debes mirarla. En la primera sala, no la miras, tampoco le saludas, y te da coraje no poder saludar a la persona que hay bajo lo negro. En la segunda sala, ya te has acostumbrado. La miras sin querer, pero apartas los ojos rápido, como para no molestar. En la tercera sala, ya la ignoras completamente. Es como si no estuviera, y cuando sales tendrías que preguntarte si había una mujer allí dentro. Vuelves la mirada, y sí que estaba. Eras tú quién aprendió a no verla. Es triste, ¿no? Tanto como las fotos y las armas que se muestran en este museo. A los traidores les cortaban el cuello con la jambia frente a la gente, en medio de las plazas, y las fotos, en blanco y negro, recogen uno a uno los movimientos del verdugo. La historia de Adén, desconocida y vieja, donde hasta los poetas se hicieron malditos.
Pero eso fue ayer, y ahora a las nueve de la mañana, vamos hacia Kharaz. Un lugar en mitad de ninguna parte donde pusieron el campo de refugiados donde se aglomeran los somalíes que llegan con vida a las playas. Para ir a Kharaz tienes que ir por una carretera que no se separa del mar. Si lo hiciera, estarías perdido. Porque a tu lado derecho, está el desierto precedido de montañas enormes, que parece que cambian de forma, que se mueven, con toda su mole sin nada. A ratos, ves un hombre durmiendo cobijado a la sombra de un camello. El sol aquí no gasta bromas. Da miedo mirar al desierto. Así que vuelves la vista al mar.
Para llegar a Kharaz con suerte, muchos somalíes han sido atendidos antes en el centro de atención de Médicos sin Fronteras en Ahwar. Allí, los equipos sanitarios son los primeros en recibir a las personas que sobrevivieron al mar y a los malos tratos de los traficantes de personas, que aquí llaman smuglers. Después de un día en que se estabiliza a las personas deshidratadas, el ACNUR los traslada al campo de Kharaz. Y aquí, hay gente que lleva viviendo toda la vida. Era un antiguo cuartel militar. Y el gobierno de Yemen puso aquí este lugar para cumplir con sus obligaciones con el Derecho Internacional Humanitario. Y aquí es donde la vida de los somalíes tiene un punto de no retorno, de "nowhere" como explican muchos en inglés: "no where to go; no where to go back", "sin lugar adonde ir, ni lugar adonde volver".
Y os digo lo que nos cuentan. Que cuando vienen en los barcos, ven los yates, las embarcaciones de recreo del personal de las embajadas, que ven los barcos de guerra, que ven los barcos petroleros (imposible no verlos), que ven los pesqueros, que lo ven todo. Pero que a ellos nadie les ve. Y no porque los smuglers les lleven agachados, en el fondo de los viejos barcos, sino porque nadie los quiere ver.
Una flota entera enviada por la comunidad internacional vigila las aguas ribereñas de Somalia para enfrentarse a los piratas. Y Somalia entera se muere, huye, se desespera sin que a la comunidad internacional, la de los políticos y diplomáticos, la del consejo de seguridad de la ONU, la de las "buenas intenciones" para invadir tal o cual país, le importe un bledo lo que allí le ocurra a la gente desde 1992. Dieciséis años sin gobierno, sin país, sin paz. Dieciséis años de infierno para el país más olvidado de la tierra. No hay otro lugar en la tierra igual. Ésta es la mentira y el fracaso de toda la comunidad internacional. ¿Qué será lo que significa?
Os digo lo que nos cuentan. Que son invisibles. Porque ellos lo miran todo, y a ellos nadie les mira.