Epidemia de malaria

Carlos Recio es un médico cordobés de la Organización Humanitaria MSF que se encuentra en Muleba, una zona situada al Noroeste de Tanzania, que padece desde principios de año una epidemia de malaria.

MSF
25/04/2005

Esta epidemia se repite con diferente intensidad cada año. Los equipos de Salud, apoyados por MSF, le están haciendo frente, utilizando nuevos protocolos de tratamiento con la incertidumbre de no saber si en un futuro cercano podrán acceder a ellos, como nos expresa el doctor Recio directamente desde el terreno.

¿Cuál es el alcance de la epidemia en Muleba?

La epidemia alcanza a la mayoría de un distrito al noroeste de Tanzania, con una población de 400.000 personas. Con el equipo de Médicos sin Fronteras, estamos trabajando en dos de las divisiones de este distrito, que abarca a la mitad del mismo.

 

 

 

¿Cuántos pacientes estáis tratando?

En las consultas externas y dispensarios tratamos cerca de 800 pacientes afectados por la malaria cada semana, y en los centros y hospitales con camas hablamos de unos 200, si bien hubo picos de 400 al comienzo de la epidemia.

 

 

¿Cuál es el índice de mortalidad que hay actualmente?

Podemos decir que, afortunadamente, la mortalidad se está situando a niveles relativamente bajos, por debajo del 5%. Aún así corremos un peligro: las transfusiones de sangre son moneda de uso corriente por estas latitudes, y estamos apoyando al hospital para poder realizarlas con las mayores garantías de seguridad para los pacientes.

 

¿Cuál es la edad promedio de las víctimas de la epidemia?

La mayoría de los afectados son niños menores de 5 años. Esto es algo lógico tratándose de esta enfermedad. También tenemos una especial atención para la mujer embarazada.

 

 

La OMS ha venido recomendando el uso de nuevos protocolos de tratamiento. Sabemos que hay problemas con el abastecimiento. ¿Hay una buena disponibilidad de tratamiento? ¿Qué protocolo estáis utilizando?

EL protocolo que utilizamos es la asociación de artesunate y amodiaquina (ACT) para todos los pacientes excepto las mujeres en primer trimestre de gestación, que reciben quinina. Los pacientes internados reciben artemeter intramuscular hasta que son capaces de pasar a las dosis orales de ACT. Gracias a que teníamos suficiente medicación procedente de un proyecto de malaria en Zanzíbar, no tenemos problemas de abastecimiento. Pero siempre estamos en la cuerda floja, en riesgo de no tenerlo, especialmente en el caso del tratamiento con artemeter ya que no es un medicamento muy corriente en los proveedores de Tanzania.

 

¿Qué duración puede tener esta epidemia? ¿Qué perspectivas hay al respecto?

La epidemia comenzó en enero y tuvo su pico en febrero, su fase más aguda. Normalmente en el mes de junio se repiten las estadísticas, por lo que nuestro trabajo se enfoca, durante esta fase, en preparar a las estructuras y profesionales para ser eficaces ante esta posibilidad casi segura. Estamos supervisando el resto del distrito, por si hiciera falta intervenir en caso de llegar a cifras compatibles con una epidemia.

 

 

¿Quiénes son los que forman el equipo de Médicos sin Fronteras trabajando en la epidemia?

El equipo se compone de dos médicos (uno nacional y un coordinador de terreno médico, que soy yo), 2 enfermeras y 2 conductores.

 

 

¿Tienes experiencia en otras epidemias?

En el caso de malaria, llevo 5 años trabajando en África, sobre todo en República Centroafricana. En epidemias, he trabajado en meningitis, shigella, sarampión, hepatitis E, gripe, tos ferina y alertas de fiebre viral hemorrágica. En la zona, además de la epidemia de malaria, se nos comienza a juntar con otra epidemia de cólera que tiene una extensión geográfica muy grande.

 

Suponemos que en el transcurso del trabajo en las epidemias te habrán sucedido numerosas anécdotas que conlleva la actividad médica.

Las anécdotas en África siempre aparecen a la vuelta de la esquina, pero al final ya no son anécdotas, sino sucesos de la vida cotidiana. Lo mejor es ver que los pacientes tienen el acceso a un medicamento eficaz, y que comenten cosas como: “esta vez sí que desapareció la fiebre” o “no tuve que volver al centro de salud”. También la alegría de los colegas sanitarios que no sienten la impotencia de administrar medicamentos que ya no son eficaces. La solidaridad en el banco de sangre también es muy emotiva, como el lunes pasado cuando se ofrecieron hasta 10 personas para darle la sangre a una mujer que además de tener malaria presentaba VIH en estadio SIDA y tuberculosis (con toda la carga de estigmas que presentan estas enfermedades) o cuando haces un traslado al hospital con un niño que necesita una transfusión de sangre hacia el hospital y se atasca el coche en el barro, y como por arte de magia aparecen 20 personas para ayudarte a salir y llegar a tiempo. O como el jefe de un poblado que, agradecido porque la medicación es gratis también en los centros privados (que suponen casi la mitad de la zona), te ofrece terreno para edificar una casa en sus tierras para que te quedes a vivir en Muleba por carácter indefinido.

 

¿Ante el panorama de la epidemia, cuáles son tus inquietudes más fuertes?

Es la inquietud hacia el futuro, cuando la epidemia pase y no se pueda hacer frente al inmenso coste que supone el ACT, es una preocupación mayor para todos. Lo difícil que es negociar medicación gratuita en la jungla del recubrimiento de costes y otras iniciativas que dificultan la intervención en emergencias y ante las que tienes muy pocos recursos para hacer frente. Éste es uno de los retos más grandes para organizaciones como la nuestra.