Durante más de 15 meses, la guerra y el bloqueo de Israel sobre Gaza han forzado a millones de palestinas y palestinos al desplazamiento y la desesperación por conseguir agua, comida y refugio. Aunque el alto el fuego temporal que comenzó el 19 de enero de 2025 ha brindado un respiro vital a la población de Gaza, demasiadas vidas se han perdido, no solo por los bombardeos, sino también por las condiciones inhumanas impuestas por el bloqueo. La mayoría de la población depende ahora de la ayuda humanitaria.
Osama Abu Laban, padre en Gaza y colega de nuestra organización, conoce de primera mano esta desesperación y las tragedias que acarrea. Su hijo de 14 años murió en un ataque aéreo mientras buscaba agua para su familia en Beit Hanoun. Después de esto, Abu Laban y su familia huyeron a Deir al Balah, en el centro de Gaza, con la esperanza de encontrar más seguridad. Un año después, el 29 de noviembre de 2024, su hija Rahaf, de 17 años, murió asfixiada en una multitud mientras intentaba conseguir pan. Aquí, Abu Laban describe los acontecimientos traumáticos que llevaron a la muerte de su hija.
[A finales de octubre y principios de noviembre de 2024] pasé exactamente 20 días sin pan en Deir al Balah. En ese momento, lo único que deseaba era una sola hogaza de pan. Teníamos que ir [a la panadería] muy temprano, a las 4 de la mañana. Esperaba en la fila hasta las 6. Honestamente, estaba agotado. No podía soportarlo. Tenía una lesión en la pierna, lo que me dificultaba estar de pie por tanto tiempo.
Fue increíblemente difícil para nosotros. A tal punto que mis hijos y yo comíamos harina podrida. Mi hija, Rahaf, comía el pan y luego lo vomitaba. No podía digerirlo, y yo no podía darle nada mejor. Pero el pan era solo el comienzo de nuestras dificultades. Recuerdo que Rahaf me dijo: "Papá, quiero ir [a la panadería] esta vez. Para ti, ir a la panadería significa arriesgar la vida. Si fueras tan fuerte como otros, te diría que vayas. Pero te conozco, no te gustan estas situaciones. No te gustan los lugares llenos de gente".
Aun así, fui a la panadería y estuve en la fila unos 20 minutos. Mientras esperaba, mi esposa vino corriendo hacia mí. Me dijo: "¡Rápido, rápido! Rahaf te siguió. Te siguió, pero ni siquiera ha salido de la fila todavía". Entonces, dos jóvenes me pidieron ayuda, diciendo que había caos en la zona de las mujeres. Algunas mujeres se habían caído. Me dijeron: "Creemos que dos chicas se han desmayado. Parece que se están asfixiando".
Tomé a la primera niña y se la entregué al joven que me hablaba. Luego vi a la segunda. Su rostro se giró hacia mí cuando le sujeté las piernas. Vi su cara y me di cuenta de que era mi hija.
En el coche, intenté despertarla de todas las maneras posibles. Sé primeros auxilios básicos. Solo pensaba que si llegábamos al hospital, podrían salvarla. En el hospital, el médico me dijo que no había nada que pudieran hacer. En ese momento me derrumbé y perdí el control. "Tu hermano se ha ido; no lo sigas. No me dejes roto". Ella era mi alegría, mi espíritu, mi esperanza”.