Fatoumata Traeré (por Carlos Ugarte)

La malaria sigue matando a casi un millón de personas cada año. En el África subsahariana, es una de las principales causantes de muertes entre niños menores de cinco años. Pese a haber mejoras en la medicación y una prueba de diagnóstico rápido disponible, el tratamiento no llega donde es más necesario. En Deguela , una aldea de la región de Kangaba, en el sur de Mali, la temporada de lluvias ha comenzado y eso, bien lo saben, representa una amenaza porque los charcos que se forman atraen a los mosquitos y con ellos la temida enfermedad. Para la mayoría de la población, como ocurre en otras muchas zonas de África, los centros de salud están muy lejos y de todos modos tampoco pueden pagar los gastos por recibir el tratamiento, así que sencillamente no van. Por esta razón se decidió formar a personas de aldeas remotas como esta de Mali, para tratar casos simples de malaria de forma gratuita. En cada una de ellas se reúnen los ancianos y eligen a uno de sus vecinos para que reciba esa formación. En Deguela eligieron a Fataoumata.
Cada día, esta mujer se sienta bajo la sombra de un árbol en el centro del pueblo. A su alrededor, las madres se reúnen con sus hijos a la espera de que comience la consulta . El improvisado dispensario se completa con una pequeña mesa de madera sobre la que Fataoumata coloca cuidadosamente su material. Aunque antes de recibir su aprendizaje trabajaba en el campo cultivando maíz y patatas, se desenvuelve con la soltura de una experta, mientras decenas de pares de ojos la observan con curiosidad y esperan con paciencia a que todo esté listo.